domingo, 20 de octubre de 2013

Mártires

El pasado 13 de octubre de 2013 se celebró en Tarragona la ceremonia de beatificación de 522 mártires de la Iglesia Católica, 522 personas asesinadas – junto a otros muchos miles, algunos ya beatificados por la Iglesia, otros en proceso, y otros muchos, los más, que lo son de todas formas ante Dios – no por su ideología política, no por pertenecer a uno u otro bando, sino por el simple hecho de ser católicos y de dar testimonio, hasta el final, con su sangre, de su fe. Fueron las víctimas de una persecución religiosa, que no fue la iniciativa aislada de unos cuantos marxistas-estalinistas exaltados, fuera de todo control por causa de la guerra civil, como a veces se ha querido presentar, sino que hunde sus raíces en una política radical, de hostilidad abierta y declarada contra la Iglesia, a la que se ve, incomprensiblemente, dice el Papa Pío XI en la Encíclica Dilectissima nobis, como enemiga del régimen republicano; una política que comienza con el “España ha dejado de ser católica”, proclamado por Don Manuel Azaña ante la cámara constituyente de la II República el 13 de octubre de 1931, se desarrolla a través de múltiples medidas legislativas contra la Iglesia Católica, encaminadas a imposibilitar su mera existencia, y alcanza su paroxismo durante la guerra civil, cuando el odio a la fe y el propósito declarado de exterminar a la Iglesia se traducen en la matanza sistemática de sacerdotes, seminaristas, religiosos y religiosas, y de laicos de cualquier sexo, edad o condición, por el simple hecho de ser católicos.

“Pero es que tu padre era muy católico, y como era muy católico había que matarlo”, le dijo un miliciano a la hija de D. Francisco Martínez García, abogado, director de La Verdad, catedrático y Alcalde (1926-1928) en Murcia; no había ninguna otra razón, como para tantos otros miles de mártires, bastó solo eso para matarle, era muy católico.

Pues bien, vamos camino de un siglo desde que sucedieron esos hechos y, por increíble que pueda parecer [no tanto en realidad, porque está dicho que será así hasta el fin de los tiempos], hay quienes, instalados en una ideología radical, como la joven autora del tuit  que ilustra este párrafo – “miembra” declarada de las Juventudes Comunistas, de signo marxista-leninista -, dicen añorar aquellos tiempos en los que “ayudaban a las curas a reunirse con su Dios; ¿un desbarre de una joven “logsetomizada”, como decía otro tuitero? No, no creo que tal manifestación sea una simple pérdida momentánea de control (salvo, tal vez, el hecho de expresarlo públicamente), y en ningún caso es inocente ir afirmando por ahí que hay que matar a nadie (algunos lo entenderán mejor, en toda su magnitud, si prueban a sustituir la palabra “curas”, por ejemplo, por la palabra inmigrantes, negros, homosexuales, u otras), sino que responde a una hostilidad anticatólica que existe, que tiene múltiples manifestaciones, y a la que ya me referí en un post al hablar de los modernos talibanes del laicismo radical.

Desde ese mismo laicismo radical – que es en realidad, mayormente, puro y simple anticatolicismo – algunas entidades, sindicatos, partidos políticos (Ateneu Republicà, Associació de Víctimes de la repressió franquista a Tarragona, UGT y CCOO, ICV-EUiA, y las juventudes del PSC), y algunas personas a título particular, impulsaron en Tarragona la llamada Coordinadora para la Laicidad y la Dignidad con el objetivo declarado de rechazar y boicotear la beatificación de los 522 mártires de la Guerra Civil, considerando dicho acto como “un insulto para los que perdieron a sus familiares y sufrieron represión durante la dictadura franquista que contó con la bendición y el apoyo de la Iglesia”, y que las beatificaciones suponen "un acto político" que "ofenden, discriminan y no contribuyen a superar las heridas todavía abiertas en nuestra memoria histórica", calificándolo algunos como un acto fascista.

Vamos a ver, si bien la persecución y matanza de católicos fue indudablemente un acto político, como lo ha sido siempre desde el tiempo de los romanos, pasando por la Revolución Francesa, o las purgas estalinistas, la beatificación por la Iglesia de aquellos que mueren por causa de su fe no es, de ninguna manera, un acto político, ni un atentado contra la laicidad del Estado, ni mucho menos – ¡qué forma de desbarrar! - un acto de exaltación fascista, a menos que se conciba a la Iglesia como un actor político, que ni lo es, ni lo debe ser, que se confunda la sana laicidad del Estado con el laicismo (la diferencia es radical), o que se confunda a la Iglesia con uno de los bandos de la guerra civil, que tampoco, aunque, sinceramente, tampoco puede extrañar que si en uno de los bandos se dedicaban a matar a sacerdotes, religiosos y laicos católicos sistemáticamente, por miles, los que pudieran intentaran pasarse al otro lado.

