domingo, 23 de diciembre de 2012

¡FELIZ NAVIDAD!


….Porque un niño nos es nacido,
hijo nos es dado,
y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.
Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite,
sobre el trono de David y sobre su Reino,
disponiéndolo y confirmándolo en juicio
y en justicia desde ahora y para siempre.
El celo de Yahweh de los ejércitos hará esto.

(Isaias 9.6-7, Año 700 a.C.)


"Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros" 
(Juan 1,14)

¡Feliz Navidad!


jueves, 20 de diciembre de 2012

Carta de Teófilo a Lucrecio



Recupero y transcribo, como hice en otra ocasión, una carta de la correspondencia entre Teófilo y Lucrecio, que viene muy a propósito para estos días, por si a alguien le pudiera servir de algo.  

"Mi querido amigo, Lucrecio:

Agradezco de corazón la carta de felicitación que por Navidad me envías, y hago míos tus buenos deseos para estas fechas que, me dices, te gustaría vivir plenamente.

Se que no te molestará entonces, amigo mío, si te digo que yerras cuando permites que tu mente – el corazón va detrás - se entretenga en torno a la fecha correcta del nacimiento de nuestro Señor, al número de los Magos de Oriente o al fenómeno astrológico que, en parte, les condujo hasta Él, a las fiestas paganas llamadas saturnales, o con el buey y la mula del belén, que para todos hay, y que debes estar prevenido frente a tales distracciones que hay quien gusta de procurar en estas fechas, y que tengo por tan curiosos como inútiles debates, que entretienen tanto a quienes combaten nuestra fe como a quienes la profesamos.

Bien sabes que no te digo que no haya que conocer de ellos, para así defender el correcto entendimiento de las Escrituras, que siempre se me ha escapado la razón de que haya quien piense que, por estar bautizado y haber en tiempos recibido la catequesis de Primera Comunión, conoce cuanto debe al respecto, y, como dijo uno de esos sabios a los que unos ya no recuerdan y otros ni tan siquiera conocen, para entrar en una Iglesia basta con quitarse el sombrero, no la cabeza. A lo que te invito es a que, durante estos días, tu mente, tu corazón, medite sobre el hecho central, milagro inconcebible, de que, como estaba anunciado desde antiguo (¿recuerdas la profecía? - Isaías 7, 14 - “Mirad: la Virgen ha concebido y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa Dios con nosotros”) “el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Juan 1,14), no vaya a ser que, enredados en tales debates, nos ocurra como a los príncipes de los sacerdotes y escribas que, interrogados por Herodes, dieron las indicaciones precisas para que los Magos pudieran llegar hasta el Mesías, que debía nacer en Belén de Judá, y no fueron con ellos. 

Hubo quien dijo que el pesebre es una cátedra, y lo tengo por cierto, que todo es colocarse delante del belén para, en silencio - que importante es el silencio, querido amigo, huir, aunque sea unos minutos al día, del ruido, a veces ensordecedor, que rodea estas fechas – meditar este gran misterio que es el Nacimiento, y agradecer a Dios su deseo de abajarse hasta nosotros para hacerse entender y querer. ¿Recuerdas cuantos y cuan variados personajes pasaron por la vida de Jesús?, pues te propongo que hoy, mañana, durante estos días, asistamos al Nacimiento como uno de esos primeros pastores que respondieron al anuncio del Ángel del Señor, ¿recuerdas la escena que relata San Lucas (2,8-16)?, ¿cómo nos acercaríamos tú y yo al portal? Que sentimientos tan contradictorios nos embargarían, ¿verdad?, sorprendidos ante la pobreza del lugar, de que un pesebre sirva de lecho al Mesías, al Hijo de Dios, y rendidos ante el milagro; sintiéndonos tan poca cosa, indignos de pisar la tierra que circunda al Nacido y, al tiempo, elegidos por designio divino para vivir y dar testimonio de ese acontecimiento...; ¡Dios mío!, a veces me asusta pensar si mi corazón, débil como es, sería capaz de reconocerlo.

No amigo mío, no nos perdamos en estas fechas en debates estériles, hagámonos como niños - los soberbios no tienen entrada en aquella pequeña gruta de Belén - y, tal y como propones, vivamos plenamente la Navidad.

Con un abrazo, se despide tu amigo

Teófilo"

lunes, 10 de diciembre de 2012

Uno de los nuestros


El pasado 2 de noviembre – tiene su aquel que fuera el día de difuntos - era noticia en un diario (El País) que la declaración de intenciones del ministro de Justicia, Ruiz Gallardón, de modificar la actual regulación del aborto - Ley Orgánica 2/2010 de 3 de marzo, de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo - para acabar con el sistema de plazos y volver al sistema de supuestos de la LO 9/1985, pero eliminando el aborto “eugenésico” (por malformaciones físicas o psíquicas del feto), había movilizado a algunos profesionales sanitarios que habían redactado un manifiesto contra la reforma porque, dicen, suprimir la opción de interrumpir el embarazo en esos casos tiene consecuencias trágicas para las familias afectadas. Ya antes una discapacitada asturiana, que se declaraba “feliz” porque su familia le hacía gozar de una vida satisfactoria, había conseguido miles de firmas contra la anunciada reforma afirmando que la decisión de traer al mundo a un hijo sabiendo que viene a luchar, a padecer dificultades por una malformación, solo compete a la madre y a la familia, que son los que se verán comprometidos a prestarle su dedicación; y en el mismo sentido un neurocirujano escribía un artículo en El País en el que, bajo el título “Nadie tiene derecho a obligar al sufrimiento”, daba cuenta de los esfuerzos (recursos) sanitarios y sociales que hay que dedicarles, y de los esfuerzos familiares y del propio niño para conseguir una calidad de vida que considera inaceptable por los problemas propios de cada enfermedad, con estancias hospitalarias (para operaciones o rehabilitación) que “hacen imposible una escolarización correcta”, para que al final terminen muchos de ellos muriendo [¿muchos? ¡Todos moriremos!], y terminaba preguntándose, “¿Cómo puede gestionar el gobierno este problema? ¿Qué se les puede explicar a las familias e inclusos a los futuros niños? ¿Qué por la decisión de un político que fue ministro de Justicia no han podido valorar otras opciones?”

Si puede sorprender la iniciativa de la discapacitada - no tanto, en realidad, porque resulta ser militante pro-abortista - que hace depender el derecho a la vida del concebido de la voluntad y de la generosidad de la madre y de su familia, la preocupación del neurocirujano, que debe ser la que suscriben esos otros profesionales sanitarios, autores o adheridos al manifiesto, da simplemente miedo cuando la única otra opción a valorar es la de darle una muerte temprana, por la “calidad de vida” que se prevé que tendrá, los esfuerzos que va a tener que dedicarle su familia, y los recursos (médicos, sociales, económicos en definitiva) que hay que emplear para que al final posiblemente, dice, ¡termine muriendo! Todos podemos sentirnos amenazados.

Personalmente tengo mis dudas de que se lleve a cabo esa reforma alguna vez (anunciada para este otoño, ya se ha aplazado porque hay otras prioridades, y entra dentro de lo posible que esperen a ver qué dice el Tribunal Constitucional, como con la Ley del matrimonio homosexual, y así tener una coartada para no hacer nada), pero en el terreno de las declaraciones, al menos, el ministro fue bastante claro al afirmar no entender "…que se desproteja al concebido, permitiendo el aborto, por el hecho de que tenga algún tipo de minusvalía o de malformación. Me parece éticamente inconcebible que hayamos estado conviviendo tanto tiempo con esa legislación. Y creo que el mismo nivel de protección que se da a un concebido sin ningún tipo de minusvalía o malformación debe darse a aquel del que se constate que carece de algunas de las capacidades que tienen el resto de los concebidos", y coherente al asumir que reformar la legislación vigente es una obligación inherente a los Tratados ratificados por España.

