miércoles, 23 de diciembre de 2015

¡FELIZ NAVIDAD!


Leemos en el Evangelio (Lucas 2, 11s.) que en la Nochebuena los ángeles dijeron a los pastores: “No temáis. Mirad que vengo a anunciaros una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.”

Y los pastores, después de haber escuchado el mensaje, se dijeron unos a otros: "Vamos derechos a Belén... Fueron corriendo" (Lc 2,15s.), porque lo que se les había anunciado era tan importante que debían ir inmediatamente, abandonándolo todo para sertestigos de ese acontecimiento. 

Como señalaba el Papa Benedicto XVI en la Misa del Gallo de la Nochebuena de 2009, “Algunos comentaristas hacen notar que los pastores, las almas sencillas, han sido los primeros en ir a ver a Jesús en el pesebre y han podido encontrar al Redentor del mundo. Los sabios de Oriente, los representantes de quienes tienen renombre y alcurnia, llegaron mucho más tarde. Y los comentaristas añaden que esto es del todo obvio. En efecto, los pastores estaban allí al lado. No tenían más que "atravesar" (cf. Lc 2,15), como se atraviesa un corto trecho para ir donde un vecino. Por el contrario, los sabios vivían lejos. Debían recorrer un camino largo y difícil para llegar a Belén. Y necesitaban guía e indicaciones. Pues bien, también hoy hay almas sencillas y humildes que viven muy cerca del Señor. Por decirlo así, son sus vecinos, y pueden ir a encontrarlo fácilmente. Pero la mayor parte de nosotros, hombres modernos, vive lejos de Jesucristo, de Aquel que se ha hecho hombre, del Dios que ha venido entre nosotros. Vivimos en filosofías, en negocios y ocupaciones que nos llenan totalmente y desde las cuales el camino hasta el pesebre es muy largo. Dios debe impulsarnos continuamente y de muchos modos, y darnos una mano para que podamos salir del enredo de nuestros pensamientos y de nuestros compromisos, y así encontrar el camino hacia Él. Pero hay sendas para todos. El Señor va poniendo hitos adecuados a cada uno.

Solo hay que estar atento, y desprendido de corazón, para estar en disposición de descubrir esos hitos que marcan el camino y ser capaces de seguirlo, y, sin embargo, qué difícil es, y que fácil es reconocernos en esos hombres modernos, ocupados y preocupados en mil ocupaciones, reales o inventadas, dispersos, y casi diría sonados, por el ruido ensordecedor que envuelve estas fechas, incapaces de hacer un poco de silencio que nos permita acoger el Nacimiento.

No podemos hacerlo solos, necesitamos ayuda, pedir la gracia de poder mirar el pesebre esta próxima Nochebuena con la sencillez de los pastores, y así recibir la alegría con la que ellos volvieron a casa. Que la luz que ellos vieron también nos ilumine a nosotros.

¡Feliz Navidad!

domingo, 22 de noviembre de 2015

Delirios escapistas



A raíz del atentado contra la revista “Charlie Hebdò”, me referí en “·Es el fundamentalismo, idiotas”, a las reacciones que suscitó, que, junto a la lógica repulsa, dio lugar a manifestaciones de todo tipo, contra el Islam, y también contra todas las religiones, a las que se presentaba, sin distinción (“curas, imanes, sacerdotes o como queramos llamarlos, con turbante o sin él”), como un poder arcaico y peligroso que induce a la violencia asesina; y lo mismo ha vuelto a ocurrir como consecuencia de los recientes atentados en París, siendo numerosos los comentarios contra las religiones, en particular contra las tres grandes religiones monoteístas, a la que se acusa de contener en sí mismas el germen del fanatismo y la violencia, porque al fin y al cabo, decía Pérez-Reverte, “cuando uno no teme más que a Dios es capaz de cualquier cosa.”

Una expresión gráfica de ese pensamiento es la del “misterioso pianista”, como titularon los medios de comunicación, interpretando frente al Bataclan, en París, la canción de John Lennon, Imagine, “para llamar a la paz y la concordia entre los pueblos”; ya sabes:

Imagine there's no Heaven 

It's easy if you try 

And no Hell below us 

Above us only sky 


Imagine all the people 

Living for today 

Imagine there's no country 

It isn't hard to do 


Nothing to kill or die for
And no religion too
Imagine all the people
Living life in peace 



Sin Cielo y sin Infierno, sin religiones, el hombre solo sobre la tierra con el cielo como único techo, viviendo su vida en paz unos con otros…, “Tu puedes decir que soy un soñador”, sigue la canción, y es posible, pero muy equivocado al vincular la violencia a la existencia de religiones, y la paz universal a su desaparición.

En primer lugar, y habrá que repetirlo, no se puede confundir la religión con una patología de la misma, como es el fundamentalismo religioso, que es una falsificación de la religión, porque en esa simbiosis el problema a eliminar es el fundamentalismo, y éste no se circunscribe al hecho religioso sino que puede abarcar otros campos del pensamiento y de las ideas. Por supuesto nadie puede ni debe matar en nombre de Dios, porque eso es una aberración, pero tampoco en nombre de “la luz de la Razón”, de la república, de la revolución o del laicismo, como también se ha hecho tantas veces desde el aplastamiento de La Vendee al que me referí L`ami du peuple , y que fue precedente de otros genocidios laicos ejecutados en nombre de la raza, la igualdad, la revolución, y tantas otras causas que pretendían reinstaurar el “paraíso en la tierra", aunque para ellos tuvieran que correr ríos de sangre, ejerciendo un fundamentalismo tan fanático como el religioso, aunque no hubiera turbantes, kipás ni crucifijos de por medio.

Y en segundo lugar, no cabe hablar de la irracionalidad de la violencia fundamentalista religiosa, para atacar a las religiones – y a los creyentes - como irracionales y, por tanto, causa de esa violencia, porque ni es cierto, y basta pensar en los millones de creyentes, también del Islam, que la viven y profesan pacíficamente, y son víctimas de esa misma violencia , y porque es un error: ni la Razón excluye la violencia, que no es en si misma racional o irracional, y puede asumir una forma perfectamente racional, ni la Paz expresa la condición originaria de un orden racional, porque es el resultado final de un conflicto entre un orden previo, que quiere ser conculcado, y un orden nuevo que intenta imponerse, a veces mediante un ejercicio calculado – racional – de la violencia.

