domingo, 7 de febrero de 2010

El hombre que quería ser culpable.







Para qué citar casos concretos. Algunos son muy recientes y todos los recordamos, como recordamos la labor de algunos medios convirtiendo al verdugo en víctima inocente de un delito solo imputable a la sociedad. Ya no hay culpables, nos dicen, solo víctimas. El hombre es inocente de cualquier infamia que pueda cometer porque, condicionado por determinismos genéticos, biológicos, psíquicos, ambientales, educativos y socio-culturales, carece de libertad y, por tanto, no es responsable de sus actos.

Pero sin culpa no puede haber expiación, ni redención. A esa conclusión llega Torben, un hombre que quería ser culpable.

Henrik Stangerup, en la tradición de Swift, Orwell, Huxley, o Benson, relata en "El hombre que quería ser culpable" la historia de un escritor frustrado que para ganarse la vida trabaja en un organismo público dedicado a la "racionalización" del idioma - un tema interesante a la vista de las comisiones ministeriales en Igualdad y Justicia dedicadas a este tema - y que, en un ataque de ira, mata a su mujer a golpes. Un ejército de psiquiatras, psicoterapeutas, asistentes sociales y orientadores le son adjudicados para ayudarle a desembarazarse de la culpa, un concepto "abolido" por la sociedad, y para ello manipulan el pasado, procuran borrar en él toda memoria y niegan la verdad de sus emociones. 

Torben, despojado de su pasado, que incluye a un hijo, va enloqueciendo en su frustrado intento de probar que es responsable de sus actos, que es culpable, y que debe ser castigado - otro concepto abolido - porque es la única forma de ser redimido, y de recuperar a su hijo. Un intento condenado al fracaso en una sociedad asfixiante empeñada en "crear al hombre nuevo propio de la nueva sociedad supercompleja" que le confina como a un ratón de laboratorio, convencida de que "se podía extraer un valioso material empírico, de utilidad científica de este caso de específico de culpa imaginaria, derivado de una fe terca e irracional en la existencia de algo llamado núcleo de la personalidad.


Una historia inquietante, ¿no?











3 comentarios:

Leandro dijo...

Yo creo que, frente a esa corriente que niega la existencia de la culpa y los culpables, hay otra tendencia contraria bastante extendida: la de los que necesitan siempre un culpable con el que hacer negocio o pasar el rato. No hay grupo de comunicación que no tenga su culpable de la semana o del mes con el que llenar páginas y horas de información (por llamarla de alguna forma), ni comunidad vecinal que no encuentre un ratillo para concentrarse a la puerta de una comisaría o un juzgado a golpear coches celulares, proferir algunos insultos y salir un rato por la tele. En medio de ese batiburrillo, Torben lo habría tenido fácil. No le habría costado encontrar quien tirase la primera piedra

Desde el foro dijo...

Pues es verdad.
Y si atendemos a los antecedentes, supongo que el mismo Torben habría sufrido la conversión de villano (merecedor de la "justicia popular" en forma de linchamiento), en pobre víctima de las circunstancias, previo paso por programa de TV, y habría terminado igualmente en..., mecachis, casi se me escapa el final.

Leandro dijo...

Uy, uy, uy... cuidado con los finales, que los carga el diablo