viernes, 15 de julio de 2011

¿Todo por la "pasta"?



Se trata de una escena de la película “Una historia del Bronx” (ya utilicé otra en el artículo Empezar de nuevo), en la que Lorenzo (Robert de Niro), padre de Calogero, que quiere mantener a éste alejado de las mafias y que sea un ciudadano honrado, acaba de devolver a Sonny (el mafioso), una importante cantidad de dinero que el chico había ganado a base de propinas en su local; Calogero no lo entiende, se rebela y le dice a su padre que, como todos los obreros, es un “pringado”, a lo que su padre - un tipo con carácter, que sabe decir no al dinero fácil con el que le tienta la mafia, y que viene precisamente de enfrentarse, por su hijo, con el capo en su propio local - le dice algo que es toda una lección: “no hace falta valor para apretar un gatillo, pero si para madrugar cada día y vivir de tu trabajo, habría que ver a Sonny, entonces ya veríamos quien es más duro, el obrero es el auténtico tipo duro, tu padre es el tipo duro.”

Esta escena me vino a la cabeza la otra tarde cuando, sentado en una terraza disfrutando de un rato de conversación (y de una pinta de Guinnes), una pareja nos hizo – al estar en la mesa contigua y utilizar un tono de voz elevado - partícipes involuntarios de su conversación. Eran jóvenes, probablemente acababan de terminar el primer curso de carrera, y la chica argumentaba que la había elegido única y exclusivamente “por la pasta” que podía ganar cuando terminara, no reconocía ninguna otra razón válida para estudiar o trabajar, y cortaba en seco las objeciones que a duras penas intentaba esbozar su compañero afirmando tajantemente que, al final, todo se reducía a eso, a la “pasta”.

Se me pasó por la cabeza decirle que no sabía, en tal caso, qué hacía estudiando una carrera, y “aconsejarle” que, puesto que era mona, podía ser puta y ganar en muy poco tiempo una gran cantidad de “pasta”; pero me abstuve de hacer tal cosa porque, al fin y al cabo, era un tercero ajeno a la conversación, no creí que apreciaran el argumento, y tampoco me apetecía batirme.

No, no todo vale para ganar dinero, y si es cierto que los bienes y el dinero son naturalmente deseables y los desea cualquier persona sensata, también lo es que el dinero no confiere por si mismo ninguna dignidad a la persona, que no es indiferente la forma de ganarlo, y que el verdadero valor, como le dice Lorenzo a su hijo en esa estupenda escena, se necesita para madrugar cada día y vivir de tu trabajo. Lo otro – y no solo las pistolas - son concepciones que desprecian la peculiar dignidad de que está dotado el trabajo por el simple hecho de ser realizado por una persona, independientemente de su mayor o menor valor objetivo; por eso no se puede reducir a mero instrumento de producción, a simple fuerza-trabajo con un valor exclusivamente material, y por eso el trabajo es superior a cualquier otro medio de producción que, como el capital, siempre será instrumental. Uno de los frutos del trabajo será, por supuesto, el dinero, la remuneración justa por el trabajo realizado, pero el derecho fundamental y la obligación moral esencial de todo ser humano con respecto al prójimo, que es en primer lugar la propia familia pero también la sociedad a la que pertenece, es a trabajar.

Además, lo importante de los bienes y del dinero, como ocurre con cualquier instrumento, es el uso que se les dé, y por eso su exceso o no sirve de nada o puede perjudicar a quien lo posee, al contrario que los bienes relativos al alma que cuanto más abundantes tanto mejor; por eso ya comenté en una ocasión, a propósito de la crisis económica, como ya Aristóteles prevenía contra quienes creen que es preciso a todo trance aumentar hasta el infinito el dinero que poseen, y para conseguirlo se preocupan únicamente del cuidado de vivir, sin cuidarse de vivir como se debe, y como Benedicto XVI señalaba [“Caritas in Veritate”] que “La ganancia es útil si, como medio, se orienta a un fin que le dé un sentido, tanto en el modo de adquirirla como de utilizarla. El objetivo exclusivo del beneficio, cuando es obtenido mal y sin el bien común como fin último, corre el riesgo de destruir riqueza y crear pobreza.” 

En “Los papeles póstumos del Club Pickwick” (Dickens) hay una historia que me viene al hilo, y es aquella en la que se relata el encuentro de Gabriel Grub (como Mr. Scrooge, pero pobre y sepulturero de profesión) con unos duendes que le muestran una serie de visiones, y cómo en ellas vio “que los hombres que trabajaban duro y ganaban su escaso pan con vidas de fatiga estaban alegres y contentos; y que aun para el más ignorante, el dulce rostro de la naturaleza era una fuente infalible de alegría y de goce. Vio que los que habían sido criados con delicadeza y educados con ternura, sabían estar alegres en las privaciones, superiores al sufrimiento que hubieran abrumado a muchos de contextura más ruda, porque llevaban en su interior los elementos de la felicidad, el contento y la paz. Vio que las mujeres, las criaturas de Dios más frágiles y tiernas, eran muchas veces superiores a la tristeza, la adversidad y la aflicción; y vio que era porque llevaban en el corazón un manantial inagotable de afecto y devoción. … y,  poniendo todo el bien del mundo contra todo el mal, llegó a la conclusión de que, al fin y al cabo, era una clase de mundo muy decente y respetable.”