Como señalaba André Glucksmann (Occidente contra Occidente), sobre lo que denomina el “estado de guerra” general que impone el terrorismo internacional, hay varios delirios con los que, cediendo al pánico causado por la violencia, se intenta ocultar la realidad de este desafío – y todos los hemos visto reproducidos de una u otra forma a raíz de los atentados de París -, el típico antiamericano (anti-occidental) que considera esa violencia como el justo castigo a nuestros pecados - algo habremos hecho -; el ingenuo que la considera patrimonio de marginales sin Estado, olvidando nuestro sangriento sin parangón siglo XX; el insultante que la atribuye a la pobreza, y falta de educación – la violencia se combate con libros - , desconociendo el origen acomodado y culto de tantos terroristas; y, por último, el delirio antimusulmán, que estigmatiza en bloque a mil trescientos millones de personas, como si el integrismo islamista no atacara en primer lugar a los musulmanes, y que - añado – muchos transforman en antirreligioso, por aquello de no discriminar, atribuyendo idéntica peligrosa condición a todas ellas, y enfocándolo como un problema de guerra de religiones que la modernidad debiera solucionar mediante su supresión controlada.

No, no se trata de una guerra de religiones, ni el problema lo causa la existencia de religiones, porque, como señala André Glucksman, “el terrorismo integrista no es el arcaico absceso de fijación en un pasado superado; los ángeles exterminadores surgen de la faz negra, masacrante y nauseabunda de nuestra hipermodernidad. El “hermano” islamista que se sacrifica a si mismo y a los demás es el gemelo del chekista bolchevique, la duplicación del “héroe” fascista que jura “¡viva la muerte!”...”; es muy moderno, y racional, en el ejercicio de la violencia para imponer un nuevo orden.

Cuanto antes seamos conscientes de ello, y nos dejemos de delirios escapistas, mejor 

sábado, 8 de agosto de 2015

Sobre la excomunión de los divorciados, confusiones y despropósitos

Se celebra hoy la festividad de Santo Domingo de Guzmán que, a principios del siglo XIII, un tiempo en el que las sectas hacían estragos en la Iglesia, y como consecuencia de un viaje que realizó acompañando al Obispo de una región del sur de Francia, se dio cuenta de los daños que ocasionaban esas doctrinas, y de que la causa había que buscarla en la falta de formación de los cristianos, en la ignorancia. Fundó entonces una Orden de Predicadores, los que serían conocidos como dominicos, cuya misión era la difusión y defensa de la doctrina cristiana frente al error en toda la Cristiandad.

Hoy no estamos mucho mejor que entonces, y es patente la situación de ignorancia generalizada de las verdades más elementales de la fe cristiana, que es utilizada por quienes tratan de deconstruirla para volver a construirla a la medida de su pensamiento, humano,  y de sus deseos o caprichos, induciendo a la confusión y al error.

No se pueden interpretar de otra forma las manifestaciones, de lo más variado, que han suscitado las declaraciones del Papa Francisco en la catequesis del pasado miércoles, cuando afirmó que “los divorciados que inician otra relación no están excomulgados como algunos piensan”, y que siguen formando parte de la Iglesia; desde quienes simplemente se han congratulado de que este Papa quiera acabar con algo que se percibe tan injusto como la excomunión de quienes están en esa situación, hasta quienes, como el diario El Mundo, se despachaban a gusto con un titular, “El divorcio entra en la Iglesia”, nada sorprendente para quien conoce la línea de este diario en esta materia, pero que tuvo que dejar perplejo a más de uno, sobre todo si no había leído – es aconsejable acudir siempre a las fuentes - el texto completo de la catequesis.

La realidad es que los divorciados que inician otra relación nunca han estado excomulgados, y la realidad es que no hay que confundir la excomunión – la pena eclesiástica más severa, reservada  para los delitos más graves, que implica la ruptura con los vínculos que nos unen a Cristo a través de su Iglesia, y que no equivale a la condenación eterna, porque tiene en realidad un sentido de misericordia, para que el fiel cristiano tome conciencia de la gravedad del delito cometido, y se arrepienta – con uno de sus efectos, como es no poder recibir la Sagrada Comunión, algo que tampoco pueden hacer quienes dentro de la Iglesia están en situación de pecado.

Ya lo dijo hace mucho tiempo el Cardenal Joseph Ratzinger, siendo todavía Prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe, en “la Sal de La Tierra”, un libro de lectura amena y muy instructivo, en el que se recoge una entrevista realizada por Peter Seewald, antiguo redactor de "Der Spiegel" y "Stern", en la que, desde el punto pesimista de quien ha abandonado la fe y se erige en portavoz de quienes opinan que la Iglesia está anticuada, es un poder autoritario, y no conecta con las modas del mundo, pregunta al Cardenal Ratzinger por las más variadas cuestiones, y entre ellas por ésta.

Y la respuesta de Ratzinger es muy clara: “Debo empezar precisando que las personas casadas civilmente no están excomulgadas formalmente. Las excomuniones son una medida penitencial; significa una limitación en la pertenencia a la Iglesia. Pero esas sanciones de la Iglesia no se les imponen a ellos, aunque salte a la vista, por supuesto, que su núcleo central les afecta, puesto que no pueden acercarse a comulgar. Pero, como decía, no están excomulgados en sentido estricto. Esas personas siguen siendo miembros de la Iglesia que, por una determinada circunstancia de su vida, no están en condiciones de recibir la comunión. No cabe duda de que esto es un peso más, en este mundo nuestro en el que, precisamente, el número de matrimonios deshechos parece ir en aumento.” ; recuerda que hay otros muchos que no pueden ir a comulgar, y el problema de que se haya hecho de la comunión una especie de rito social, con lo que representa de pérdida de conciencia de lo que significa, y la necesidad de “que esas personas tengan conciencia de que, a pesar de todo, la Iglesia les acoge y sufre con ellas.”; y cuando Peter Seewald le indica que “Cuando el sacerdote recita las palabras, "Benditos los invitados a la cena del Señor", los otros deben sentirse malditos.”, le contesta que “Esto, desgraciadamente, ha quedado poco claro debido a una traducción incorrecta. Porque esas palabras no se refieren directamente a la Eucaristía. Han sido tomadas del Apocalipsis y hacen referencia a una invitación al banquete de bodas definitivo, representado en la Eucaristía. El que no pueda acercarse en el momento de la comunión, no debe, por eso, sentirse excluido del banquete de bodas de la eternidad. Lo que importa es hacer un continuo examen de conciencia y pensar si se está preparado para acercarse al banquete eterno -si eso sucediera ahora- y para ir a comulgar en ese momento. Con ese llamamiento se exhorta al que no estuviera en condiciones, a reflexionar que él también será invitado a ese banquete nupcial, como todos los demás. Y, tal vez, sea mejor acogido por haber sufrido mucho.”

No hay pues ninguna novedad, ni el Papa Francisco ha dicho nada nuevo, aunque ha habido quien así lo han percibido como consecuencia de su propio desconocimiento y de la manipulación de algunos medios informativos; ni los divorciados vueltos a casar han estado nunca excomulgados – otra cosa es que no pueda comulgar, como cualquier otro cristiano que se mantiene en situación de pecado -, ni se ha modificado el principio de indisolubilidad del matrimonio, que tan claramente fue enunciado por el mismo Cristo, como consta en los Evangelios, siendo este un principio fundamental definitivo.

