domingo, 16 de febrero de 2014

En una pendiente deslizante

Esta pasada semana, el 13 de febrero, la cámara baja del parlamento belga – siguiendo los pasos de Holanda - aprobaba por mayoría extender el derecho a la eutanasia activa a los niños, sometida, en teoría al menos, a una serie de condiciones estrictas como son que estén sufriendo una enfermedad terminal, que se enfrenten a un sufrimiento físico constante e insoportable que no pueda ser aliviado, que un psicólogo determine si el paciente es libre para tomar la decisión de morir, y el consentimiento de los padres.

Me pareció que se trataba de un paso más en un camino peligroso, como ya he comentado en este foro en alguna otra ocasión (Caminos paralelos), y así lo comenté en Twitter, con un titular que, reconozco que podría no ser muy elegante (“En el matar, como en el rascar, todo es empezar”), pero sí expresivo de la idea que quería transmitir en los escasos caracteres que permite ese medio al dar traslado de la noticia, y es que, una vez eliminadas ciertas barreras morales es muy difícil detener el deslice una vez que la sociedad se ha adentrado en el camino resbaladizo del suicidio asistido por el doctor. Un tuitero, con el que tuve un cordial intercambio de pareceres después de llamarme “talibán” (y no es una ironía, creo que vimos nuestros respectivos perfiles, y que podíamos seguir hablando) me hizo llegar un enlace sobre el denominado “Slippery_slope”, (pendiente deslizante), para indicarme –creo- que yo estaba utilizando esa falacia argumental clásica de la retórica, también conocido como efecto dominó.

No, no es ninguna falacia, y aquí es España podemos observar sin dificultad, en relación con el aborto, la evolución, jurídica y social, desde la despenalización de una conducta calificada de “excepcional”, en supuestos absolutamente excepcionales, por la Ley 9/1985 de despenalización del aborto, a la privación del derecho a al vida del art. 15 CE al concebido y no nacido por STC 53/1985, que le otorgaba la consideración de “bien jurídicamente digno de protección” cuyos derechos había que ponderar con los derechos de la madre en esos supuestos excepcionales, hasta una “normalización social” que lleva a su consideración como un ámbito de libertad de lícito ejercicio que implica, de facto, el reconocimiento de un derecho (subjetivo), es decir, en la facultad / potestad de un sujeto – la madre - de exigir a otros sujetos – Administración y profesionales sanitarios – la eliminación de un tercer sujeto, el hijo que lleva en sus entrañas, porque existe el derecho, exigible, a la prestación sanitaria consistente en tal eliminación; y ya no en esos supuestos excepcionales que se convirtieron de facto en un coladero, sino con total libertad dentro de los plazos señalados por la Ley Orgánica 2/2010 de 3 de marzo, de Salud Sexual y Reproductiva y de Interrupción Voluntaria del Embarazo, calificándose ya por algunos sectores como un “derecho fundamental” de la mujer.

No, no es ninguna falacia, y la prueba la tenemos en el camino que ya ha recorrido en esa dirección Holanda – que ha servido de modelo a Bélgica -, un país en el que, desde que se autorizó en los años 80, ha pasado de la eutanasia para enfermos terminales a la eutanasia para enfermos crónicos, de la eutanasia para enfermedades físicas a la eutanasia para enfermedades psicológicas como la depresión, de la eutanasia voluntaria a la mayoritariamente involuntaria, un país en el que los médicos sugieren la eutanasia a pacientes que no la habían solicitado, por padecer ceguera, diabetes, sida o artritis, y en el que la Sociedad Pediátrica ha publicado instrucciones sobre la eutanasia para bebés con enfermedades crónicas o retraso mental, porque no van a llevar una vida “digna”, algo que recuerda siniestramente a las ideas que informaban el plan nazi Aktion T4.

No, no es ninguna falacia, y es fácil de imaginar a dónde puede conducir esa pendiente, cuando es posible leer la noticia de que en Canadá, una país en el que la eutanasia es de momento ilegal (aunque ha habido un fuerte debate durante los últimos años, y en la provincia de Québec podría legalizarse próximamente), un juez ha tenido que recordar recientemente a una familia que la alimentación – que además no era por medios artificiales, sino de forma natural – a un enfermo de alzheimer, no es un tratamiento médico, y por lo tanto no implica obstinación ni ensañamiento terapéutico, sino una medida de mantenimiento y cuidado básico para cualquier persona.

La eutanasia, como técnica de liberación de vidas “inaceptables”, no es en ningún caso una opción, y menos todavía en una cultura, como la que impera, del “descarte” de los más débiles, de los indefensos, de los excluidos, de aquellos que llevan una vida poco “digna” para los parámetros de una sociedad hedonista, en la que se han desactivado en buena medida los frenos morales, una sociedad en la que la legalización de algunas prácticas médicas incorrectas, como pueden ser el aborto o la eutanasia, conllevan de forma casi ineludible su expansión a cada vez más supuestos, en una suerte de pendiente deslizante en la que cada vez es más difícil detenerse. 

2 comentarios:

Javier dijo...

Perfecto Nacho, completamente de acuerdo, ni una coma que añadir.

Desde el foro dijo...

Muchas gracias, Javier.
Un cordial saludo