domingo, 6 de julio de 2014

Carta de Teófilo a Lucrecio


Recupero y transcribo, como he hecho en alguna otra ocasión, una carta de la correspondencia entre Teófilo y Lucrecio, que alguien podría pensar que es más apropiada para Cuaresma, o Semana Santa, pero el tema que trata no creo que deba limitarse a esas fechas, y además, no se por qué, se me antoja que esta época, ahora que se acercan las vacaciones de verano, tampoco es mala para recordar algunas cosas. Tal vez le pueda servir de algo a alguien.  Ahí va.

Mi querido amigo, Lucrecio:

Me es muy grato volver a saber de ti, que bien sabes que siempre recibo con agrado tus cartas, como las dudas que te planteas y tengo el honor de que me hagas partícipe, que bien sabes que siempre te aliento a que no dejes de hacerlo, que verdad es que la vergüenza es mala consejera, y extraño sería para una alma inquieta como la tuya no tenerlas, ni buscar de ellas su razón.

Pero razones, mi querido amigo, no es razón, ni en ella encontrarás respuestas al sentido de la mortificación; no es sino en el amor donde hallarás su sentido, que es redentor, que no es cristiano quien cumple una ley sino quien sigue a Jesús, también cuando sube a Jerusalén, en el que se va a realizar el misterio de su pasión, muerte y resurrección, solo para nuestra salvación. ¿Le dejaremos solo?, ¿no le habremos de acompañar en su camino hacia el Calvario, aprendiendo a conocer y amar su Cruz, reconociendo y amando nuestra propia cruz?

No, no se trata de rechazar todo lo bueno y lo noble que puede haber en el uso y goce de los bienes de la tierra, sino manifestación de señorío sobrenatural sobre nuestro cuerpo - tan débil tantas veces-, y sobre las cosas creadas, pero solo por razón de amor. Y no, no se me escapa que parece cosa de locos, de necios, que ya lo decía San Pablo cuando escribía a los corintios “Los judíos piden signos, los griegos buscan sabiduría; nosotros en cambio predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos, necedad para los gentiles”, y verdad es que es locura buscar la mortificación, pero locura de amor, ¿o es que no está loco – es una forma de hablar - el que sale de sí para amar a los demás, y afronta con alegría, que no es risa ligera sino recia serenidad que nace de la fe y del conocimiento de Jesús, penas y sufrimientos?

No dejemos de tener presente que, desde la caída, no es la historia universal sino la de una lucha entre dos formas de amor, el amor a sí mismo, pese a que lleve consigo la propia destrucción, y la del mundo, y el amor al otro, que es renuncia de sí y entrega de la propia vida, y así será hasta el fin de los tiempos; y hemos de elegir hoy, cada día, que en una visión cristiana de la vida cada momento es favorable, y cada día es día de salvación, porque fue el mismo Cristo el que nos dijo “el que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga, porque el que quiera salvar su vida la perderá, pero el que pierda su vida por mí y por el evangelio, la salvará.”, y sabemos que Dios es Padre y aquello que nos pide más allá de nuestras fuerzas lo suple con su gracia, que no es su voluntad perdernos pidiéndonos imposibles.

No amigo mío, no hay otro camino, y no caben atajos ni componendas, que no es posible poner una vela a San Miguel y otra al diablo, y si optamos por buscar la voluntad de Dios, aunque cueste - que nunca dijo nadie que fuera fácil, pero tampoco que no fuera para todos posible -, hemos de tener los sentidos guardados y el cuerpo sujeto, viviendo como peregrinos que llevan lo justo y se entretienen poco con las cosas, porque vamos de paso.

Con un abrazo, se despide tu amigo

Teofilo

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