Después habrá muchas cosas que se podrán hacer, por todos aquellos que estando en esa situación quieren sinceramente seguir viviendo su fe y participando de la vida de la Iglesia, y sobre eso tratará sin duda el próximo Sínodo de la Familia, pero que nadie espere que ni este Sínodo, ni el mismo Papa Francisco, cambien un dogma de fe.

Hay que leer más y mejor, entre otras cosas, para conocer la propia fe, o al menos, si esta falta, para no dejarse manipular por los medios, y habrá que encomendar a Santo Domingo de Guzmán que suscite nuevos misioneros que asuman la difusión y defensa de la doctrina cristiana frente al error, a veces interesado. Está claro que hace mucha falta.

domingo, 12 de julio de 2015

Se alquila


Me refería hace un tiempo en un post, ”Like a  virgin, in brave new world?” a un libro de Aarathi Prasad, “Like a virgen. How Science es redifining the rules of sex”, en el que la autora predice un futuro cercano en el que las mujeres no sólo podrán tener hijos sin tener relaciones sexuales, como ya es posible a través de la donación de esperma y la fecundación in vitro, sino que lo podrán hacer sin tener que experimentar su embarazo, es decir, sin gestación, como en esa distopía narrada por Aldous Huxley en “Un Mundo Feliz” (“A brave new world”), para la que faltaba precisamente eso, el útero artificial, porque como decía en esa entrada, y perdón por la auto-cita, “si bien es cierto que ya teníamos los vientres de alquiler, claro, no es lo mismo, sobre todo si se consiguiera crear un modelo de útero portátil que pudiera colocarse en el salón del hogar, en el que se podría cuidar al embrión como si fuera un “tamagochi”, haciendo realidad los deseos de tantas personas, de cualquier sexo, sean pareja o no.”

Pero claro, mientras que ese maravilloso futuro se hace gozoso presente algo hay que hacer para satisfacer la pulsión consumidora de quienes se creen con derecho a ser padres, y para eso existe la “gestación subrogada”, por sustitución o por cuenta ajena, o “donación temporal de útero”, como les gusta llamarla a los implicados en tan lucrativo negocio y a sus clientes, una terminología políticamente correcta que trata de encubrir lo que es en realidad algo más sórdido, el alquiler de vientres o úteros; y es que es eso, un proceso por el que una mujer acepta, normalmente a cambio de un precio que oscila entre los 4.500/7.500 € si vive en Tailandia o la India, o 45.000 € si es en USA (aunque el coste total está en torno a 45.000 € en los primeros, o 100/200.000 € en USA) que se le transfiera a su útero el embrión previamente engendrado mediante fecundación in vitro por otra persona o pareja, con el fin de quedar embarazada de dicho embrión, gestarlo a término y parirlo en sustitución de la mencionada persona o pareja.

Por supuesto es un problema jurídico, porque es ilegal en la mayoría de los países de la Unión, pero el TEDH (Sentencia de 26/06/2014, asuntos Mennesson y Labassee) condenó a Francia y declaró contraria al Convenio Europeo de DDHH la negativa a reconocer la filiación a los hijos nacidos de vientre de alquiler, por el perjuicio que para “el interés superior del menor” suponía que no se le reconociera en Francia una filiación reconocida en el extranjero; un argumento este rechazado por nuestro TS (STS núm. 835/2013, de 6 de febrero) como medio de obtener – imponer - un resultado contrario a la Ley, a la que el juez está sometido, por lo que nos puede ocurrir como a Francia.

Y también es un problema político, y si el Ministro de Justicia, Rafael Catalá, anunciaba el pasado diciembre que el PP presentaría una enmienda a la reforma del Registro Civil para que acogiera la inscripción de los nacimientos por “vientre de alquiler” en cumplimiento de esa doctrina del TEDH, el pasado mayo el PSOE presentó una enmienda para prohibir la publicidad de la gestación subrogada, muy agresiva en Internet – se ofrecen incluso seguros de cancelación, por si cambian las circunstancias personales de los contratantes, como un despido laboral, la separación de la pareja, etc., garantizando la devolución del precio, obviando que para entonces ya hay un niño en camino, aparte la madre que lo porta -, aunque finalmente, por las fuertes presiones de algunas asociaciones, en particular del lobby LGTB, procedieron sumisos a su retirada.

Pero es sobre todo un problema humano, ético, moral, de dignidad y de libertad, y no es sencillo, porque lo cierto es que el niño existe, está ahí, y no puede quedarse en el limbo, merece una nacionalidad, por supuesto, y necesita que alguien se declare responsable de protegerlo y sacarlo adelante, claro, pero esa es precisamente la trampa / chantaje que utilizan las parejas – homosexuales o heterosexuales – para que los Estados cedan a sus deseos y terminen por regularizar el status del niño, presentándolo como un hecho consumado; y lo cierto es que las madres que alquilan su útero para satisfacer los deseos de otras parejas también están ahí, existen, y por mucho que se afirme que actúan libremente y que nadie las obliga ¿acaso no lo hacen por ellas las circunstancias? ¿Acaso una mujer que está en una situación económica difícil es realmente libre para adoptar tal decisión?

Y aunque así fuera, estamos ante un supuesto extremo de mercantilización capitalista del cuerpo humano que repugna, un supuesto en el que relaciones y vidas humanas se rigen por un contrato asimétrico, en el que el comprador-consumidor tiene la posibilidad de asegurarse el desistimiento, si finalmente no quiere el producto, porque han cambiado sus circunstancias personales, o porque, habiendo escapado al aborto eugenésico, el niño no tiene la calidad requerida, mientras que es difícil que la madre de alquiler pueda hacer nunca tal cosa porque, además de que se le podría exigir legalmente el cumplimiento del contrato, difícilmente podría nunca devolver el dinero invertido en este proceso que, en algunos países, implica su “estabulación” al objeto de controlar su alimentación, seguimiento médico, y todo el proceso hasta el nacimiento.

A este respecto, por ejemplo, un poderoso colectivo feminista sueco, “Sveriges Kvinnnnolobby”, ha rechazado categóricamente la maternidad subrogada e instado a su gobierno a que prohiba tal práctica, advirtiendo de que…

“Allowing surrogacy is to make use of women’s bodies and reproductive organs for the enjoyment of someone else, to the detriment of the woman herself. We premiere the right to bodily integrity and fundamental human rights over the right to children, which is in fact not a human right, but has been treated as such in the discourse on surrogacy. We renounce the view of a liberal market- approach to surrogacy and the right of the paying buyers which are [privileged] whilst women’s rights are negotiated.
“ … we are seeing a trend towards a dismantling of these fundamental rights in favor of the will and want of individuals to become parents in the name of their individual fulfillment. The issue of surrogacy has been treated within the discourse of reproductive rights and the means of childless parents to have a baby, when the human rights perspective is the only plausible in dealing with this issue. We find that the current investigation in Sweden is being issued on the wrong grounds and that the set of voices that are asking for an investigation are lacking a human rights perspective. We therefore call on the Swedish government to forbid surrogacy motherhood.
“An end needs to be put to the industry of surrogacy that reduces the female body to a container! Having a feminist approach to surrogacy means rejecting the idea that women can be used as containers and their reproductive capabilities can be bought. The right to bodily integrity is a right which should not be able to be negotiated by any form of contract. No matter the regulation or the nature of the contract, it still remains a trade with women’s bodies and with children. The rights of women and children, not the interest of the buyer, must be the focus of the debate surrounding surrogacy.”