Vamos a ver, es verdad que el aborto eugenésico es contrario a la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (2006), vinculante para los 119 países, España entre ellos, que la han ratificado hasta ahora, y que en septiembre de 2011, el Comité de la ONU encargado de vigilar el cumplimiento de la Convención, hizo una advertencia a España porque permite ahora abortar sin invocar motivo hasta la semana 14, por peligro para la madre o anomalías del feto hasta la semana 22, y sin límite de tiempo si este tiene una enfermedad grave e incurable, señalando que “España debería abolir la distinción que hace la ley 2/2010 con respecto al plazo permitido para abortar, basada solo en la discapacidad”. Pero esa argumentación basada en el principio de igualdad y no discriminación presenta puntos débiles, porque – como afirmaba un compañero en un post – “la apelación desnuda al principio de igualdad es siempre un recurso peligroso. Por las mismas, podríamos también cargarnos otro de los supuestos que contemplaba la Ley de 1985, el llamado aborto “ético”: ¿acaso es legítimo discriminar al concebido a raíz de una violación versus el que es fruto de una relación consentida? Por otra parte, este argumento solo ataca la diversidad de trato, pero decae cuando no hay tal. Verbigracia, bajo esta óptica, una ley sería intachable si admitiera el aborto libre, sin distinción de supuestos, en el plazo más largo (22 semanas) ¡o incluso sin plazo!”; y tiene razón, pero la contradicción no se resuelve - como sostiene el autor - dejando la Ley como está, y tampoco con la propuesta del ministro, aunque sea un paso deseable, porque se sigue dando muerte a un ser humano, la violencia es violencia, sin que a ello obste en absoluto que se lleve a cabo, asépticamente, entre las blancas paredes de una clínica.

No deja de ser curioso el proceso por el que la falta de “calidad de vida” que se prevé para un ser humano, hace sentir a algunos una piedad anticipada por él, una falsa compasión que les hace obviar que, con enfermedad o sin ella, ese embrión es un ser humano, es decir, un ser vivo de la especie humana y, por tanto, merecedor de la misma protección que el resto de seres vivos de la especie humana que están en otros estadios de su desarrollo antes de su muerte, y llegan a la conclusión de que lo mejor para todo el mundo – incluidas, claro, las arcas del sistema sanitario - es matarlo.

En primer lugar hay que aclarar que la “calidad de vida” es en realidad un concepto clínico que surge para evaluar el grado de limitación y problemas de enfermos terminales, con unos índices en función del grado de conciencia, la existencia o no de dolor o de problemas con la alimentación y excreción, la capacidad de moverse por sí mismo, etc., con el objeto de saber si el tratamiento administrado es o no efectivo y así mejorar su atención. El problema es cuando ese criterio se absolutiza y se utiliza para medir la humanidad o la dignidad de las personas, con lo que la vida humana solo tendría valor si posee todos los atributos de calidad, y sin ellos sería impersonal, falta de dignidad y de sentido; es decir, bajo este punto de vista, si la vida humana ideal es la vida sana, con salud, que en definición de la OMS es un “estado de completo bienestar físico, mental y social; y no solamente la ausencia de enfermedad”, la vida enferma no sería propiamente vida humana, y esos índices de calidad de vida medirían no solo el grado de salud, sino propiamente el grado de humanidad de una entidad biológica, el hombre, y así los seres humanos que se encontraran en plenitud de facultades tendrían una dignidad máxima, frente a quienes no poseyendo ese grado de “calidad de vida” no poseerían esa dignidad humana plena, y no tendrían por tanto los mismos derechos, a la atención sanitaria, o a la misma vida.

Son conocidos en este punto los “Indicadores de humanidad” de Joseph Fletcher, de los años 70, que exigían para reconocer como tal a un hombre un determinado coeficiente intelectual, autoconciencia, autocontrol, sentido del tiempo, del futuro y del pasado, habilidad para comunicarse, control de la propia existencia, curiosidad, mutabilidad y creatividad, equilibrio entre sentimiento y razón, actividades distinguibles y funcionamiento neocortical. El problema es que si fuera legítimo matar a un ser humano porque corre el riesgo de tener una vida "sin valor" por no cumplir con unos determinados parámetros, entonces sería legítimo matar a todos los que entren en esos mismos parámetros, siempre arbitrarios, porque ¿en dónde se sitúa la “calidad de vida” de una persona? De hecho, con la aplicación de esos “indicadores”, ni el feto, ni el comatoso, ni el débil mental, ni el simple enfermo crónico, ni una persona sana que esté durmiendo – que, como el embrión, tampoco tiene en ese momento la capacidad de anticipar y temer lo que le va a suceder, como decía el autor del post citado para justificar su aborto porque, por esa razón, es de todos el que menos sufre - tienen todas esas actividades y, por ende, no serían personas, con lo que eso implica.

El hecho es que ante el diagnóstico precoz de una enfermedad o malformación que puede implicar una “calidad de vida” cuestionable según esos criterios, nace a veces una piedad anticipada por el feto; una psicología devastadora nos ha enseñado tan eficazmente los traumatismos de la infancia que preferimos suprimir un hijo a tener un hijo traumatizado por sus limitaciones, una sociedad caracterizada por la búsqueda del bienestar material a cualquier coste nos ha inoculado tal miedo, tal pavor en realidad, a la enfermedad y a la muerte que preferimos matarlo anticipadamente, con el convencimiento interior, además, de que es un acto de bondad – al fin y al cabo todos necesitamos dormir bien – y con el beneplácito y ayuda de una sociedad que ha dividido el trabajo de una forma tan burocrática que nadie pueda ser tenido por culpable, todos participan, y ninguno de ellos nota que sus manos se manchan.

No me resisto a transcribir, a este respecto, un diálogo real con una chica que quiere abortar, recogido por Fabrice Hadjadj [“Tenga usted éxito con su muerte”] que, aunque no se refiere a un supuesto de enfermedad o malformación, es muy ilustrativo:
“–Yo sería para él una madre demasiado mala, estaría resentida con él por haberme estropeado los estudios, me avergonzaría de estar resentida con él…prefiero sufrir yo en lugar de verlo sufrir a él. No quiero que sufra por no haber sido deseado. No quiero que sufra por mis reproches durante toda su vida.”
“– Podrías - replica mi mujer - dar en adopción a ese hijo, podría ser feliz en otra familia.”
“– De ninguna manera ¿Lo iba a llevar en mí nueve meses para darlo después? ¿Qué clase de madre sería? Saber que a mi hijo lo educan otros, ¡sería insoportable! Y pensando en él, ser adoptado no sería bueno para su equilibrio psíquico.”

Confiesa Hadjaj que se quedaron sin habla ante tanta solicitud, y es que en casos como este, en lo que denomina la “sociedad del crimen perfecto”, eliminamos al otro por altruismo.

Lo cierto es que, con enfermedades, alteraciones o discapacidades, o sin ellas,  a la pregunta acerca de cuándo comienza la vida humana (no la “persona”, que es un concepto distinto, jurídico y, por tanto, arbitrario) debe responder la ciencia, y a este respecto existe un virtual consenso: un ser vivo es aquél que ha iniciado su ciclo vital y aún no lo ha terminado, y cuyas partes forman un todo, y esa es la realidad del embrión: el ser humano empieza con el zigoto, resultado de la “fusión” de un óvulo y un espermatozoide, y el zigoto unicelular, en el día uno de la concepción, es ya un organismo único de la especie homo sapiens. Inmediatamente después de ser concebido empieza a producir enzimas y proteínas humanas y a dirigir su propio crecimiento y desarrollo. No se trata de una simple masa de células, simple tejido, o de un ser humano “potencial” o “posible”, sino de un ser humano, “una nueva, genéticamente única, recién existente, vida humana individual”, sin que la apariencia física del embrión juegue papel alguno en el debate, porque si bien es cierto que un embrión es físicamente muy distinto de un adulto de treinta años, también lo es un feto respecto a un adulto y un bebé respecto a un abuelo; pero lo que cambia es el “formato” no la naturaleza, que es la misma. La vida de un individuo tiene su origen en el zigoto y concluye con la muerte, y cualquier fotograma que se elija de este proceso vital se percibirá idéntico al fotograma anterior y al posterior, por lo que el estado embrionario del ser humano es sólo una fase más de su desarrollo, como lo es, por ejemplo, la niñez, y no hay modo (que no sea una arbitrariedad) de establecer una línea divisoria en el proceso evolutivo que separe lo que se presume humano de lo que no, por lo que, entre otras razones, el más elemental sentido de la prudencia obliga a protegerlo.

