Leemos en el
Evangelio (Lucas 2, 11s.) que en la Nochebuena los ángeles dijeron a los
pastores: “No temáis. Mirad que vengo a
anunciaros una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: hoy, en la ciudad
de David, os ha nacido un salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto os
servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un
pesebre.”
Y
los pastores,
después de haber escuchado el mensaje, se dijeron unos a otros: "Vamos
derechos a Belén... Fueron corriendo" (Lc 2,15s.), porque lo que se les había
anunciado era tan importante que debían ir inmediatamente, abandonándolo todo
para sertestigos de ese acontecimiento.
Como señalaba el Papa Benedicto XVI en la Misa del
Gallo de la Nochebuena de 2009, “Algunos comentaristas hacen notar que los
pastores, las almas sencillas, han sido los primeros en ir a ver a Jesús en el
pesebre y han podido encontrar al Redentor del mundo. Los sabios de Oriente,
los representantes de quienes tienen renombre y alcurnia, llegaron mucho más
tarde. Y los comentaristas añaden que esto es del todo obvio. En efecto, los
pastores estaban allí al lado. No tenían más que "atravesar" (cf. Lc 2,15), como se atraviesa un corto
trecho para ir donde un vecino. Por el contrario, los sabios vivían lejos.
Debían recorrer un camino largo y difícil para llegar a Belén. Y necesitaban
guía e indicaciones. Pues bien, también hoy hay almas sencillas y humildes que
viven muy cerca del Señor. Por decirlo así, son sus vecinos, y pueden ir a
encontrarlo fácilmente. Pero la mayor parte de nosotros, hombres modernos, vive
lejos de Jesucristo, de Aquel que se ha hecho hombre, del Dios que ha venido
entre nosotros. Vivimos en filosofías, en negocios y ocupaciones que nos llenan
totalmente y desde las cuales el camino hasta el pesebre es muy largo. Dios
debe impulsarnos continuamente y de muchos modos, y darnos una mano para que
podamos salir del enredo de nuestros pensamientos y de nuestros compromisos, y
así encontrar el camino hacia Él. Pero hay sendas para todos. El Señor va
poniendo hitos adecuados a cada uno.”
Solo hay que
estar atento, y desprendido de corazón, para estar en disposición de descubrir esos
hitos que marcan el camino y ser capaces de seguirlo, y, sin embargo, qué
difícil es, y que fácil es reconocernos en esos hombres modernos, ocupados y
preocupados en mil ocupaciones, reales o inventadas, dispersos, y casi diría sonados,
por el ruido ensordecedor que envuelve estas fechas, incapaces de hacer un poco
de silencio que nos permita acoger el Nacimiento.
No podemos
hacerlo solos, necesitamos ayuda, pedir la gracia de poder mirar el pesebre esta
próxima Nochebuena con la sencillez de los pastores, y así recibir la alegría con
la que ellos volvieron a casa. Que la luz que ellos vieron también nos ilumine a
nosotros.
¡Feliz Navidad!
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