En definitiva, denuncian que en la maternidad subrogada se parte desde la perspectiva equivocada de los derechos de reproducción y del derecho a la realización individual, violando a cambio los derechos humanos de las mujeres, que quedan reducidas a simples “contenedores”, a lo que habría que añadir, y añado, que también de los niños, y que tanto da si el vientre de alquiler es de pago, o media una compensación “razonable”, o es altruista, porque el problema no es solo la mercantilización en forma de explotación capitalista de unos seres humanos por otros, que también, sino la cosificación de los seres humanos, en esta caso de una mujer, que es vista como un “contenedor” – como tan gráficamente denuncia esta asociación feminista -, del niño que lleva en su seno, que debe cumplir unas expectativas de calidad adecuadas a la inversión de quien busca satisfacer un supuesto derecho a la paternidad, y también de los embriones que se han quedado por el camino, descartados en el proceso de fecundación in vitro.

Como recordaba el Papa Francisco en su Encíclica, “Laudato si”, cuando el ser humano se coloca a sí mismo en el centro, termina dando prioridad absoluta a sus conveniencias circunstanciales, y todo lo demás se vuelve relativo, …todo se vuelve irrelevante si no sirve a los propios intereses inmediatos. …La cultura del relativismo es la misma patología que empuja a una persona a aprovecharse de otra y tratarla como mero objeto, obligándola a trabajos forzados, o convirtiéndola en esclava a causa de una deuda. Es la misma lógica que lleva a la explotación sexual de los niños, o al abandono de los ancianos…”; y es la misma lógica, patológica, que lleva a la existencia de un mercado de alquiler de vientres que no muestra sino el poder de unos hombres sobre otros, que son tratados como objetos con el fin de satisfacer el deseo egoísta de los primeros.

Es difícil, sí, pero es una cuestión de principios y de dignidad humana que no pueden quedar encomendadas a las “fuerzas invisibles del mercado”; algo habrá que hacer para evitar que quienes puedan disponer de un buen fajo de billetes se crean con el derecho de alquilar vientres, comprar hijos, e imponer a sociedades y Estados su voluntad. 

martes, 9 de junio de 2015

Aborto selectivo por sexo ¿por qué no?

El pasado 31 de mayo era noticia en El Mundo que, según datos recopilados entre 2007 y 2012, por cada 100 niñas de origen indio que nacen en España, nacen 117 niños, a pesar de que la media española está en 107 varones por cada 100 mujeres, y la diferencia aumenta cuando se trata del segundo o del tercer hijo de la pareja, aumentando en el caso del tercer hijo hasta 211 niños por cada 100 niñas y hasta 237 a partir del cuarto hijo, es decir, más del doble. Es decir, lo bebés de padres indios nacidos en España tienen significativamente muchas más probabilidades de ser varones; y esto no es un fenómeno casual, porque reproduce en España lo que ya ocurre en sus países de origen, China e India, y se conoce como “Missing girls”, la chicas perdidas a consecuencia de los patrones culturales de esos países que esta población inmigrante mantiene, y del aborto selectivo por sexo, que en esos países ya ha producido un notable aumento de la diferencia entre niños y niñas recién nacidos en favor del sexo masculino.

Hubo quien se escandalizó – y me refiero a pro-abortistas o a simples pro-choice - por lo que denunciaban como una repugnante discriminación contra la mujer producto de una cultura machista, y sin embargo ¿no es acaso la elección de sexo, mediante el aborto del bebé que no tenga el deseado, absolutamente coherente con los postulados pro-choice?

A ver, poco antes, el pasado mes de marzo, era noticia – no en los grandes medios, claro – la polémica en Australia por el aborto de un bebé de 28 semanas por tener un defecto en la mano que, según su madre, en caso de nacer le haría susceptible de ser objeto de discriminación y candidato a una “vida dura” desde su infancia, así que, por compasión, decidió abortarlo; por supuesto no se trata de un caso aislado, ni limitado a Australia, y salvado lo avanzado del tiempo de gestación ¿acaso no es cierto que se está produciendo una criba eugenésica mediante el aborto de todos aquellos seres humanos que son detectados tempranamente como “no aptos” por padecer alguna minusvalía física o psíquica, en ejercicio de una "opción por la maternidad" concebida como un derecho a que sea satisfecho el deseo de tener un hijo que reúna las condiciones requeridas?

Y siendo esto cierto ¿qué es lo que impide aplicar el mismo razonamiento al aborto selectivo por sexo?

Nada. Desde el punto de vista pro-choice nada impide que el sexo no deseado pueda ser visto como una imperfección del bebé deseado y, desde este punto de vista,“es justo que una mujer aborte porque el bebé es niña, cada elección debe ser aceptada”; y esto no es que lo diga yo, lo dijo hace un par de años Ann Furedi, directora de la mayor clínica abortista de Reino Unido (la British Pregnancy Advisory – el nombre tiene su guasa, como toda la terminología que enmascara el aborto – un negocio de treinta millones de libras al año solo en ayudas estatales), apoyando la decisión de unos jueces de no perseguir a dos médicos, denunciados en una investigación del Daily Telegraph, que habían ejecutado abortos selectivos por razón del sexo femenino de las criaturas, a petición de sus madres. Y añadía, coherentemente con sus postulados, “Si las mujeres no son felices con el sexo de los hijos, pueden abortar (…). O aceptamos hasta el fondo cada elección de la madre, o no lo hacemos.”, porque "You can’t be pro-choice except when you don’t like the choice, because that’s not pro-choice at all.”, es decir, que tu no puedes ser pro-choice, salvo cuando la elección que toma la madre no te gusta.

La verdad es que – defensa al margen que hace esta señora de una línea de negocio muy prometedora, por el incremento de la población asiática en su país - se trata de un razonamiento indiscutible, o se es pro-choice o no se es, y la misma lógica de una ley que permite el aborto de un niño enfermo, pero también de uno sano, porque la mujer es pobre, o porque ha sido abandonada, o porque aun no se siente preparada, o porque le afecta psicológicamente de cualquier otra manera, es la que permite abortarlo por el simple hecho de ser niña, porque la madre prefería un varón, y viceversa, claro está.

No hay ninguna diferencia, porque de lo que se trata es de que en cualquiera de esos casos el hijo es un peso para la madre, un peso que no quiere asumir, y esto es suficiente para abortarlo sin más consideraciones, así que sean coherentes, señoras/es pro-choice escandalizadas/os por la noticia, aborto selectivo por sexo ¿por qué no?