La contradicción a la que antes nos referíamos no se resuelve por tanto, como ya adelantábamos, con la propuesta de seguir con la legislación actual (Ley 2/2010) preconizada por algunos, ni con la de volver a la situación anterior, pero eliminando el aborto eugenésico, anunciada por el ministro, la contradicción solo desaparece si acudimos a la concepción antropológica clásica de la dignidad humana que va ligada al modo de ser racional del hombre, y que puede manifestarse o no, dependiendo de las circunstancias, pero que pertenece al ser, a la esencia misma del individuo, y es el fundamento del respeto ético hacia el hombre, sean cuales sean sus circunstancias, y fundamento de los derechos humanos de que son titulares cada hombre.

La contradicción se resuelve, en definitiva, utilizando el concepto de calidad de vida como lo que es, un concepto clínico, no un criterio para medir el grado de humanidad, dejando de lado esa falsa compasión que solo sirve para aliviar la conciencia y poder conciliar el sueño, y reconociendo sin ambages ni condiciones que el embrión es uno de los nuestros.

miércoles, 24 de octubre de 2012

Like a virgin, in a Brave new world?


Leía hace unas semanas (17/09/2012), en El País, un artículo a propósito de un libro de  Aarathi Prasad titulado “Like a virgen. How Science es redifining the rules of sex”, en el que la autora reflexiona sobre los avances científicos en la reproducción asistida y predice un futuro cercano –lo cifra en 15 años– en el que las mujeres no sólo podrán tener hijos sin tener relaciones sexuales, como ya es posible a través de la fecundación in vitro y la donación de esperma, sino que lo podrán hacer sin tener que experimentar su embarazo, es decir, sin gestación; afirma que el sexo para reproducirse puede pasar a la historia, que la investigación científica está reescribiendo las reglas de la reproducción sexual, y que los expertos están perfilando alternativas a lo que denomina la “concepción tradicional” para adaptarse a los cambios sociales, al abrir la puerta a matrices artificiales, con ovarios y espermatozoides creados desde el laboratorio, lo que permitirá una  “igualdad social” nunca vista en la reproducción sexual, ya que no solo permitirá que las mujeres no tengan limitaciones de ningún tipo para tener hijos a demanda, sino que estos avances también permitirán a los hombres pasar el mismo proceso, y a las parejas gays tener hijos con el ADN de sendos padres.

Es evidente la ideología de genero que lo informa, una ideología que se desarrolla a partir de los años 70 como resultado de la mezcla de algunas teorías marxistas y estructuralistas, con postulados de algunos representantes de la “revolución sexual” y del existencialismo ateo, y que ha encontrado un ambiente favorable en la antropología individualista del neoliberalismo radical. Afirma que no somos hombres o mujeres por naturaleza sino como resultado de una “construcción social” cuyo objeto es el sometimiento de la mujer, y que para que hombre y la mujer sean iguales hay que llegar a una sociedad sin clases de sexo, lo que requiere "que la clase subyugada (las mujeres) se alce en revolución y se apodere del control de la reproducción; se restaure a la mujer la propiedad sobre sus propios cuerpos, como también el control femenino de la fertilidad humana, incluyendo tanto las nuevas tecnologías como las instituciones sociales de nacimiento y cuidado de niños.” En sociedades más imaginativas – decían - la reproducción biológica podría asegurarse con otras técnicas."

Pues bien, la imaginación ha llegado al poder, y aunque todavía no existe una matriz artificial que permita gestar bebés fuera del cuerpo de la madre, se está investigando y podría ser realidad en un futuro próximo, lo que explica que se haya encendido un polémico debate en Gran Bretaña, y es normal, pero no podemos sorprendernos, porque hace ya mucho tiempo que empezamos a dar todos los pasos necesarios para ello.


Los primeros minutos del video que antecede, de la película “Un mundo feliz”, basada en el libro del mismo nombre (“Brave new world”, es el título en inglés) de Aldous Huxley, muestran la visita de unos estudiantes al “Centro de Incubación y Condicionamiento de la Central de Londres”, en el que se les enseña el proceso de producción de seres humanos en un mundo distópico en el que palabras como “padre”, “madre” o “familia”, están proscritas, porque los seres humanos son fabricados según diferentes “calidades” y condicionados artificialmente – básicamente para estar satisfechos de su condición y ser consumidores compulsivos - , según las necesidades de la Sociedad que, por supuesto, son definidas por unos pocos hombres. 

El video es bastante explícito, pero es más ilustrativa la explicación del proceso de fabricación que en el libro da el Director del Centro: “Esto –siguió el director, con un movimiento de la mano– son las incubadoras. –Y abriendo una puerta aislante les enseñó hileras y más hileras de tubos de ensayo numerados– La provisión semanal de óvulos –explicó- conservados a la temperatura de la sangre; en tanto que los gametos masculinos – y al decir esto abrió otra puerta – deben ser conservados a treinta y cinco grados de temperatura en lugar de treinta y siete… Sin dejar de apoyarse en las incubadoras, el director ofreció a los nuevos alumnos…una breve descripción del moderno proceso de fecundación. Primero habló naturalmente de sus prolegómenos quirúrgicos, “la operación voluntariamente sufrida para el bien de la Sociedad, aparte el hecho de que entraña una prima equivalente al salario de seis meses”; prosiguió con unas notas sobre la técnica de conservación de los ovarios extirpados de forma que se conserven en vida y se desarrollen activamente; pasó a hacer algunas consideraciones sobre la temperatura, salinidad y viscosidad óptimas; prendidos y maduros; y acompañando a sus alumnos a las mesas de trabajo, les enseñó en la práctica cómo se retiraba aquel licor de los tubos de ensayo; cómo se vertía gota  a gota sobre placas de microscopio especialmente caldeadas; cómo los óvulos que contenían eran inspeccionados en busca de posibles anormalidades, contados y trasladados a un recipiente poroso; como…este recipiente era sumergido en un caldo caliente que contenía espermatozoides en libertad…cómo los óvulos fecundados volvían a las incubadoras, dónde los Alfas y los Betas permanecían hasta que eran definitivamente embotellados, en tanto que los Gamma, Deltas y Epsilones eran retirados al cabo de solo treinta y seis horas para ser sometidos al método Bokanosky.”     

En 1931, cuando se publicó el libro, podía considerarse ciencia ficción, pero hoy estamos más cerca de lo que nunca hubiéramos imaginado de ese “mundo feliz”, por lo menos, por lo que se refiere al proceso de producción y selección de seres humanos, y además, como en el libro, sin necesidad de coerción sobre los individuos.