Creo que esencialmente es así, pero también es cierto que se está imponiendo – y son como grietas en un polder - una visión de la existencia que antepone a todo la productividad y la utilidad; un materialismo que cifra la plenitud de vida humana en poseer cosas y satisfacer nuestros deseos; un utilitarismo que identifica la moral con la eficacia, elevando la economía a la categoría de único principio moral; y un consecuencialismo, o “ética del resultado” (Fernando Inciarte), que hace depender la moralidad de una acción, única y exclusivamente, de sus consecuencias previsibles, lo que implica que al olvidar la acción misma para atender solo a la consecuencia cualquier acción puede estar permitida siempre que la consecuencia sea positiva; y todo ello combinado con la falacia de “la búsqueda de la felicidad” entendida, no como lo que los hombres experimentan cuando dan con su fin, con aquello a lo que deben tender, sino desde un punto de vista hedonista, como el fin que los hombres deben buscar (que es la forma perfecta de no encontrarlo) y que justifica cualquier acción.

Las consecuencias son muy graves, y no solo desde el punto de vista económico y del trabajo, como estamos viendo con una crisis que nace directamente de esa concepción moral, sino también por lo que implica de despersonalización del hombre, que queda reducido a veces – y esto pasa casi desapercibido, porque va envuelto en el aura del progreso y de los avances técnicos – a un instrumento al servicio o en manos de otros hombres. Pero de esto hablaremos en otra ocasión.

11 comentarios:

victoria dijo...

Tiene usted razón D.José Ignacio pero qué quiere que le diga: da mucho gusto llegar sin apuros a fín de mes!!!

victoria dijo...

oyes! no sale nada publicadooo!!!!

victoria dijo...

No quiero ser pesada pero falta por publicar otro comentario mío!

Desde el foro dijo...

jajaja... ¡qué curioso!, la mujer de Lorenzo (Robert de Niro) en la película se resiste a devolver el dinero, dice que, en fin que por qué no lo piensan un poco, que les vendría muy bien... etc.

victoria dijo...

es que las mujeres somos muy prácticas!!

Manolo dijo...

En la película La Misión se expone otro ejemplo de un hombre de armas y muy atado a la tierra, al poder, al tráfico de esclavos y que termina matando a su propio hermano, se transforma e inicia un camino, primero de purificación propia y luego de evangelización.

Apretar un gatillo e incluso vivir de ello es fácil e incluso puede llegar a ser rentable. Me quedo con lo duro, con lo difícil, pero a la vez enriquecedor: levantarme todos los días a las 6, procurarles a mis hijas una educación, un sustento y una familia unida y disfrutar del lujo que Dios me permite disfrutar cada día por el mero hecho de tener un trabajo que me permite lo anterior: UNA GOZADA DE VERDAD.

Manolo dijo...

Perdonad por los gazapos al reiterarme en distintas palabras, pero es mi cumple y voy con un poquillo de prisa habida cuenta que les he dicho a unos vecinos de tomar unas cervezas. Gracias por las felicitaciones y un abrazo a todos. La próxima vez revisaré el texto con más calma antes de enviarlo y, aunque no sirva de excusa, creo que el mensaje se entiende y, dado que estamos entre amigos, seguro que me beneficio de alguna disculpa: GRACIAS.

Anónimo dijo...

No creo que hubiera estado bien decirle que se metiera a puta. En cuanto a lo otro ¿que es mejor estudiar algo que te gusta mucho y luego morirte de hambre? porque no tiene salidas. Primero tiene que ver por sobreVIVIR alomejor despues de elegir esa carrera para vivir puede elegir estudiar algo que le guste y todo eso sin hacerse puta. En cuanto a la pelicula ese niño puede elegir porque tiene un padre que le dice que puede elegir, pero si hubiese sido hijo de un parado y no de un conductor de autobus alomejor preferian vivir haciendo recaditos de la mafia que morir de hambre. Siempre depende de la situación.

Desde el foro dijo...

Hola Manolo, no hay nada que disculpar, y espero que lo pasaras estupendamente el día de tu cumpleaños.
Un abrazo.

Desde el foro dijo...

Hola anónimo,
No se trataba de decirle que se metiera a puta, sino de un simple recurso argumentativo llevando el mismo argumento de la chica al extremo, para que viera sus implicaciones.

En cuanto a lo de elegir una carrera tienes razón, y es complicado porque tienes que jugar un delicado equilibrio entre ambas cosas, por un lado te tiene que gustar y por otro te tiene que dar para vivir; claro que lo de "gustar" es un concepto que también se puede educar, y el conocimiento, oficio, o profesión que te preocupas por conocer y ejercer lo mejor posible te termina gustando, por si mismo y por el servicio que prestas a los demás haciéndolo bien, aunque sea conducir un autobús..., los pasajeros quieren a Lorenzo (Robert de Niro), porque seguro que hace bien su trabajo, tiene una sonrisa amable o una palabra oportuna, y se hace querer.

En cuanto a lo último, claro que siempre está la tentación del dinero fácil, y claro que la situación personal de una persona puede influir en lo que haga; existe la figura del hurto famélico, que no se puede castigar porque la supervivencia prima sobre el derecho de la propiedad, pero:
- No siempre es así, porque muchas veces es que simplemente es más cómodo y rentable que trabajar, como ocurre en la película, y
- No siempre tiene por qué afectar más a los pobres; muchas de las víctimas de la crisis no eran pobres, sino gente acomodada a la que le pudo la avaricia y se embarcó, especulando, en lo que no podía ni debía.
Un cordial saludo.

Manolo dijo...

El fin no justifica los medios. Aunque soy partidario de seguir los impulsos de la vocación, por encima del beneficio económico, también es cierto que en la mayoría de los casos no podemos elegir y tenemos asirnos a lo que la vida nos depara y, en el mejor de los casos, gozar de un puesto de trabajo con el que tratar de mantener dignamente a la familia, evitando herir a terceros en todos los órdenes de la vida.

Además de suerte, tener buenos contactos y que la situación económica lo permita, es fundamental la formación permanente y unos mínimos de educación y sentido común, tristemente muy mermados en la sociedad actual los dos últimos requisitos.