Si la pregunta les escandaliza es que no todo está perdido, sean honrados intelectualmente consigo mismos y extraigan las consecuencias. 

domingo, 3 de mayo de 2015

El trabajo, una exigencia de dignidad, justicia y libertad




Ya me he referido en alguna ocasión a la doctrina social de la Iglesia, como cuando me referí a las reacciones, algunas curiosas, al discurso, con una fuerte carga social, del Papa Francisco en el Parlamento Europeo el pasado 25 de noviembre, y puesto que acaba de pasar el 1 de mayo, día del trabajo para todos, y festividad de San José Obrero para los cristianos, es un buen momento para referirse a esta realidad desde el punto de vista cristiano, lo que dice la doctrina social de la Iglesia sobre el trabajo, que, junto con la familia, aparece ya en el Génesis [“Bendijo Dios [a Adán y a Eva] y les dijo: Sed fecundos, y multiplicaos, y llenad al tierra y sometedla: dominad en los peces del mar, en la aves del cielo y en todo animal que serpea sobre la tierra”], y no como un castigo divino a sobrellevar, porque es un encargo de Dios a nuestros primeros padres que es previo a su pecado, y que es parte esencial de su ser persona en el mundo. El Papa Francisco, en su catequesis de mayo  de 2013, coincidiendo con la festividad de San José Obrero, se refirió a este texto señalando que ”El trabajo forma parte del plan de amor de Dios: nosotros estamos llamados a cultivar y custodiar todos los bienes creados, y de este modo participamos en la obra de la creación. El trabajo es un elemento fundamental para la dignidad de una persona… nos hace semejantes a Dios, que ha trabajado y trabaja, actúa siempre; da la capacidad de mantenerse a si mismo, a la propia familia, de contribuir al crecimiento de la propia Nación.”

A esta realidad, se había referido poco antes el Santo Padre, ante el Pontificio Consejo Justicia y Paz, el 2 de octubre de 2014, una fecha que coincidía con el quinto aniversario de la publicación de la Encíclica de Benedicto XVI “Caritas in veritate”, calificada por el Papa como “un documento clave para la evangelización de lo social, que da valiosas orientaciones sobre al presencia de los católicos en la sociedad, las instituciones, la economía, las finanzas y la política”; y no se trata, como decía la misma encíclica, de que la Iglesia tenga soluciones técnicas que ofrecer, ni las tiene ni es su cometido tenerlas, entre otras cosas porque no es su misión mezclarse en la política de los Estados, pero sí tiene “una misión de verdad que cumplir en todo tiempo y circunstancia en favor de una sociedad a medida del hombre, de su dignidad y de su vocación. Sin verdad se cae en una visión empirista y escéptica de la vida, incapaz de elevarse sobre la praxis, porque no está interesada en tomar en consideración los valores —a veces ni siquiera el significado— con los cuales juzgarla y orientarla.”

Y esa misión de verdad es la que, en relación con el trabajo, le lleva a denunciar el empleo de los recursos financieros buscando el beneficio inmediato, especulativo, en vez buscar la sostenibilidad de las empresas en el largo plazo y su servicio a la economía real, promoviendo iniciativas económicas que faciliten el acceso al trabajo; a denunciar la explotación del desequilibrio internacional de los costes laborales, que afecta a millones de personas que viven explotadas con sueldos misérrimos, y que además de no respetar la dignidad de los que suministran esa mano de obra barata, destruye el empleo en aquellas regiones en las que está más protegido; a denunciar la falta de mecanismos de tutela de los derechos laborales y del medio ambiente, frente a una ideología consumista, que no se siente responsable ni de las ciudades ni de lo creado, olvidando que comprar es siempre un acto moral, no solo económico, y que todos como consumidores tenemos una responsabilidad social específica, que se añade a la responsabilidad social de las empresas; a denunciar el crecimiento de la desigualdad y la pobreza que ponen en peligro la democracia inclusiva y participativa, que siempre presupone una economía y un mercado que no excluya a los más débiles y que sea justo; a reclamar la necesidad de superar las causas estructurales de la desigualdad y la pobreza, a través de instrumentos básicos para la inclusión social de los más necesitados, como son la educación, el acceso a la atención sanitaria y el trabajo para todos; a defender la necesidad de un Estado de derecho social, que no debe ser desmantelado, y la necesidad de considerar el trabajo como un derecho fundamental, no como una variable dependiente de los mercados financieros y monetarios, rechazando todas aquellas ideas que pretenden aumentar la rentabilidad a costa de la restricción del mercado del trabajo, creando nuevos excluidos y atentando contra la dignidad de la persona, contra la familia, contra la realización del bien común y contra la paz…, y así podríamos seguir.

Se trata de que el trabajo, independientemente de su mayor o menor valor objetivo, es expresión esencial de la persona, y cualquier forma de materialismo y de economicismo que intente reducir al trabajador a un mejor instrumento de producción,  a simple fuerza de trabajo, a un valor exclusivamente material, acaba por desnaturalizar la esencia del trabajo, privándolo de su finalidad más noble y profundamente humana, porque es el hombre – con la dignidad inmensa que le confiere su condición de hijo de Dios - la medida de la dignidad del trabajo, y no al revés. Y se trata de que “La educación y el empleo, el acceso al bienestar para todos son elementos clave para el desarrollo y la justa distribución de los bienes, tanto para lograr la justicia social, como para pertenecer a la sociedad y para participar libre y responsablemente en la vida política, entendida como la gestión de la res publica'', como ha dicho el Papa Francisco, y antes, de una u otra forma,  Benedicto XVI, Juan Pablo II, Pablo VI…, porque no es cosa de un Papa o de dos, es doctrina social de la Iglesia, que tiene una misión de verdad que cumplir en todo tiempo y circunstancias a favor de una sociedad a la medida del hombre, de su dignidad y de su vocación, que es garantía de libertad y de un desarrollo humano integral. 

A todos nos va mucho en ello.

Como ya dije en otra ocasión, merece la pena conocerla.

domingo, 19 de abril de 2015

Papá, quiero ser puta.


Esta pasada semana el presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, afirmaba la necesidad de regular la prostitución en España y que tal propuesta iba a ser incluida en su programa electoral para las próximas elecciones generales, argumentando la necesidad de regular una realidad existente, que permitiría a las personas que ejercen voluntariamente la prostitución disfrutar de los derechos laborales y sociales que les corresponderían como en cualquier otra actividad remunerada, y al fisco recaudar unos 6.000 millones de euros, utilizando para justificar tal cifra un informe de los inspectores de Hacienda de mediados del pasado año, lo que permitiría al Estado aliviar sus cuentas.