¿No es cierto que para controlar el nivel de población, dentro de lo que algunos – neomalthusianos, ambientalistas, etc. - consideran adecuado, se ha promovido y promueve la esterilización, incluso a veces de forma masiva? ¿No es cierto que ya existen Bancos de óvulos y de espermatozoides, y que se ofrece con normalidad la fecundación in vitro como un método relativamente eficaz para resolver los problemas en la concepción? Y es, sin embargo, una técnica ineficaz, nada inocente desde el punto de vista moral, entre otras razones por lo que implica la fabricación de embriones, la selección de unos y el descarte de otros, la muerte de los que no consiguen prender, e incluso a veces la eliminación de algunos ya prendidos, los más débiles, en caso de embarazo múltiple. Nada de esto se explica, sin embargo, a quien podría estar interesado, no se pregunta por quien sospecha podría ver comprometido su deseo, o sencillamente no importa. ¿Y no es cierto que ya se está produciendo una criba eugenésica mediante el aborto de todos aquellos seres humanos que son detectados tempranamente como “no aptos” por padecer alguna minusvalía física o psíquica? Y todo eso lo hacemos nosotros solos, sin coerción alguna, en ejercicio, en unos casos de la “libertad sobre el propio cuerpo”, permitiendo su mutilación, o donando o vendiendo óvulos o esperma; en otros de una "opción por la maternidad", concebida como un derecho a tener hijos que debe ser satisfecho; y en otros por una anticipada compasión que lleva a suprimir al que padece alguna anomalía, pensando incluso que nadie tiene derecho a obligarlo a sufrir, y que existe la obligación moral de matarlo.

Para completar el proceso de fabricación relatado por Aldous Huxley faltaba una cosa, el útero artificial, porque si bien es cierto que ya teníamos los vientres de alquiler, claro, no es lo mismo, sobre todo si se consiguiera crear un modelo de útero portátil que pudiera colocarse en el salón del hogar, en el que se podría cuidar al embrión como si fuera un “tamagochi”, haciendo realidad los deseos de tantas personas, de cualquier sexo, sean pareja o no; pero “Que el deseo sea la medida de lo real, y no al revés, pone claramente de manifiesto que nos movemos en un universo virtual, donde el cliente es el rey, pero donde el hombre es un esclavo.” [F. Hadjaj], porque el poder sobre la naturaleza que se exhibe como una victoria del progreso, de la humanidad, y de la libertad no es sino el poder de unos hombres sobre otros hombres.

“Imagina dejar de pensar en el “tic-tac” de tu reloj biológico. Saber que aunque seas mayor de 35 años, todavía puedes ser madre sin factor de riesgo. Imagina una concepción y gestación exenta de sexo y de sentir el embarazo en tu propio cuerpo. Que tu bebé, generado en un laboratorio a partir de células madre o cromosomas sintéticos, crezca en una matriz artificial, con un molde calcado al de tu útero.”, decía el artículo de El País al que me refería al principio.

Prefiero no imaginarlo, creo que es una pesadilla, pero una pesadilla que comenzó hace ya tiempo, aunque se esté acercando ahora al paroxismo, con el impulso, aquiescencia o silencio cómplice – el vestíbulo de los ignavos debe estar atestado - de casi todos.

viernes, 28 de septiembre de 2012

A vueltas con la Educación diferenciada


Oigo en la SER, el pasado día 21, que el ministro de Educación, José Ignacio Wert, garantizará la financiación pública de la enseñanza diferenciada por Ley, “en contra del criterio del Tribunal Supremo”, y al día siguiente, en el diario “El Mundo”, se insiste en la idea de que Pese a las sentencias del Tribunal Supremo, el anteproyecto [de ley de educación] abre las puertas a las comunidades autónomas para otorgar conciertos a colegios que separan a los niños por sexo”, mientras que el diario “El País” del mismo día se critica esa posibilidad y dice que el PP acepta la educación diferenciada “para poder subvencionar a sus grupos de presión”, insistiendo en la misma idea, ya lanzada este pasado verano, de que el PP gobierna para el Opus (y para la Banca), que llevó al dirigente socialista Tomás Gómez a afirmar que habría que impedir por Ley que la gente del Opus desempeñara cargos públicos, convirtiéndose rápidamente en TT en Twitter, en el que se podía leer de todo, pero hubo uno que me hizo gracia – humor negro si se quiere – que reflejaba el tenor de muchos de los tuits que se podían leer: “Que dice Tomás Gómez que los del Opus deben llevar una O cosida en la ropa y sentarse en la parte de atrás de los autobuses",  …para qué decir más.

De lo que se trata, en definitiva, es que si Voltaire dijo aquello de “No comparto lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”, hay quienes citándolo de boquilla sostienen de hecho todo lo contrario, y vienen a decir algo así como “No comparto lo que dices, y estoy dispuesto hasta a darte muerte (civil, y para la vida  pública, se entiende) para que no puedas decirlo.”, lo que, en mi opinión, solo refleja el miedo a las ideas, al debate, en definitiva el miedo a la libertad ajena, fuera de los estrechos márgenes de una visión sectaria que confunde lo público y lo estatal, concebido como un poder omnímodo, fuente de moral, siempre que lo detenten ellos, claro.

El debate en torno a la educación diferenciada – un hecho diferencial español, porque es en buena medida ajeno a lo que sucede en nuestro entorno – es un buen ejemplo de ello.

Ya me he referido antes a la educación diferenciada, en la entrada “Enseñanza diferenciada, yo sí, gracias”, por razón del recurso interpuesto por FTE-UGT contra la renovación del concierto a dos colegios de educación diferenciada en “Mentiras, tonterías y prejuicios”, de forma tangencial en una entrada sobre “Educación y libertad” , y más extensamente en la entrada “Enseñanza diferenciada: una opción exigible”, y no voy a reiterar ahora los argumentos, porque lo que me interesa es esa afirmación de que se defiende la enseñanza diferenciada pese a, o en contra de las sentencias del Tribunal Supremo…, pero vamos a ver, ¿alguien de esos medios de comunicación ha leído las sentencias del Tribunal Supremo a que se refieren?

Para dejarlo claro, el Tribunal Supremo en ningún momento dice en esas sentencias que la enseñanza diferenciada sea discriminatoria, es que no lo puede decir, porque no lo es, porque las normas de la Constitución Española sobre igualdad y discriminación y sobre el derecho a la educación deben interpretarse conforme a la Declaración Universal de Derechos Humanos y demás tratados y acuerdos internacionales sobre dichas materias ratificados por España que, una vez publicados  oficialmente, forman parte de nuestro ordenamiento jurídico, porque así lo dispone expresamente nuestra Constitución; y entre esos tratados está la Convención relativa a la lucha contra las discriminaciones en la esfera de la enseñanza, adoptado el 14 de diciembre de 1960 por la UNESCO, refrendada por el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU en 1999, cuyo art. 1.1 dice que “…se entiende por “discriminación” toda distinción, exclusión, limitación o preferencia, fundada en la raza, el color, el sexo, el idioma, la religión, las opiniones políticas o de cualquier otra índole, el origen nacional o social, la posición económica o el nacimiento, que tenga por finalidad o por efecto destruir o alterar la igualdad de trato en la esfera de la enseñanza…” y en su art. 2 dice expresamente que “…no serán consideradas como constitutivas de discriminación en el sentido del artículo 1 de la presente Convención: a. La creación o el mantenimiento de sistemas o establecimientos de enseñanza separados para los alumnos de sexo masculino y para los de sexo femenino, siempre que esos sistemas o establecimientos ofrezcan facilidades equivalentes de acceso a la enseñanza, dispongan de un personal docente igualmente calificado, así como de locales escolares y de un equipo de igual calidad y permitan seguir los mismos programas de estudio o programas equivalentes; y en el mismo sentido podríamos citar los Pactos Internacionales de Nueva York, de 1966, la Declaración de la ONU sobre la eliminación de la discriminación a la mujer, de 7 de noviembre de 1967, o la Convención sobre la eliminación de toda forma de discriminación a la mujer, de 18 de diciembre de 1979.

