Reproduzco por su indudable
interés, y por la claridad de ideas y de exposición, las palabras de Monseñor
Reig Pla, Obispo de Alcalá de Henares, a propósito del anuncio de retirada por
el Partido Popular de la ley de protección de los derechos del concebido y de
la mujer embarazada, que derogaba la Ley Orgánica 2/2010, de 3 de marzo, de
Salud Sexual y Reproductiva y de la Interrupción Voluntaria del Embarazo. No es
seguro que, de haber salido adelante, hubiera sido un gran paso adelante desde
el punto de vista de la disminución cuantitativa de los abortos que se pudieran
realizar en España a su amparo, pero conceptualmente sí que lo era, un paso
pequeño si se quiere, pero en la buena dirección, y todas las batallas
ideológicas – como la que desarrollaron y siguen desarrollando pro-abortistas o
pro-choice - empiezan por dominar los
conceptos.
Ahí dejo la carta, dura
para todos los que tienen alguna responsabilidad, por acción u omisión, no solo
en la comisión directa de ese crimen execrable que es el aborto, sino en no
poner los medios necesarios para intentar impedirlo, dura porque llama a las
cosas por su nombre, y eso duele, pero también una llamada a no caer en el
desánimo, y a seguir luchando en todos los frentes por el derecho a la vida.
LLAMAR
A LAS COSAS POR SU NOMBRE
Un
verdadero reto para los católicos
Mons.
Juan Antonio Reig Pla
Obispo
de Alcalá de Henares
1. El Presidente del Gobierno de España y del Partido
Popular ha confirmado la retirada de la reforma de la ley del aborto que pretendía “limitar” cuantitativamente el
“holocausto silencioso” que se está produciendo. Mantener el derecho al aborto
quiebra y deslegitima el supuesto estado de derecho convirtiéndolo, en nombre
de la democracia, en una dictadura que aplasta a los más débiles. Ninguna ley
del aborto es buena. La muerte de un solo inocente es un horror, pero “parecía”
que “algo” estaba cambiando en las conciencias de algunos políticos relevantes
respecto del crimen abominable del aborto (Cf. Concilio Vaticano
II, Gaudium et spes, 51).
Dicho esto conviene denunciar, con todo respeto a su
persona, que el Presidente del Gobierno ha actuado con deslealtad respecto a su
electorado al no cumplir su palabra en esta materia, explicitada en su programa
electoral; también ha actuado con insensatez pues ha afirmado que lo sensato es
mantener el “derecho al aborto”, es decir, el derecho a matar a un inocente
no-nacido, el crimen más execrable. Además ha faltado a la verdad, pues su
partido tiene mayoría absoluta en el Parlamento y, sin embargo, afirma que no
hay consenso, algo que no ha aplicado a otras leyes o reformas infinitamente
menos importantes.
Ha llegado el momento de decir, con voz sosegada pero
clara, que el Partido Popular es liberal, informado ideológicamente por el
feminismo radical y la ideología de género, e “infectado”, como el resto de los
partidos políticos y sindicatos mayoritarios, por el lobby LGBTQ; siervos todos, a su vez, de instituciones
internacionales (públicas y privadas) para la promoción de la llamada “gobernanza
global” al servicio del imperialismo
transnacional neocapitalista, que ha
presionado fuerte para que España no sea ejemplo para Iberoamérica y para
Europa de lo que ellos consideran un “retroceso” inadmisible en materia
abortista.
2. Respecto al Jefe de la Oposición en el Parlamento,
también con todo respeto a su persona, hay que afirmar que se ha mostrado falto
de rigor intelectual y con un déficit de sensibilidad ante la dignidad de la
vida humana. Es asombroso comprobar cómo telefonea a un programa de televisión
para denunciar la violencia contra los animales, y, sin embargo, olvida la
violencia criminal contra dos millones de niños abortados: decapitados,
troceados, envenenados, quemados… Desde la lógica del horror el Secretario
General del PSOE ensalzó en la Estación de Atocha de Madrid el mal llamado
“tren de la libertad” en el que algunas mujeres reclamaban “el derecho a
decidir matar inocentes”; este tren, como los trenes de Auschwitz que conducían
a un campo de muerte, debería llamarse, no el “tren de la libertad” sino, el
“tren de la muerte”, del “holocausto” más infame: la muerte directa y
deliberada de niños inocentes no-nacidos.
