domingo, 29 de mayo de 2011

Eduardo, Felipe, y el mono



El video que precede recoge una corta entrevista en la que Eduardo Punset - licenciado en Derecho, master en Ciencias Económicas, economista del FMI, político con la UCD, CiU y CDS, europarlamentario, y dedicado ahora a la divulgación científica – pregunta a Felipe Fernández Armesto – profesor de Historia en la Universidad de Oxford -, acerca de qué es lo que nos diferencia a nosotros, los humanos, del resto de animales, porque dice no tenerlo claro, a lo que el segundo le contesta que tampoco lo tiene claro, y que está convencido de que somos unos bichos como los demás, y que ese esfuerzo tremendo humano a los largo de los siglos de encontrar algo que nos diferencie de los demás animales ha fracasado casi totalmente.

Debo confesar que la primera vez que lo vi me quedé perplejo, pensé que debía tratarse de una broma, que estaba ante un sketch extraordinario, y es que la situación era, como mínimo, un poco extravagante; desde un sillón de mi casa, por medio de un ordenador portátil conectado por Wifi a Internet, estaba en la página de una red social (facebook), en la que un amigo, tal vez desde su iPad2, había “colgado” un video, grabado y colocado para su divulgación en YouTube, en el que dos señores, un economista y un historiador, muy serios, como solo Eugenio sabía hacer cuando contaba un chiste (“¿Saben ustedes aquel que diu…?”) , afirmaban no diferenciarse en nada de un mono, o de una hormiga, porque esos animales también tenían habilidades, e incluso “cultura” y “tradición”, y para ilustrar tal afirmación aparecían en el video las imágenes de un primate en canoa, enjabonándose las manos, o manejando un serrucho.

Dejando al margen la mutilación que hay que infligir a los conceptos de “cultura” y “tradición” para poder aplicarlos al comportamiento animal, no se qué tienen de sorprendente esas imágenes, porque el adiestramiento de animales existe, probablemente, desde que existe el hombre. Lo verdaderamente sorprendente hubiera sido que el video mostrara a un mono ideando, fabricando, distribuyendo o adquiriendo el serrucho o la pastilla de jabón, o adiestrando en su manejo a un humano, para grabarlo en video y después colgarlo en YouTube, y así convencer a sus congéneres primates de  que los humanos somos iguales a ellos. Es decir, la cuestión no es si un chimpancé - como muestra un video relacionado – puede mover la palanca (joystick) de un videojuego llamado “Pacman”, porque darle a una palanca con la pata (la de su dispensador de agua) también lo hace el perro labrador de mi amigo JL cuando quiere beber agua o darse un baño, y la cuestión tampoco es si puede ser adiestrado para jugar realmente al “Pacman”; la cuestión es si el primate tiene o no la capacidad de abstracción e inteligencia necesarias para concebir siquiera algo llamado videojuego, es decir, lo verdaderamente insólito sería que su creador fuera un mono, y no tanto que enseñara su manejo a un humano.

Es un hecho innegable que, como decía Chesterton [“El hombre eterno”], tenemos espinazo y compartimos otras variadas partes de nuestra estructura con otras especies, sean monos, pájaros e incluso peces, pero “el hombre no es un mero producto de una evolución, sino más bien una revolución”.

En primer lugar, la inteligencia del hombre – frente a la de los animales – le permite combinar habilidades como el aprendizaje, la memoria, el raciocinio, la abstracción, y el entendimiento, para la planificación el planteamiento y la solución de problemas, descubriendo en el mundo que le rodea propiedades que conoce y reconoce de modo abstracto, no particular, y por eso – como demostró un experimento – a un mono se le puede enseñar a utilizar el agua de un cubo para apagar el fuego que le impide llegar a la comida, pero si el cubo está vacío es incapaz de llenarlo con el agua de la balsa que tiene al lado para usarla con el mismo fin, porque no entiende, como sí entiende el hombre, que es el agua la que tiene la propiedad de apagar el fuego, y da igual si está en un cubo o en una balsa.

Pero es que el hombre, además de ese principio material por el que pertenece al mundo sensible, lleva consigo un principio espiritual que anima esa realidad material y la dota de singularidad, y es lo que en el lenguaje de la filosofía (y en la Escritura) se denomina “alma“, que es la sede de las potencias superiores del hombre, la inteligencia, la conciencia, la voluntad, que permiten al hombre gozar de una de las propiedades más altas de la naturaleza, la libertad, que además no puede subsistir por sí misma, de forma individual, sino dentro de un orden de libertades, y que a su vez reclama, por su misma esencia, un complemento, que viene dado por dos nuevos conceptos: lo justo y lo bueno [Joseph Ratzinger, “Verdad, valores, poder”]. Ya decía Aristóteles [“Política”, Libro I Cap. II] que “La razón de que el hombre sea un ser social, más que cualquier abeja y que cualquier otro animal gregario, es clara... Solo el hombre, entre los animales, posee la palabra. La voz es una indicación del dolor y del placer; por eso la tienen también otros animales… en cambio, la palabra sirve, para manifestar lo conveniente y lo dañino, así como lo justo y lo injusto, Y esto es lo propio de los humanos frente a los demás animales: poseer de modo exclusivo, el sentido de lo bueno y de lo malo, lo justo y lo injusto, y las demás apreciaciones. La participación comunitaria en éstas funda la casa familiar y la ciudad”, y es el origen de la filosofía, la ética, la política, la justicia, la organización de la familia, la ciudad, el estado, la economía, la organización del trabajo, el ocio, el derecho…, etc.

No, no es cierto que seamos unos bichos como los demás, como tampoco lo es que exista ese esfuerzo tremendo humano…para encontrar algo que nos diferencie al que se refiere el profesor, salvo que como tal se entienda el esfuerzo por entender el origen y el fin del universo, de la vida y del mismo hombre (qué somos, de dónde venimos y a dónde vamos), que en todo caso sería un argumento contrario, porque no hay ni una sola prueba de que un mono se plantee esas cuestiones; y tampoco es cierto, como afirma el mismo profesor, que el único hecho diferencial, que en parte atribuye a cierta debilidad por su formación y profesión, sea que tenemos Historia, porque lo mismo podría afirmar Daniel Baremboin respecto de la existencia de la música y de las orquestas sinfónicas, o cualquier jurista respecto de la existencia de las leyes y del derecho para regular  algunos – cada vez más, pero ese es otro tema - aspectos de la convivencia.

No, no es cierto en absoluto que seamos unos bichos como los demás, y por eso podemos descubrir planetas, estrellas o galaxias que todavía no hemos visto, o soñar con ellas; por eso, decía C.S. Lewis ["Dios en el banquillo"], que “Los hombres miran con reverencia el cielo estrellado, lo monos, no. El silencio del espacio eterno aterrorizaba a Pascal, pero fue la grandeza de Pascal la que puso el espacio en situación de espantar a Pascal. Cuando nos asusta la grandeza del universo, estamos asustados, casi literalmente por nuestras propias sombras, pues los años luz y los billones de siglos son mera aritmética hasta que cae sobre ellos la sombra del hombre, el poeta, el creador de mitos.”