La conclusión evidente, mientras que el Estado español siga siendo parte de esas convenciones y tratados, es que no es discriminación por razón del sexo en la educación la creación o mantenimiento  de centros escolares separados para alumnos de cada sexo siempre que dichos centros se atengan a los mismos requisitos de programas, exigencia de objetivos y rendimiento al alumnado, cualificación del profesorado y calidad de medios materiales, permitiendo a todos ellos alcanzar los mismos niveles educativos y las mismas especialidades, y por eso el Tribunal Supremo nunca ha dicho que esa educación deba ser abolida por discriminatoria, ni tampoco lo ha dicho ahora.

Pero entonces, ¿qué es lo que ha dicho Tribunal Supremo?

Pues lo que ha dicho es que “nadie ha puesto en duda la legitimidad del sistema de educación diferenciada; cuestión distinta es que a partir de la entrada en vigor de la Ley Orgánica 2/2006 (LOE) sea posible que esos centros privados puedan tener la condición de concertados sostenidos con fondos públicos, cuando expresamente en el régimen de admisión de alumnos se prohíbe la discriminación por razón de sexo, artículo 84.3 de la Ley.”; y eso ¿por qué?, porque considera significativo que la Ley Orgánica 8/1985 de Derecho a la Educación (LODE) y, posteriormente, Ley Orgánica 10/2002 de Calidad en la Educación (LOCE) no incluyeran el “sexo” entre los motivos por los que no se puede discriminar a los alumnos, y que sí lo haga el art. 84.3 de la Ley Orgánica 2/2006 de Educación (LOE), actualmente en vigor, señalando que “el sistema de enseñanza mixta, en el caso de los centros concertados, es una manifestación o faceta más de esa competencia sobre la admisión del alumnado que corresponde a la Administración educativa que financia dichos centros concertados; esto es, forma parte de esa intervención estatal que limita el derecho de dirección en los centros privados que reciben ayudas públicas en virtud de lo establecido en el 27.9 CE.”  

La cuestión es muy discutible, desde el punto de vista jurídico, y discutida en un voto particular a la misma STS de 23/07/2012, porque lo que dice el artículo 84 LOE es que “1. Las Administraciones educativas regularán la admisión de alumnos en centros públicos y privados concertados de tal forma que garantice el derecho a la educación, el acceso en condiciones de igualdad y la libertad de elección de centro por padres o tutores. . 3. En ningún caso habrá discriminación por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.", lo que no añade nada nuevo al art. 14 CE, ni a los Convenios y tratados internacionales, ni a la normativa anterior, aunque ahora se haya incluido la palabra “sexo”, y ni el artículo 84 dice que solo la enseñanza obligatoria impartida en régimen de coeducación podrá ser financiada con recursos públicos, ni regula el régimen de conciertos.

Pero no se trata aquí de entrar en ese debate jurídico, sino de dejar constancia –por las manifestaciones de los medios (la SER, El País, El Mundo), a que me he referido al principio- de que en definitiva, lo único que ha dicho el Tribunal Supremo es que, sin discutir la legitimidad de la educación diferenciada (que sí podría discutir por inaceptable si fuera discriminatoria), es competencia del Estado establecer los requisitos legales para el acceso al sistema de conciertos económicos, y ha elegido con la LOE denegarlo a los Colegios de educación diferenciada.

Por tanto, si es solo una opción del legislador, tan válida es la contraria, si no más por lo que implica de respeto al derecho y libertad de los padres  - el art. 14 de la Carta Derechos Fundamentales de la Unión Europea reconoce el “derecho de los padres a garantizar la educación y la enseñanza de sus hijos conforme a sus convicciones religiosas, filosóficas y pedagógicas.” -, y si en definitiva la cuestión es si la educación diferenciada es o no discriminatoria por razón del sexo, y no lo es siempre y cuando se oferte en las mismas condiciones a ambos sexos, como ha dicho el ministro, “entonces lo que sí es una discriminación es excluirla del sostenimiento público, del sistema de conciertos.”, y eso es lo que se pretende corregir por Ley.

En definitiva – y habrá que reiterarlo tantas veces cuantas sean necesarias - , no es discriminatoria, no lo es, y de lo que se trata es de defender la libertad de los padres a elegir para sus hijos entre una u otra opción pedagógica, diferenciada o coeducación, pero una posibilidad real no circunscrita a quienes puedan pagarlo y/o respondan a un determinado ideario, lo que implica que habría que ir más allá, y no solo permitir el concierto económico a aquellos colegios que así la impartan, sino exigir de Estado y Comunidades Autónomas que oferten esa posibilidad en la red pública de enseñanza.

jueves, 20 de septiembre de 2012

La humillación de Heraclio



El pasado 14 de septiembre, como cada año, celebró la Iglesia la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, día en el que se recuerda la restitución de la Santa Cruz a Jerusalén, tras ser recuperada de los persas por el emperador Heráclio (Flavius Heraclius Augustus), una historia que nos enseña algo importante.

Cuenta la Historia que Cosroes II, rey persa de la dinastía de los sasánidas, que accedió al trono de manos del emperador bizantino Mauricio, rompió la alianza entre ambos imperios al ser asesinados dicho emperador y toda su familia por Focas, en noviembre del año 602, y aprovechó para atacar al imperio bizantino, reconquistando la provincia de Mesopotamia, tomando Damasco en el año 613, y Jerusalén en el año 614, causando graves daños a la Iglesia del Santo Sepulcro y llevándose consigo la Vera Cruz como trofeo que, se dice, colocó en el escabel de su trono para demostrar su desprecio por los cristianos. Mientras tanto, depuesto y ejecutado el emperador Focas por Heraclio, que fue proclamado emperador del imperio bizantino en el año 610, comenzó una serie de campañas contra el imperio persa, al principio desastrosas, pues los persas conquistaron Palestina y Egipto, devastaron Anatolia, y llegaron hasta las misma puertas de Constantinopla; acordada la paz a cambio de onerosas condiciones - un tributo anual de mil talentos de oro, mil talentos de plata, mil vestidos de seda, mil caballos y mil vírgenes para el rey persa -, el emperador Heraclio la utilizó para reconstruir el ejercito imperial, y el 5 de abril del año  622 partió de Constantinopla, agrupó sus fuerzas en Asia Menor, y lanzó una nueva contraofensiva que, en sucesivas campañas a lo largo de varios años, le llevó hasta las mismas puertas de Ctesifonte, la capital del imperio persa; el rey Cosroes II fue depuesto y asesinado tras un golpe de estado dirigido por su hijo Kavdad II que inmediatamente buscó un acuerdo de paz, aceptando la retirada de todos los territorios ocupados, un golpe del que el imperio persa ya no se recuperó.

Hasta aquí la pincelada histórica para ubicarse, y ahora la historia que me interesa.

El hecho es que la Santa Cruz fue recuperada, y restaurada a su ubicación en Jerusalén en el año 630, en una ceremonia majestuosa en la que el emperador Heraclio, con toda la pompa propia del esplendor imperial bizantino, quiso cargar con la Cruz, como había hecho Cristo a través de la ciudad, pero tan pronto puso el madero al hombro e intentó avanzar hacia el recinto sagrado, no pudo hacerlo y quedó paralizado. El patriarca de Jerusalén, Zacarías, que iba a su lado, le indicó que todo aquel esplendor imperial era contrario a la humildad y dolores de Cristo cuando iba cargando con la cruz por las calles de Jerusalén; entonces el emperador Heraclio se humilló, y despojado de su atuendo imperial, depuesta la majestad de sus mantos y de su corona, con ceniza en la cabeza, sayal de penitente y descalzo, la cruz se volvió ligera en sus brazos, y pudo avanzar sin dificultad seguido por todo el pueblo hasta dejar la Cruz en el sitio donde antes era venerada.