3. Como es verificable, el Partido Popular con esta
decisión, se suma al resto de los partidos políticos que, además de promover el
aborto, lo consideran un derecho de la mujer: una diabólica síntesis de
individualismo liberal y marxismo. Dicho de otra manera, a fecha de hoy ‒ y sin juzgar a las personas ‒, los partidos políticos mayoritarios
se han constituido en verdaderas “estructuras de pecado” (Cf.
San Juan Pablo II, Encíclicas Sollicitudo rei socialis, 36-40 y Evangelium vitae, 24).
4. En el orden cultural, y bajo la presión del
feminismo radical, se ha trasladado el punto de mira del aborto; se ha
deslizado desde el tratamiento como un crimen (No matarás) a la consideración de la mujer como víctima. Es
verdad que la mujer es también víctima, abandonada en muchas ocasiones ‒ cuando no presionada para que aborte ‒, por el padre de su hijo, por su
entorno personal y laboral y por la sociedad; también es cierto que sufre con
frecuencia el síndrome post-aborto, etc.; pero, si bien algunas circunstancias
pueden disminuir la imputabilidad de tan gravísimo acto, no justifican jamás
moralmente la decisión de matar al hijo por nacer. Esto hay que denunciarlo al
tiempo que hay que acompañar con misericordia y «adecuadamente a las
mujeres que se encuentran en situaciones muy duras, donde el aborto se les
presenta como una rápida solución a sus profundas angustias» (Papa Francisco, Evangelii
gaudium, 214).
Pero, como digo, lo específico del aborto es que se
trata de un crimen abominable: «el que
mata y los que cooperan voluntariamente con él cometen un pecado que clama
venganza al cielo (Cf. Gn 4, 10)» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2268).
No se puede justificar, apelando a la libertad, lo que de sí es una acción
criminal que mata a un inocente, corrompe a la mujer, a quienes practican el
aborto, a quienes inducen al mismo y a quienes, pudiendo con medios legítimos,
no hacen nada para evitarlo. La Iglesia Católica, Madre y Maestra, en orden a
proteger al inocente no-nacido e iluminar las conciencias oscurecidas «sanciona
con pena canónica de excomunión este delito contra la vida humana. “Quien
procura el aborto, si éste se produce, incurre en excomunión latae
sententiae” (CIC can. 1398), es decir, “de
modo que incurre ipso facto en
ella quien comete el delito” (CIC can. 1314), en las condiciones previstas por
el Derecho (Cf. CIC can.
1323-1324). Con esto la Iglesia no pretende restringir el ámbito de la
misericordia; lo que hace es manifestar la gravedad del crimen cometido, el
daño irreparable causado al inocente a quien se da muerte, a sus padres y a
toda la sociedad» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2272). Es necesario
evidenciar que nos encontramos ante una verdadera crisis de
civilización.
