lunes, 8 de abril de 2013

One of us / Uno de nosotros



A veces un actor inesperado tiene una iniciativa inesperada, alejada a priori de su ideología y actividad, cuyo resultado da origen a la iniciativa de otros movimientos que, en principio, tal vez solo en principio, tienen poco que ver con él. Eso es lo que ha pasado con una iniciativa del movimiento ecologista Greenpeace, y con la iniciativa ciudadana “One of us”, que es oportuno reconocer, y dar a conocer, ahora que se acaba de celebrar, el pasado 6 de abril, el Día Internacional de la Vida.        

La iniciativa inesperada la protagonizó Greenpeace cuando consiguió del Bundespatentgericht (Tribunal Federal de patentes) la nulidad de una patente alemana relativa a células progenitoras neuronales, a sus procedimientos de producción a partir de células embrionarias, y a su utilización con fines terapéuticos. El titular de la patente recurrió al Bundesgerichtshof (Corte Federal de Justicia) que, antes de decidir, planteó ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) una serie de cuestiones prejudiciales a propósito de la interpretación del artículo 6.2.c) de la Directiva 98/44/CE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 6 de julio de 1998, relativa a la producción jurídica de las invenciones biotecnológicas. Dicha petición dio lugar al asunto C-34/10, del que conoció la Gran Sala del TJUE, que dictó una sentencia histórica el 10 de octubre de 2011 – sentencia que pasó casi desapercibida para los medios, a pesar de su importancia e implicaciones – declarando, después de afirmar que “…el Derecho de patentes se ha de ejercer respetando los principios fundamentales que garantizan la dignidad y la integridad de las personas…”, que constituye un “embrión humano” todo óvulo humano a partir del estadio de la fecundación, que la exclusión de la patentabilidad en relación con la utilización de embriones humanos con fines industriales o comerciales del artículo 6.2.c) de la Directiva 98/44 también se refiere a la utilización con fines de investigación científica, pudiendo únicamente ser objeto de patente la utilización con fines terapéuticos o de diagnóstico que se aplica al embrión y que le es útil, y que el mismo precepto excluye la patentabilidad de una invención cuando la información técnica objeto de la solicitud de patente requiera la destrucción previa de embriones humanos o su utilización como materia prima, sea cual fuere el estadio en el que éstos se utilicen.      

La sentencia no puede ser más clara y contundente respecto a la dignidad y protección de la que es merecedor el ser humano desde el mismo momento de la fecundación, reconociendo que es uno de los nuestros.

No conozco las razones de Greenpeace, que no es un movimiento pro-vida, para actuar como actuó, y no creo que fuera su intención un reconocimiento tan explícito de la necesaria protección del embrión, pero cualesquiera que fueran, su resultado ha venido a dar razón a quienes – creyentes o no – pensamos que hay límites más allá de los cuales existe un serio riesgo de que la dignidad y la inviolabilidad de la vida humana sean subordinadas a criterios utilitaristas, que hay que rechazar esa mentalidad pragmática actual tan inclinada a aceptar cualquier medio para obtener el fin deseado, sobre todo cuando es algo tan deseable como el descubrimiento de una cura para enfermedades degenerativas, y que el diálogo entre ciencia y ética es de la mayor importancia para asegurar que los avances médicos no sean a un costo humano inaceptable, porque la destrucción de una vida humana no puede nunca justificarse en términos del beneficio que podría reportar a otra.

Como señalaba Benedicto XVI en su discurso en el Reichtag de Berlín el 22 de septiembre de 2011 – en una referencia a Los Verdes que, con humor, deseaba que no suscitara demasiadas polémicas ni se interpretara como un apoyo del Papa a ese partido político – “La importancia de la ecología es hoy indiscutible. Debemos escuchar el lenguaje de la naturaleza y responder a el coherentemente. Sin embargo, quisiera afrontar todavía seriamente un punto  que, tanto hoy como ayer, se ha olvidado demasiado: existe también la ecología del hombre. También el hombre posee una naturaleza que él debe respetar y que no puede manipular a su antojo arbitrariamente.”

La cuestión es que, a partir de dicha STJUE, y con base en el principio de coherencia que debe regir todo ordenamiento jurídico, se ha planteado una iniciativa ciudadana, “One of us”, registrada en la Comisión Europea el 11/05/2012 con el número ECI (2012) 000005 , que busca la recogida de un millón de firmas para instar a la Unión Europea a que realice los cambios legislativos necesarios para que el reconocimiento de la dignidad y protección del embrión humano se extienda a todos los ámbitos – no solo el de patentes - en los que tiene competencia la Unión, especialmente a la salud pública, la educación, la financiación de la investigación, y también para que la ayuda comunitaria al desarrollo no se utilice, como se viene haciendo, para financiar a organizaciones que practican o promueven el aborto. Como señala la  Web de esta Iniciativa Ciudadana, “One of us” , su objetivo es “…obtener el compromiso de la Unión en todos estos campos de no consentir ni financiar acciones que presupongan o favorezcan la destrucción de embriones humanos, así como de establecer los instrumentos adecuados de control sobre la utilización de los fondos concedidos con la finalidad de garantizar que éstos no son empleados para atentar contra la vida humana.”, un objetivo muy interesante y ambicioso.

Si crees que el fin no justifica los medios y que, como dice la STJUE,  los derechos (no solo el de patentes) se han de ejercer respetando los principios fundamentales que garantizan la dignidad y la integridad de las personas, puedes sumarte a esta iniciativa, firmarla y difundirla. “Así, y solo de esta manera – respetando esa “ecología del hombre” - se realiza la verdadera libertad humana.” 

Está en nuestra mano conseguirlo.

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