La soberbia fue la que impidió al emperador Heraclio avanzar con la Santa Cruz como pretendía, y solo su humillación lo hizo posible, y no tiene nada de particular si consideramos que el mal del demonio no consiste en su debilidad por el alcohol o las drogas, o por las obscenidades genitales, ni en un apetito desordenado por los bienes materiales, sino, precisamente, como dice San Agustín [La ciudad de Dios], en que “es infinitamente soberbio y envidioso.”, y es que fue la soberbia (que precede a la envidia) lo que estuvo en el origen de su rebelión contra Dios.

La humildad [del latín “humilitas”, “pegado a la tierra”] es la virtud moral contraria a la soberbia, y es una virtud que, como dice Salvador Canals, “se resiente del valor del nombre que lleva y de las realidades que encierra. Ninguna otra virtud es, en efecto, tan menospreciada y tan poco y mal conocida, tan ignorada y deformada, como esta virtud cristiana…”, porque no equivale a tener angustia o temor, ni a ese vergonzante encogimiento aborregado que ha dado lugar a que se califique la moral cristiana como una moral de esclavos, ni a esa falta modestia que encubre la pereza, sino al reconocimiento por el ser humano de sus limitaciones y debilidades, pero también de sus cualidades y capacidades, para obrar en bien de los demás, reconociendo (lo que implica conocer y amar) su dependencia de Dios, que es siervo elevado a la categoría de hijo de Dios, y es una virtud que es la base sobrenatural de todas las virtudes y, por tanto, camino seguro hacía el Cielo.

No parece a priori difícil porque, normalmente, ni estamos en condiciones de llevar un manto y corona imperiales, ni somos estrellas del firmamento futbolístico, u otros firmamentos, y no nos damos por aludidos (es la misma simplificación que nos lleva a pensar en el demonio con el trazo grueso de las patas de cabra y cuernos con que se le representa, cuando sus intervenciones son bastante más inteligentes y sutiles) y, sin embargo, ¡hay tantas pequeñas manifestaciones de falta de humildad!

Solo a título de ejemplo, traigo a colación el punto 263 de Surco: Déjame que te recuerde, entre otras, algunas señales evidentes de falta de humildad: pensar que lo que haces o dices está mejor hecho o dicho que lo de los demás; querer salirte siempre con la tuya; disputar sin razón o - cuando la tienes-  insistir con tozudez y de mala manera; dar tu parecer sin que te lo pidan, ni lo exija la caridad; despreciar el punto de vista de los demás; no mirar todos tus dones y cualidades como prestados; no reconocer que eres indigno de toda honra y estima, incluso de la tierra que pisas y de las cosas que posees; citarte a ti mismo como ejemplo en las conversaciones; hablar mal de ti mismo, para que formen un buen juicio de ti o te contradigan; excusarte cuando se te reprende; encubrir al Director algunas faltas humillantes, para que no pierda el concepto que de ti tiene; oír con complacencia que te alaben, o alegrarte de que hayan hablado bien de ti; dolerte de que otros sean más estimados que tú; negarte a desempeñar oficios inferiores; buscar o desear singularizarte; insinuar en la conversación palabras de alabanza propia o que dan a entender tu honradez, tu ingenio o destreza, tu prestigio profesional...; avergonzarte porque careces de ciertos bienes...”, y el etcétera que podría añadir cada uno por su cuenta.

No parece tan difícil incurrir en falta de humildad, ¿verdad? Creo que hay que hacérselo ver, examinarse ahora – haremos, además, más grata la vida a los demás -, antes del examen final, que también llegará, y que Dios nos ampare y tenga misericordia.

domingo, 3 de junio de 2012

El buen alienígena


Ya me referí en una ocasión, a propósito del discurso de Charles Chaplin en la película “El Gran Dictador”, a la fe en el progreso y en la ciencia como instrumentos liberadores de la humanidad, una idea que nace en la Edad Moderna, que pervive todavía, alimentada por un crecimiento científico, tecnológico y biotecnológico exponencial, y que he visto recientemente reproducida, en versión alienígena,  en una noticia, en el diario ABC del pasado 25 de mayo, que se refería a la crítica del Instituto SETI para la búsqueda de vida inteligente fuera de la Tierra a los creadores de películas de ciencia ficción de Hollywood, por su tendencia a presentar a los alienígenas como invasores hostiles, hay que reconocer que con cierta razón porque desde E.T. no recuerdo a ningún otro extraterrestre bondadoso, y han pasado ya unos cuantos años. La directora de dicho Instituto, Jill Tarter, afirma que los alienígenas de ciencia ficción dicen más sobre nosotros que sobre ellos mismos, que esas películas son una metáfora de nuestros propios miedos, muestra su desacuerdo con Stephen Hawking cuando advirtió que la vida extraterrestre podría tratar de conquistar o colonizar la Tierra - lo que no se cómo puede descartarse como hipótesis -, y hace una afirmación sorprendente, tanto más por venir de una científica: “Si los extraterrestres nos visitaran significaría que tendrían la capacidad tecnológica lo suficientemente sofisticada como para no necesitar esclavos, alimentos u otros planetas. Vendrían simplemente a explorar y, teniendo en cuenta la edad del universo, probablemente no sería su primer encuentro extraterrestre.”

Lo siento pero esa afirmación no es científica, ni siquiera a nivel divulgativo, porque no es expresión de una hipótesis, sino de fe, en la ciencia y en el progreso científico como instrumentos que habrían liberado a los extraterrestres de aquellos agentes externos que condicionaban su voluntad y los impulsaban a hacer el mal – la necesidad de esclavos, alimentos o materias primas - por lo que ahora, desprendidos de ese pesado bagaje de las circunstancias externas, por fin dominadas, solo podrían ser “buenos”, y solo podrían sentir curiosidad hacia otros mundos al haber vuelto a una condición semejante a la de “el buen salvaje”, tópico mito de la Edad Moderna, pero con naves espaciales.

La idea no es nueva, por lo menos aquí en el planeta Tierra, y conste que es la misma Jill Tarter la que está aplicando conceptos y motivaciones “humanas” a los alienígenas, porque fue en nuestra Edad Moderna (s. XVI-XVIII), así llamada en contraposición a la “oscuridad” de la Edad Media, cuando se desarrolló la esperanza en la instauración de un mundo perfecto que se lograría gracias a los conocimientos y a la ciencia; y si para Francis Bacon (1561-1626) estaba claro que los descubrimientos y las invenciones apenas iniciadas eran solo un comienzo, y que gracias la sinergia entre ciencia y praxis se seguirían descubrimientos totalmente nuevos y surgiría un mundo totalmente nuevo, el reino del hombre, Immanuel Kant (1724-1804) describía la  Ilustración como la llegada del hombre a su mayoría de edad, una liberación de la inteligencia de controles externos, que expresaba con ese “Sapere aude”, atrévete a saber, que significaba su fe en la bondad natural del hombre, una creencia optimista en la razón y su confianza en la ciencia y en la investigación empírica que liberarían al hombre de sus enemigos, la tiranía política, el fanatismo religioso, la hipocresía moral y el prejuicio. 

Eso, la verdad, era y es pedir demasiado a la ciencia. Francis Bacon y los seguidores de la corriente de pensamiento de la edad moderna inspirada en él se equivocaban al considerar que el hombre sería redimido por medio de la ciencia, como se siguen equivocando quienes, gracias fundamentalmente al desarrollo de las biotecnologías, todavía depositan en ella su esperanza en la redención de la humanidad; es una esperanza falaz, porque la ciencia puede ciertamente contribuir mucho a la humanización del mundo y de la humanidad, pero también puede destruir al hombre y al mundo si no está orientada por fuerzas externas a ella misma, porque la razón, la ciencia, la técnica, por sí solas, son incapaces de crear una ética, y si el progreso científico y técnico no va seguido de un progreso en el mismo grado en la formación ética del hombre, a lo que asistimos en realidad es a un crecimiento exponencial de nuestra capacidad para el mal.

