sábado, 25 de abril de 2009

Delito, moral y progreso

Nos ilustra la Vicepresidenta afirmando que moral y delito responden a órdenes distintos; pues claro, y nadie, tampoco la Iglesia,  pretende confundirlos, pero es evidente que una regulación, penal o no, responde a un concepción moral, y debe estar orientada al bien; el problema es la identificación de ese bien, y como no está prescrito que confesar el cristianismo cree ningún tipo de discapacidad, por lo menos distinta a la del que se confiesa ateo o agnóstico, los cristianos pueden opinar, y también los Obispos, aunque se llamen Rouco Varela, sin que ello deba impacientar a nadie, salvo que carezca de otros argumentos. 

No hace falta ser Obispo, ni tan siquiera cristiano, para afirmar que existen derechos “prepolíticos”, y afirmar lo contrario responde a una concepción totalitaria que algunos quieren imponer en nombre del progreso, cuya bandera definen, adjudican y enarbolan como una espada, eso sí, sin consulta previa, porque ellos, la “inteligencia”, sabe lo que nos conviene. Intentan obviar que esos derechos prepolíticos son “reconocidos” por la Declaración Universal de Derechos Humanos, lo que implica su preexistencia, y que así debe ser para que no dependan de una mayoría parlamentaria, siempre accidental, o del Leviatán de turno. 

La inclusión en los Códigos penales del aborto no fue obra de la Iglesia, que hasta 1869 defendió el principio de hominización tardía, sino que, ¡ah sorpresa!  fue el Estado nacido de la  Ilustración y de la Revolución francesa, el que decidió privilegiar la vida del "futuro ciudadano, trabajador y soldado, con respecto a la de la madre", castigándola con severidad por abortar. Seamos honestos. El Código de Hamurabi (2.500 a.C.) castigaba el aborto como un delito contra la propiedad del padre, por cuanto el vientre de la madre le pertenecía y, moralmente, lo que ahora se argumenta a favor del aborto no es muy distinto, solo que ahora la propiedad se quiere atribuir a la madre. La cuestión es que han transcurrido 4.500 años desde entonces, y lo que de verdad chirría y subleva a la inteligencia es que nos lo pretendan vender como progreso.

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