Hay que decir que, en general, los grupos parlamentarios expresaron su rechazo, aunque de forma desigual; los populares, como siempre en estos temas con componente moral, por la tangente, no vaya a ser que les tachen de mojigatos, porque afirmar enfáticamente que “la explotación sexual de la mujer es un delito, que la trata de personas es un delito y un delito execrable que hay que penalizar” es tanto como no decir nada frente a una propuesta que parte de la persecución de tales delitos (o tal vez es que a su corazoncito neoliberal no le desagrada tanto la idea, que solo rechazan por razones electorales, por no dar ni agua a Ciudadanos); los socialistas apuntando a que el objetivo debe ser buscar iniciativas que fomenten el trabajo digno para que “ninguna mujer se vea en al obligación de prostituirse”, e Izquierda Plural afirmando, sin complejos, que la prostitución supone utilizar el cuerpo de una mujer como un “instrumento de comercio”, apostando por castigar, no solo a los proxenetas, sino a todos aquellos que fomentan la explotación sexual, incluidos los consumidores de tales servicios, porque la solución – afirman – no viene por el control de la oferta, sino por perseguir la demanda.

La legalización de esta actividad es un tema recurrente desde hace años – como la legalización de las drogas blandas, a la que también se apunta el Sr. Rivera, que parece que anda desatado -, aquí y en otro países, que divide a feministas, a prostitutas, y a la sociedad;  y quienes abogan por ella argumentan que es una realidad inevitable, que por tanto hay que regular, legislando sobre las condiciones para su ejercicio, siempre que sea voluntario, para asegurar derechos y atención sanitaria y para evitar la explotación de las mujeres (también hay hombres, pero parece claro que son minoría) por las mafias dedicadas a la trata de blancas, argumentos a los que ahora se suma el económico de los pingües beneficios para las arcas del Estado y, por tanto, dice, para toda la sociedad.

La realidad es que ni uno solo de eso argumentos se sostiene. Que sea una realidad, como lo son tantas otras cosas que nos parecen execrables, no implica que haya que admitirlas y mucho menos normalizarlas hasta el extremo de considerarlas socialmente aceptables. Ni dedicarse a la prostitución puede ser considerado como cualquier otro trabajo remunerado (periodista, peluquera, abogada, investigadora…), ni los puteros de toda la vida pueden ser considerados clientes, consumidores de servicios con todos los derechos inherentes a tal condición, ni los proxenetas pueden ser considerados empresarios normales, como los que se dedican a cualquier otro tipo de actividad empresarial lícita, ni puede limitarse esa voluntariedad en su ejercicio a los supuestos en que no haya violencia física, porque tampoco sería voluntario ejercerlo acuciada por la necesidad económica, ni aun fuera de esos supuestos, suponiendo que fuera una elección absolutamente libre, estaría justificada su legalización, porque ello no implica que sea moralmente aceptable, como no lo es la venta voluntaria de órganos, como no solo no es aceptable sino que es detestable que alguien proponga que el Estado se convierta en el mayor proxeneta del país, al beneficiarse sus cuentas de los impuestos recaudados por esta actividad, una vez regulado su ejercicio por el Estado.

Y la realidad es que la propuesta es mucho más peligrosa de lo que parece a simple vista,  porque si es verdad que el Estado no es fuente de verdad ni de moral, tampoco se puede obviar el papel regulador de la convivencia que las leyes cumplen en un Estado de Derecho, ni se puede obviar que cuando se declara una ley como conveniente se postula un criterio social de comportamiento, y que hay una legitimación social implícita en la regulación de una actividad por el Estado, y más si se parte del principio de equiparación a cualquier otro trabajo remunerado. Una vez eliminadas ciertas barreras morales es muy difícil detener el deslice, que deviene inevitable por la fuerza de la lógica de la argumentación y así, en una pendiente deslizante, de lo lícito se pasa a lo socialmente aceptado, y de ahí a su al menos neutra valoración moral por la sociedad, y por las personas que la integran, y de ahí a la exigencia de derechos, como la formación, que comenzaría por cursos específicos, prevención de riesgos laborales, sanidad, todo muy razonable, y de ahí… ¿quién sabe? A ver, si es un trabajo normal, como cualquier otro trabajo remunerado, ¿que impide que termine regulándose la prostitución como un módulo de formación profesional, o incluso un grado?

Después, si tal cosa consintiéramos aunque solo fuera con nuestro silencio, y saliera adelante, cuando lleguen nuestras hijas (o hijos) y nos digan, “papá, ya se lo que quiero ser de mayor, quiero ser puta”, ¿qué podremos hacer para evitarlo, si es que para entonces seguimos pensando que tal actividad es algo indigno para el ser humano? 

sábado, 11 de abril de 2015

Puritanismo desquiciado


A mediados del pasado mes de marzo era noticia en algunos medios de comunicación que tres jueces británicos habían sido expulsados, y uno más había dimitido antes de que lo expulsaran, por razón de que en el transcurso de una investigación, de la que no se informaba cuál era su objeto, resultó que accedían a material pornográfico desde sus ordenadores de trabajo, lo cual no es que sea en sí mismo ilegal, es decir, que no incluía menores u otro contenido ilegal, pero la Oficina de Investigación de Conducta Judicial británica que llevó adelante el procedimiento disciplinario consideró que estos jueces habían hecho un mal uso inexcusable de sus cuentas de Internet pagadas por los contribuyentes, y que se trataba de una “conducta totalmente inaceptable para un miembro de la judicatura”, y de desprestigio del sistema judicial.

No se si tal decisión, que creo muy razonable, habrá suscitado algún debate en el Reino Unido, pero aquí sí que asistí a un pequeño debate en redes sobre si dicho comportamiento era motivo suficiente o no para expulsar a un juez de la carrera judicial, y si hay algo que me llamó la atención fueron las opiniones de quienes arremetían contra estos jueces por haber utilizado para tales menesteres medios públicos, los ordenadores y el acceso a Internet, y tiempo de trabajo remunerado por el contribuyente, eso sí, enfatizando que no entraban en cuestiones de “moral” por el hecho de que se tratara de material pornográfico, llegando a afirmar algunos a una pregunta directa que sí, que tanto les daba si se gozaban viendo porno o jugando al Candy Crush.

A ver, no quiero referirme ahora a si ser consumidor de porno es o no malo. En realidad es un desorden individual cuyos daños no se quedan en la privacidad del usuario, ni tan siquiera de su relación de pareja, sino que tiene cada vez más claros y estudiados costes sociales; recuerdo a este respecto un capítulo de la serie “Friends” que trataba el tema con un humor no exento de crítica, en el que dos amigos que descubren tener porno gratis en su TV, no pueden desengancharse, y terminan sorprendidos de que las mujeres con las que se relacionaron durante el día no reaccionaran como las actrices de esas películas. Pero insisto, no se trata de eso ahora, sino de que la moral, o la ética, tienen un campo mucho más amplio que la sexualidad, no se circunscribe a ella, sino que se refieren al conjunto de reglas o normas por las que se rige y juzga la conducta de un ser humano en una sociedad, y atañe por tanto al bien y al mal; y si es cierto que la exigencia de un comportamiento moralmente honesto en el trabajo implica, sin duda, no dedicar ese tiempo a otros entretenimientos, con independencia de quién pague la nómina, ello implica un elevado nivel de exigencia moral que parece chocar frontalmente con la laxitud con la que se juzga el hecho de que a lo que se dedique sea a ver pornografía, bajo el amparo del sacrosanto principio de respeto a la vida privada, como si esta pudiera ser un ámbito separado, exclusivo y excluyente, independiente de la relaciones familiares y sociales, de la vida pública.