No, la ecuación “+ progreso técnico = + bondad”, no es correcta, no funciona, como en la Tierra hemos comprobado a lo largo de los siglos que han transcurrido desde que se formuló esa idea en la Edad Moderna, y no deja de sorprender que haya quien todavía la sostenga, aunque sea refiriéndose a alienígenas, porque es un error, como lo es pensar que el crimen es fruto exclusivo de relaciones socioeconómicas equivocadas; el mal existe, y no es cierto que sólo sea el fruto de circunstancias adversas, externas a nosotros mismos, y que sólo el conocimiento, la razón, la ciencia y el progreso técnico nos liberará, siendo tan innumerables las utopías que han nacido al socaire de ese pensamiento,  como terribles sus consecuencias cuando se han intentado llevar a la práctica.

Y si esto es cierto para los humanos, no se por qué razón debería ser distinto para los alienígenas, por lo menos por lo que se refiere a los argumentos esgrimidos por la directora del SETI Institut, así que en este concreto punto, y sin que sirva de precedente, me van a permitir que me adhiera a la opinión de Sir Stephen Hawking de que si existe vida inteligente fuera de la Tierra capaz de llegar hasta nosotros tal vez no debamos presumir esa bondad.

domingo, 20 de mayo de 2012

“Cerrar la puerta a toda maquinación contra la verdad”


Escuchaba hace unos días una explicación de las palabras de Jesús a Felipe (Jn 14,7-14) cuando le dice “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo dices tú: ‘Muéstranos al Padre’?… Creedme, yo estoy en el Padre y el Padre está en mí;” que por la  simplificación que entrañaba me recordó cuando, hace ya un tiempo, oí que la Trinidad era una forma de decir, no que haya tres personas cuya comunión constituye un solo Dios –Amor, sino un solo Dios al que llamamos Padre en tanto es creador del mundo, Hijo en tanto que salvador, y Espíritu Santo en tanto que glorifica al mundo redimido, lo que al final es tanto como negar la Trinidad, y eso me vino a recordar el interés de un amigo por el Concilio de Calcedonia, por razones que, creo, bien podrían extrapolarse a cualquier otro Concilio, porque al final la cuestión es si no sería más que un instrumento meramente humano – como un Parlamento – surgido de la necesidad de fijar una doctrina ante diversas interpretaciones, igualmente válidas, de distintas comunidades cristianas.

No, no es así, porque no todas las interpretaciones son igualmente válidas, y aunque la razón última requiera de la fe, sí que se puede intentar dar razón del papel y la necesidad de ese magisterio extraordinario que a veces ejerce la Iglesia por medio de los Concilios para mantener la integridad de la verdad revelada y preservarla, y preservarnos, del error.

Decía hace poco más de un año, en la entrada ”Aeropagitas”, que la Resurrección de Jesús es un acontecimiento histórico, creído y vivido por la primera comunidad cristiana como una realidad que no pueden dejar de transmitir porque, como dicen Pedro y Juan al Sanedrín cuando les prohíben hablar y enseñar en nombre de Jesús, “Juzgad si es justo delante de Dios obedeceros a  vosotros más que a Dios; porque nosotros no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído” [Hechos 4, 19-20]; y todo eso que vieron y oyeron y que empezaron a transmitir oralmente, aparece muy pronto por escrito para “…poner en orden la narración de las cosas que se han cumplido entre nosotros, conforme nos las transmitieron quienes desde el principio fueron testigos oculares…”, dice San Lucas al comienzo de su Evangelio; entre esos hechos el Nuevo Testamento está llenó de expresiones trinitarias que confirman la unidad de las tres personas divinas, y da cuenta de la doble naturaleza, humana y divina, de Jesús, segunda persona de la Trinidad, que aparece como verdadero Dios y verdadero hombre.

La cuestión es que los apóstoles y los primeros discípulos, que simplemente vivían la fe que les había sido revelada, muy pronto se vieron compelidos a intentar explicar e ilustrar las realidades centrales de su fe, a dar razón de ella, y de hecho los cristianos hicieron desde los primeros tiempos un gran esfuerzo para entender racionalmente y expresar en lenguaje humano, en cuanto es posible que la mente humana lo capte y las palabras lo expresen, la verdad revelada por Dios. Pero en ese desarrollo histórico no todos acertaron, y ante los errores enunciados por algunos la Iglesia fue formulando progresivamente la doctrina de la fe a través de su Magisterio, misión que tiene una directa referencia evangélica, entre otras, en el mandato de Jesús a los apóstoles, “Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura”, y consiste no en “crear” dogmas, como alguno podría pensar, porque la Iglesia no ha inventado ninguno, sino en custodiar, profundizar, exponer y difundir la verdad revelada o “Depósito de la Fe” contenido en la Sagrada Escritura y en la Tradición.

El Colegio Episcopal reunido en concilio ecuménico, y siempre en unión con su Cabeza, el Romano Pontífice, ejerce ese Magisterio de forma solemne, extraordinaria e infalible cuando interpreta con autoridad la Sagrada Escritura, define los dogmas de la fe  - es decir, delimita las verdades reveladas –, y condena los errores doctrinales.

Hubo que empezar muy pronto, y si los Hechos de los Apóstoles ya recogen el conflicto con los judaizantes (cristianos de origen judío de la secta de los fariseos que pretendían la circuncisión de los cristianos que provenían de los gentiles) en Antioquía, que se resuelve en el Concilio de Jerusalén (49-50 d.C.), también muy pronto hubo que atajar intentos de sincretismo como  el gnosticismo - al que se refiere San Juan -, que fue un intento de fusionar algunas ideas cristianas con la filosofía griega (neoplatonismo) y el dualismo oriental (persa, egipcio e incluso hindú), y hubo que enfrentarse a herejías que tenían en común la “firma de autor" y el deseo de simplificar para hacer  más accesible la fe a la inteligencia del hombre y así favorecer su adhesión, aunque ello implicara negar la verdad revelada, lo que da lugar a sucesivas definiciones dogmáticas para responder y condenar a las herejías de Arrio (arrianismo), en el Concilio de Nicea (325), de Macedonio (macedonismo) y Apolinar (apolinarismo) en el Concilio de Constantinopla (381) y de Nestorio (nestorianismo) en el Concilio de Éfeso (431).

Los sucesivos errores traen causa del anterior, cada error genera su contrario, y por no remontarnos más, si en Éfeso se condenó la herejía de Nestorio, que había propuesto la teoría de que tanto la naturaleza humana como la divina de Jesús eran tan completas y perfectas que eran en realidad dos personas unidas de forma accidental, algunos de sus opositores - Dioscoros, patriarca de Alejandría, y Eutiques, archimandrita en un monasterio de Constantinopla - enfatizaron tanto la unión del Verbo con la naturaleza humana, que ésta quedaba como absorbida por la naturaleza divina, de modo que en la unión no quedaba sino una sola naturaleza, la divina – de ahí la denominación de monofisismo (del griego mono-physis) -, que implica que Cristo era Dios, pero no era un hombre perfecto. De esta herejía es de la que se ocupa el Concilio de Calcedonia (451), Cuarto Concilio Ecuménico, que publica una profesión de fe que explicita las de Nicea y Constantinopla, especialmente en lo relativo a las dos naturalezas – divina y humana - de Cristo, con el objeto de, como dice su Preámbulo, “cerrar la puerta a toda maquinación contra la verdad”; y la llave que cierra esa maquinaria de los errores se encuentra en esta definición: “Confesamos un solo y mismo Cristo, Hijo, Señor, el único engendrado, reconocido en dos naturalezas, sin confusión, sin transformación, sin división, sin transformación, sin división, sin separación, no siendo en modo alguno suprimida por la unión la diferencia entre las dos naturalezas, sino siendo conservadas más bien y confluyendo la propiedad de una y otra en una sola hipóstasis, un Cristo que no se fracciona ni se divide en dos personas, sino un solo y mismo Hijo, Unigénito, Dios Verbo, Señor Jesucristo, según lo que, desde hace mucho tiempo los profetas enseñaron acerca de él, lo que Jesucristo mismo nos ha enseñado, y lo que el Símbolo de los padres nos ha transmitido.”

