Ha sido una noticia que ha pasado prácticamente desapercibida. El pasado 10 de marzo de 2010 la izquierda parlamentaria española – PSOE, IU-ICV, ERC, y BNG – rechazó en la Comisión de Educación una proposición no de ley de CiU para instar al Gobierno a que impulsara la incorporación a los textos escolares del “Holodomor”, la masacre por hambre ordenada por el régimen comunista de millones de personas entre 1930 y 1932 en Ucrania (fundamentalmente), y reconocida como un crimen contra la humanidad por las Naciones Unidas y por el Parlamento Europeo.
Su lectura me ha recordado el capítulo de “Todo fluye” [Vassili Grossman], en el que una activista, Anna Serguéyevna, relata cómo lo vivió. “Para matarlos, era necesario declarar: los kulaks no son seres humanos. Sí, igual que cuando los alemanes dijeron que los judios no eran seres humanos. Lo mismo dijeron Lenin y Stalin: los kulaks no son seres humanos … a principios de 1930, comenzaron a deskulakizar a las familias… Se instó a que no quedara ni un solo kulak en el distrito para la época de siembra y que la vida pudiese tomar un nuevo rumbo. Nosotros decíamos: “Será la primera primavera koljosiana”… Entre tanto en el centro del distrito las prisiones estaban atestadas…El cine, el teatro los clubes, las escuelas todo estaba ocupado por los detenidos.”
Es la “deskulakización”, pero el infierno no ha hecho sino empezar, y el hambre, la locura, la muerte y el olvido se funden a lo largo de unas páginas cuya lectura hube de detener en más de una ocasión, incapaz de asimilar tal horror.
El hambre. “En el pueblo habían requisado todo el grano. Ni siquiera había semilla para plantar en primavera: habían confiscado hasta el último grano de reserva…Las carreteras estaban bloqueadas por las tropas, la milicia y el NKVD a los hambrientos procedentes del campo no los dejan entrar, no pueden acercarse a la ciudad. .. Los niños gritan, no duermen: también de noche piden pan…. Para entonces no quedaban gatos ni perros. …La hambruna era absoluta, la muerte se abatió sobre el pueblo. Primero niños y ancianos, luego personas de mediana edad. Al principio los enterraban, después dejaron de hacerlo. Había cadáveres por todas partes, en las calles, en los patios… se hizo el silencio. Todo el pueblo murió.”
La locura. “...algunos campesinos habían enloquecido, solo se hallaban en paz en la muerte. Se les reconocía por los ojos brillantes. Éstos eran los que troceaban a los cadáveres y los hervían, mataban a sus propios hijos y se los comían. En ellos se despertaba la bestia, cuando el hombre moría en ellos…. Pero ellos no eran culpables; culpables eran los que llevaron a una madre al extremo de comerse a sus hijos…Es por hacer el bien, el bien de la humanidad que llevaron a las madres hasta ese punto.”
Y el olvido. “Fue como si no hubieran vivido… ¿Dónde fue a parar esa vida? ¿Dónde están aquellos sufrimientos horribles? ¿Es posible que no haya quedado nada? ¿Es posible que nadie responda por todo aquello? ¿Qué todo se olvide, sin una palabra? La hierba lo cubrirá todo. Ahora te hago una pregunta: ¿cómo ha podido pasar todo esto?”
La hierba lo cubrió todo y, todavía hoy, hay quien sigue empecinado en cubrirlo, evitando el conocimiento de unos hechos históricos – como el holocausto judío - y su memoria, que es de justicia conservar porque, utilizando las mismas palabras de la Exposición de Motivos de la Ley 52/2007 de Memoria Histórica, “nadie puede sentirse legitimado, como ocurrió en el pasado, para utilizar la violencia con la finalidad de imponer sus convicciones políticas y establecer regímenes totalitarios contrarios a la libertad y dignidad de todos los ciudadanos, lo que merece la condena y repulsa de nuestra sociedad democrática». Lo que plantea la cuestión de la razón para ese veto.
Pero creo más interesantes dos cuestiones, íntimamente vinculadas, que son planteadas directamente por Anna Serguéyevna, y que afectan a la justicia y a la esperanza de los hombres: en primer lugar “¿cómo ha podido pasar todo esto?”, y en segundo lugar el problema de la justicia para víctimas y verdugos - “¿Dónde fue a parar esa vida? ¿Dónde están aquellos sufrimientos horribles? ¿Es posible que no haya quedado nada? ¿Es posible que nadie responda por todo aquello? - lo que nos remite al problema planteado por Theodor W. Adorno de que la justicia, una verdadera justicia, requeriría un mundo “en el cual no solo fuera suprimido el sufrimiento presente, sino también revocado lo que es irremediablemente pasado”.
Quedan planteadas.