Traía a colación en otra entrada, “Arsénico por compasión”, unas palabras de Chesterton [Ortodoxia, Cap. III], en las que afirmaba que la gente de hoy no es que sea perversa, lo que ocurre es que está llena de absurdas virtudes supervivientes: “Cuando alguna teoría religiosa es sacudida, como lo fue el cristianismo en la reforma, no solo los vicios quedan sueltos. Claro que los vicios quedan sueltos y vagan causando daños por todas partes; pero también quedan sueltas las virtudes, y estas vagan con mayor desorden y causan todavía mayores daños. Pudiéramos decir que el mundo moderno está poblado por las viejas virtudes cristianas que se han vuelto locas. Y se han vuelo locas, de sentirse aisladas y de verse vagando solas.”

Pues parece que este es un buen momento para traerlas de nuevo a colación, porque al juzgar estas personas el comportamiento de estos jueces hacían exhibición y defensa de un puritanismo, en el sentido de rigurosidad moral, que llamaba la atención, por lo selectivo (solo afectaba a los trabajadores públicos, por ser pagados por los contribuyentes), y por lo despistado, si no desquiciado, al equiparar un inocente entretenimiento como puede ser el Candy Crush, o el Facebook, con el consumo de pornografía, subsumido todo ello en el delito mayor cometido por estos hombres – según esta categorización moral - que era haberlo hecho en el tiempo y con el ordenador de su trabajo, por lo que esto implicaba de engaño al contribuyente.

Como dijo Aquel, contra quienes – como algunos escribas y fariseos - eran tan observadores de las minucias de la Ley y de las Tradiciones, y se olvidaban del mandamiento fundamental del amor, equivocando las prioridades: “¡Guías ciegos que coláis un mosquito y os tragáis un camello.” … urge reordenar las ideas y los principios, y darles su justo valor, para evitar causar mayores estropicios en las personas, en las familias y en la sociedad.   

domingo, 5 de abril de 2015

¡Feliz Pascua de Resurrección!




REGINA COELI

V. Regina caeli, laetare, alleluia.
R. Quia quem meruisti portare, alleluia.

V. Resurrexit, sicut dixit, alleluia.
R/Ora pro nobis Deum, alleluia.

V. Gaude et laetare Virgo María, alleluia.
R. Quia surrexit Dominus vere, alleluia.


Oremus:
Deus, qui per resurrectionem Filii tui, Domini nostri Iesu Christi, mundum laetificare dignatus es: praesta, quaesumus; ut, per eius Genetricem Virginem Mariam, perpetuae capiamus gaudia vitae. Per eundem Christum Dominum nostrum. Amen.

V. Alégrate, reina del cielo, aleluya.
R. Porque el que mereciste llevar en tu seno; aleluya.

V. Ha resucitado, según predijo; aleluya.
R. Ruega por nosotros a Dios; aleluya.

V. Gózate y alégrate, Virgen María; aleluya.
R. Porque ha resucitado verdaderamente el Señor; aleluya.

Oremos:
Oh Dios, que por la resurrección de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, te has dignado dar la alegría al mundo, concédenos que por su Madre, la Virgen María, alcancemos el gozo de la vida eterna. Por el mismo Cristo Nuestro Señor. Amén.

¡Feliz Pascua de Resurrección!

sábado, 4 de abril de 2015

El buen ladrón



La escena anterior es un fragmento de la película “La Pasión”, de Mel Gibson, que narra uno de los últimos momentos de la vida de Jesús en la tierra cuando, después de los tormentos y sevicias a que fue sometido, está ya crucificado, esperando la muerte.

Jesús no murió solo, Salvador y Mesías para unos, “profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios” para otros, y un peligro que había que suprimir para la supervivencia de la Nación, o de su posición social, para otros más, su muerte no es indiferente para mucha gente, y es contemplada por diferentes grupos de personas, que reaccionan de distinta forma ante su crucifixión. Por un lado las mujeres que le han seguido a lo largo del camino hacia el Calvario, entre ellas María Magdalena y María, la madre de Santiago y de Juan, además de otros conocidos de Jesús, que lo observaban todo desde lejos, sorprendidos seguramente por el giro que, en los pocos días transcurridos desde la entrada triunfal en Jerusalén, han tomado los acontecimientos; a los pies de la Cruz, la Virgen María y San Juan, que probablemente tampoco entenderían nada, pero entregados, como Cristo y con Él, a la voluntad de Dios; y por otro lado todos aquellos que se burlaban ante la muerte por crucifixión de Jesús, tanto los que pasaban por allí, muchos de ellos probablemente atraídos por el espectáculo que suponía una ejecución pública, y más si era de un personaje tan conocido como Jesús, como los miembros del Sanedrín – sacerdotes, escribas y ancianos – que han conspirado para su muerte, y que tampoco pierden la ocasión de burlarse de Él.

Pero hay un tercer grupo, integrado por solo dos personas, los dos ladrones - “bandidos” en realidad, según la traducción correcta - que son crucificados junto a Jesús, porque se les había declarado culpables del mismo crimen, de resistencia contra el poder romano, y que observan una actitud muy diferente frente a Jesús, según el relato de San Lucas.

Uno de ellos lo insulta y, como los miembros del Sanedrín, le injuria y desafía para que se salve y les salve a ellos: “¿No eres tú el Cristo? Sálvate a ti mismo y a nosotros.”; pero el otro reacciona de forma muy distinta, sorprendente dadas las circunstancias – Cristo había sido azotado brutalmente, y estaba expirando delante de sus ojos –, y reprende a su compañero:“¿Ni siquiera tú, que estás en el mismo suplicio, temes a Dios? Nosotros estamos aquí justamente, porque recibimos lo merecido por lo que hemos hecho; pero éste no ha hecho ningún mal.”, y concluye dirigiéndose a Jesús con una petición más sorprendente todavía si cabe, porque ya no es un simple reconocimiento de la justicia o injusticia que se está cometiendo, sino una profesión de fe: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino.” Seguro que este hombre, como todos los presentes, habría oído hablar antes de Cristo, de su vida y de sus milagros, y ahora coincide con Él en el mismo suplicio, la crucifixión, en un momento en el que su divinidad ya no es que esté oculta, es que aparece como algo absolutamente impensable. Pero algo ocurre en su corazón, el comportamiento de Jesús durante la marcha hacia el Calvario, su mirar lleno de compasión ante las gentes que le rodean, a las que lloran por Él y a las que le insultan, su silencio majestuoso ante el sufrimiento, salvo para pedir al Padre el perdón para quienes le están crucificando, “porque no saben lo que hacen”… desencadenan un proceso que le lleva, en ese momento insólito, y sin necesidad de que medie milagro alguno, a hacer un acto de contrición y arrepentimiento, y de fe, porque percibe que este hombre al que está viendo morir crucificado delante suya hace realmente visible el rostro de Dios, que es el Hijo de Dios.