El Concilio de Calcedonia trató de expresar conceptualmente la unión de la divinidad y la humanidad en Jesucristo – que los primeros cristianos recibieron y transmitieron como un hecho - con la fórmula de que en Él, la única persona del Hijo de Dios lleva consigo y comprende las dos naturalezas, humana y divina, “sin confusión ni división”, preservando así la distancia infinita entre Dios y el hombre: la humanidad permanece humanidad y la divinidad sigue siendo divinidad; la humanidad en Jesús no queda reducida o absorbida por la divinidad, sino que existe por completo como tal y, sin embargo, está sostenida por la persona divina del Logos, y al mismo tiempo en la diversidad no anulada de las naturalezas, con la palabra “única persona” se expresa la unidad radical en la que Dios, en Cristo, ha entrado con el hombre. Pero surge entonces otra cuestión, si en Jesús hay una sola persona ¿puede subsistir la naturaleza humana como tal, en su particularidad y esencia propia, si está sostenida por la persona divina, o sería absorbida necesariamente por lo divino, al menos en su componente superior, la voluntad? Aparece así la última de las grandes herejías cristológicas, el “monotelismo”, que afirma que puesto que la persona en última instancia se manifiesta en la voluntad, si hay una sola persona solo puede haber una voluntad [una persona con dos voluntades sería esquizofrénica], pero en tal caso un hombre sin voluntad ¿es verdaderamente un hombre? ¿Se hizo Dios verdaderamente hombre en Jesús si este hombre resulta que no tenía voluntad?


En muchas partes del Nuevo Testamento aparece reflejada la doble naturaleza, humana y divina de Jesús, y también la respuesta a las preguntas que formulábamos, pero tal vez en ninguna con tanta intensidad como en la escena de la oración en el Huerto de los Olivos, poco antes de ser apresado, a la que se refiere el video que antecede, extraído de la película “La Pasión”, de Mel Gibson, que recoge, creo que de una forma impresionante, esa escena que el Evangelio de San Mateo relata así: “Entonces llega Jesús con ellos a un lugar llamado Getsemaní, y les dice a los discípulos: - Sentaos aquí me voy allí a orar. Y se llevó a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, y comenzó a entristecerse y a sentir angustia. Entonces les dice: - Mi alma está triste hasta la muerte. Quedaos aquí y velad conmigo. Y adelantándose un poco, se postró rostro en tierra mientras oraba diciendo: - Padre mío, si es posible, aleja de mi este cáliz; pero que no sea tal como yo quiero, sino como quieres tú…- Padre mío, si no es posible que esto pase sin que yo lo beba, hágase tu voluntad” [Mateo 26, 36-39].

Explica Benedicto XVI en “Jesús de Nazaret”, a propósito de esta escena, que: “…la naturaleza humana de Jesús no queda amputada por su unidad con el Logos, sino que permanece completa. Y la voluntad es parte de la naturaleza humana. Esta incontestable dualidad de la voluntad humana y divina de Jesús no debe, sien embargo, llevar a la esquizofrenia de una doble personalidad.… Esto significa que en Jesús hay en Jesús la voluntad natural propia de la naturaleza humana, pero hay una sola voluntad de la persona, que acoge en sí la voluntad natural. Y esto es posible sin destruir el elemento esencialmente humano, porque, partiendo de la creación, la voluntad humana está orientada a la divina. Al asumir la voluntad divina , la voluntad humana alcanza su máximo cumplimiento, y no su destrucción. Máximo dice a este propósito que la voluntad humana, según la creación, tiende a la sinergia (a la cooperación) con la voluntad de Dios, pero, a causa del pecado, la sinergia se ha convertido en contraposición. El hombre cuya voluntad se cumple en la adhesión a la voluntad de Dios siente ahora comprometida su libertad por la voluntad de Dios. No ve en el “si” a la voluntad de Dios la posibilidad de ser plenamente él mismo, sino la amenaza a su libertad, contra la cual opone resistencia. El drama del Monte de los Olivos consiste en que Jesús restaura la voluntad natural del hombre de la oposición a la sinergia, y restablece así al hombre en su grandeza. En la voluntad humana de Jesús está, por decirlo así, toda la resistencia de la naturaleza humana contra Dios. La obstinación de todos nosotros, toda la oposición contra Dios está presente, y Jesús, luchando, arrastra a la naturaleza recalcitrante hacia su verdadera esencia. … la transición de la oposición a la comunión de ambas voluntades pasa por la cruz de la obediencia. En la agonía de Getsemaní se cumple este paso. Así la petición: “No se haga mi voluntad sino la tuya” (Lc 22,42) es realmente una oración del Hijo al Padre, en la que la voluntad natural humana ha sido llevada por entero dentro del yo del Hijo, cuya esencia se expresa precisamente en el “no yo, sino tú”, en el abandono total del “Yo” al “Tú” de Dios Padre. Pero este “Yo” ha acogido en sí la oposición de la humanidad y la ha transformado, de modo que ahora todos nosotros estamos presentes en la obediencia del Hijo, hemos sido incluidos en la condición de hijos.”

No, no todas las interpretaciones son igualmente válidas, porque como dice Fabrice Hadjaj [“La fe de los demonios”], después de explicar hasta que punto el principio calcedoniano es un principio nupcial, “Cuando se abandona ese equilibrio nupcial de la verdad no hay ya dos errores genéricos, sino que vienen rodados seis. Tres provienen de la separación, según se opte por uno u otro de los separados, o por su yuxtaposición sin verdadera coyuntura: Cristo es solo un hombre, solo tenía apariencia divina; Cristo solo es un Dios, solo tenía apariencia humana; Cristo es a la vez Dios y hombre pero en dos personas distintas bajo una carne esquizofrénica. Tres provienen de la confusión, según que, en la mezcla, se disminuya una u otra o bien las dos naturalezas: Cristo es Dios que se disminuye para entrar en la naturaleza humana, Cristo es un hombre sin alma, pero cuya alma ha sido reemplazada por el Espíritu de Dios o cuya humanidad se ha disuelto como una gota de miel en el océano de la divinidad; finalmente, Cristo es un semihombre semidiós, reducción y mezcla de las dos en una sola naturaleza inédita.”, y eso no es todo, porque bajo esos errores genéricos aparecen múltiples variantes.

Es que no da igual, y cerrar la puerta a toda maquinación contra la verdad es hoy tan necesario como entonces, no solo porque hay que poner de manifiesto las nuevas formas con que algunos autores – muy del gusto de ambientes e ideologías laicistas y anticlericales – presentan hoy viejos errores, que sólo conducen a callejones sin salida y terminan renegando del mismo Evangelio que dicen defender, sino porque la verdad – defendida y proclamada a través del Magisterio de la Iglesia - es mucho más hermosa. 

domingo, 8 de abril de 2012

¡Feliz Pascua!



“Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os prediqué,
que recibisteis, en el que os mantenéis firmes,
y por el cual sois salvados, si lo guardáis como os lo anuncié.
¡ Y si no habéis creído en vano!
Porque os transmití en primer lugar lo mismo que yo recibí:
que Cristo fue muerto por nuestros pecados,  según las Escrituras;
que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, según las Escrituras;
y que apareció á Cefas, y después a los doce.
Después se apareció á más de quinientos hermanos a la vez, la mayoría de los cuales vive todavía, y algunos ya han muerto.
Luego se apareció a Santiago, y después a todos los apóstoles.
Y en último lugar, como a un abortivo, se me apareció también a mí.”

(I Corintios, 15, 1-8)

¡Feliz Pascua!