5. Por otra parte, diré más: se debe aclarar que no
es justificable moralmente la postura de los católicos que han colaborado con el Partido Popular en la promoción de la reforma
de la ley del aborto a la que ahora se
renuncia. La Encíclica Evangelium vitae del Papa San Juan Pablo II no prevé la posibilidad de colaboración
formal con el mal (ni mayor ni menor); no hay que confundir colaborar formalmente con el mal (ni siquiera el menor) con permitir ‒
si se dan las condiciones morales precisas ‒
el mal menor. Dicha Encíclica (n. 73) lo que afirma es: «un problema concreto
de conciencia podría darse en los casos en que un voto parlamentario resultase
determinante para favorecer una ley más restrictiva, es decir, dirigida a
restringir el número de abortos autorizados, como alternativa a otra ley más
permisiva ya en vigor o en fase de votación. […] En el caso expuesto, cuando no
sea posible evitar o abrogar completamente una ley abortista, un parlamentario,
cuya absoluta oposición personal al aborto sea clara y notoria a todos, puede
lícitamente ofrecer su apoyo a propuestas encaminadas a limitar los daños de esa ley y disminuir así los efectos negativos en
el ámbito de la cultura y de la moralidad pública. En efecto, obrando de este
modo no se presta una colaboración ilícita a una ley injusta; antes bien se
realiza un intento legítimo y obligado de limitar sus aspectos inicuos».
6. Con afecto hacia las personas y con dolor, también
debo decir que, en ocasiones, algunas instancias de la Iglesia Católica que
camina en España no han propiciado, más bien han obstaculizado, la posibilidad
de que aparezcan nuevos partidos o plataformas que defiendan sin fisuras el
derecho a la vida, el matrimonio indisoluble entre un solo hombre y una sola
mujer, la libertad religiosa y de educación, la justicia social y la atención a
los empobrecidos y a los que más sufren: en definitiva la Doctrina Social de la
Iglesia. Gracias a Dios el Papa Francisco ha sido muy claro respecto del aborto
en su Exhortación Apostólica Evangelii gaudium (nn. 213 y 214).
7. Como en tantas otras ocasiones de nuestra
historia, es momento de apelar a la conciencia de los católicos españoles. Ante
nosotros, tal vez, se abre la posibilidad de “un nuevo inicio” y en todo caso un amplio abanico de acciones
simultáneas, entre las que quiero destacar:
a) Hay que mantener firme el propósito de la
evangelización, de la gestación de nuevos cristianos y de la atención en
nuestros “hospitales de campaña”
(Cáritas, Centros de Orientación Familiar, etc.) de tantas personas heridas
(física, psíquica y espiritualmente) que esperan nuestro amor, nuestra misericordia
y nuestra ayuda, siempre desde la verdad.
b) Insistir en la educación sexual y en la
responsabilidad de las relaciones sexuales, es decir, educar para el amor.
c) Insistir en la abolición total de toda ley
que permita el aborto provocado directo y promover la aprobación de leyes que
protejan al no-nacido, la maternidad y las familias.
d) Suscitar una respuesta civil organizada y capaz de
movilizar las conciencias.
e) Hacer una llamada a promover iniciativas políticas
que hagan suya, integralmente, la Doctrina Social de la Iglesia.
f) Estudiar por enésima vez la posibilidad de
regenerar los partidos políticos mayoritarios, aunque hasta ahora estos
intentos han sido siempre improductivos.
8. El camino va a ser largo y difícil, ya
sucedió con la abolición de la esclavitud. La maduración de las conciencias no
es empresa fácil, pero nuestro horizonte, por la gracia de Dios, es el de la
victoria del bien. Este es tiempo de conversión. Así pues, todos (mujeres y varones, profesionales de la sanidad y de
los medios de comunicación, gobernantes, legisladores, jueces, fuerzas y
cuerpos de seguridad, pastores y fieles, etc.) estamos obligados en conciencia
a trabajar y defender con todos los medios legítimos “toda la vida” de “toda vida humana”, desde la
concepción y hasta la muerte natural, empezando por los no-nacidos y sus
madres; si no lo hacemos, la historia nos lo recriminará, las generaciones
venideras nos lo reprocharán y, lo que es definitivo, Dios, el día del Juicio,
nos lo reclamará: era pequeño, estaba desnudo e indefenso y no me
acogisteis (Cf. Mt 25, 41-46).
En Alcalá de Henares, a 24 de
septiembre del Año del Señor de 2014
Ntra. Sra. de la Merced