La respuesta de Jesús va, como siempre, mucho más allá de tan humilde petición, “Yo te aseguro que hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso.”

Como señala Benedicto XVI en su obra “Jesús de Nazaret”, “Así, en la historia de la espiritualidad cristiana, el buen ladrón se ha convertido en la imagen de la esperanza, en la certeza consoladora de que la misericordia de Dios puede llegarnos también en el último instante, la certeza de que, incluso después de una vida equivocada, la plegaria que implora su bondad no es vana.”

“Tú que escuchaste al ladrón, también a mi me diste esperanza”, reza el “Dies Irae”, porque es una esperanza para todos los cristianos; ya solo hace falta que nosotros, como recoge el himno “Adoro te devote”, sepamos pedir lo que pidió el ladrón arrepentido. 

jueves, 26 de marzo de 2015

Arsénico por compasión

El pasado día 21 de marzo se celebró el Día Mundial del Síndrome de Down, y este pasado fin de semana hubo diversos actos, carreras solidarias, etc. para celebrar un día que está en proceso de extinción, como aquellos que están afectados por este síndrome, sometidos a un genocidio silencioso mediante técnicas de detección precoz y aborto selectivo, sin olvidar las víctimas de una “medicina defensiva” más preocupada por evitar las reclamaciones judiciales que por salvar vidas, y que aplica la presunción de culpabilidad y condena a muerte ante cualquier atisbo de que un niño pudiera padecerlo, porque al fin y al cabo ¿quién se va a enterar, y a quién importa? La cuestión me trae a la memoria otro suceso reciente, la noticia que el pasado 15 de marzo publicaba algún medio de una polémica en Australia por la decisión de una pareja de abortar a su hijo en el séptimo mes de embarazo, en lo que más que un aborto podría calificarse de infanticidio, porque el niño presentaba una malformación en la mano izquierda, una discapacidad que, por supuesto, no ponía en riesgo la vida de la madre y para la que existen tratamientos quirúrgicos correctores; pero aunque así no fuera lo más difícil es entender la razón que dio para justificar tal decisión: la razón, como con los niños con síndrome de Down, era la compasión. La madre explicaba su decisión de abortar a su bebé en un conocido medio de comunicación australiano, Fairfax Media, afirmando que ella creció en China “con muchas personas que eran discapacitadas, y… había discriminación”, y que “no quería que mi hijo fuera discriminado. El problema es… obvio, porque está en los dedos, y pienso que el niño habría tenido una vida muy dura.”

La noticia está en la línea de una conversación, recogida por Fabrice Hadjadj en uno de sus libros [“Tenga usted éxito con su muerte”], con una chica que quiere abortar que, tiene el mismo trasfondo compasivo que el anterior, y que es muy ilustrativa:
“–Yo sería para él una madre demasiado mala, estaría resentida con él por haberme estropeado los estudios, me avergonzaría de estar resentida con él…prefiero sufrir yo en lugar de verlo sufrir a él. No quiero que sufra por no haber sido deseado. No quiero que sufra por mis reproches durante toda su vida.”
“– Podrías - replica mi mujer - dar en adopción a ese hijo, podría ser feliz en otra familia.”
“– De ninguna manera ¿Lo iba a llevar en mí nueve meses para darlo después? ¿Qué clase de madre sería? Saber que a mi hijo lo educan otros, ¡sería insoportable! Y pensando en él, ser adoptado no sería bueno para su equilibrio psíquico.”

Confiesa el autor que se quedaron sin habla ante tanta solicitud, como me quedé yo ante la muerte de un inocente para evitarle una hipotética discriminación y un futuro trauma infantil, y es que en esta “sociedad del crimen perfecto” ya no es necesario que un tirano imponga la muerte de los “imperfectos” por mor de una raza superior, lo hacemos nosotros solos, con nuestros propios hijos, por altruismo, por compasión, para evitarles sufrir. Como en “Arsénico por compasión”, una comedia disparatada en la que dos encantadoras ancianitas se dedican a acabar a base de arsénico con la vida de hombres solteros para evitar que sufran de soledad, a fuerza de ser caritativos y humanitarios hay a quien no le importa acabar con la vida de otro para evitar que sufra, como si la vida de quien tal cosa dispone estuviera libre de sufrimientos, y dan un paso voluntario al frente dispuestos a llevar sobre sí tal carga con tal de evitársela a su propio hijo.

Por supuesto habrá quien elimine a esos seres humanos por padecer real o presuntamente el Síndrome de Down, o cualquier otra afección o discapacidad, porque no son el producto perfecto y acabado que querían para sí, o simplemente por tener uno u otro sexo, como se ha defendido en Gran Bretaña desde un planteamiento que, hay que reconocer, es plenamente coherente con los postulados pro-choice: «Si las mujeres no son felices con el sexo de los hijos, pueden abortar (…). O aceptamos hasta el fondo cada elección de la madre, o no lo hacemos…No puedes ser pro choice, salvo cuando la elección no te gusta»; pero no, no me refiero ahora a quienes esgrimen este tipo de razones, sino a aquellos que sustentan su decisión en una virtud humana y cristiana tan maravillosa como es la compasión, una virtud que nace del amor al otro.

Decía Chesterton (Ortodoxia, Capt. III), que “la gente de hoy no es perversa; en cierto sentido aun pudiera decirse que es demasiado buena: está llena de absurdas virtudes supervivientes. Cuando alguna teoría religiosa es sacudida, como lo fue el cristianismo en la reforma, no solo los vicios quedan sueltos. Claro que los vicios quedan sueltos y vagan causando daños por todas partes; pero también quedan sueltas las virtudes, y estas vagan con mayor desorden y causan todavía mayores daños. Pudiéramos decir que el mundo moderno está poblado por las viejas virtudes cristianas que se han vuelto locas. Y se han vuelo locas, de sentirse aisladas y de verse vagando solas.”

Pues parece claro que es eso precisamente lo que le ha pasado a la compasión, una virtud que despojada de su raíz, que es el amor, se desquicia, se vuelve loca, y como en esa comedia disparatada, “Arsénico por compasión” – siendo un disparate, pero no una comedia - termina convirtiéndose, no solo en un argumento para acabar con una vida ajena, sino, de cara a la sociedad, en causa de mayores daños que su al menos sincero y reconocible contrario.