No, no tiene nada que ver con la política: “Firmes y valientes testigos de la fe”, no de ninguna bandería política, era el lema de la ceremonia de beatificación. Como señalaba en la homilía de beatificación el Cardenal Amato, hay que recordar “de antemano que los mártires no fueron caídos de la guerra civil, sino víctimas de una radical persecución religiosa, que se proponía el exterminio programado de la Iglesia. Estos hermanos y hermanas nuestros no eran combatientes, no tenían armas, no se encontraban en el frente, no apoyaban a ningún partido, no eran provocadores. Eran hombres y mujeres pacíficos. Fueron matados por odio a la fe, solo porque eran católicos, porque eran sacerdotes, porque eran seminaristas, porque eran religiosos, porque eran religiosas, porque creían en Dios, porque tenían a Jesús como único tesoro, más querido que la propia vida. No odiaban a nadie, amaban a todos, hacían el bien a todos. Su apostolado era la catequesis en las parroquias, la enseñanza en las escuelas, el cuidado de los enfermos, la caridad con los pobres, la asistencia a los ancianos y a los marginados. A la atrocidad de los perseguidores, no respondieron con la rebelión o con las armas, sino con la mansedumbre de los fuertes….Ahora planteémonos una pregunta: ¿por qué la Iglesia beatifica a estos mártires? La respuesta es sencilla: la Iglesia no quiere olvidar a estos sus hijos valientes. La Iglesia los honra con culto público, para que su intercesión obtenga del Señor una lluvia beneficiosa de gracias espirituales y temporales en toda España. La Iglesia, casa del perdón, no busca culpables. Quiere glorificar a estos testigos heroicos del evangelio de la caridad, porque merecen admiración e imitación. La celebración de hoy quiere una vez más gritar fuertemente al mundo, que la humanidad necesita paz, fraternidad, concordia. Nada puede justificar la guerra, el odio fratricida, la muerte del prójimo. Con su caridad, los mártires se opusieron al furor del mal, como un potente muro se opone a la violencia monstruosa de un tsunami. Con su mansedumbre los mártires desactivaron las armas micidiales de los tiranos y de los verdugos, venciendo al mal con el bien. Ellos son los profetas siempre actuales de la paz en la tierra.”

¿Que quieren que les diga?, entre el mensaje de odio y rencor de esa Coordinadora, y de quienes la integran o coinciden con sus planteamientos, o el de esa joven comunista tuitera, igual a tantos otros/as que proliferan por las redes sociales, o al de tantos otros que desde sus tribunas (radio, televisión, diarios…) alientan sin reparo el sentimiento anticatólico, y el mensaje de paz, fraternidad y concordia de la Iglesia…, como dice el historiador Santiago Mata, autor del Libro “Holocausto católico”, los mártires del siglo XX son “la mejor medicina contra el rencor”, dándonos una lección de perdón.


Pues eso, cuesta, y mucho, pero yo me quedo con esta lección.

13 comentarios:

Manolo dijo...

Mucho rencor, poco amor. Las bofetadas siempre van a los mismos, a los que defienden el amor en vez la guerra, el perdón en vez de rencor, la generosidad frente al egocentrismo. Todos los días y en todo el mundo hay episodios contra los cristianos, episodios de extrema crueldad contra personas cuya única arma es un crucifijo. Por disparidad de credo extremistas islámicos atacan a diario iglesias cristianas en Egipto. Amparados en una falsa memoria histórica se remueven en nuestra querida España sentimientos de odio contra todo lo que huela a católico y de ahí el empeño año tras año de demoler edificios de incalculable valor cultural e histórico mantenidos gracias al esfuerzo realizado por la Iglesia sin coste alguno para el Estado, retirar el nombre de las calles que incluyan nombres de personalidades religiosas o que sencillamente contengan el nombre de nuestra patria, tal y como se ha logrado recientemente en Sitges.

Y las bofetadas siempre las dan los mismos, esos que no cesan de remover tumbas, personas que, sin bandera y presumiendo en sus poesías y cantos de eso, de no tener patria ni bandera, no para de ondear una tricolor salida de ultratumba, de una memoria histórica paralizada en el tiempo, que nada produce excepto rencor y muerte.

Ni una muerte debería haber por causa de guerra, éstas no deberían existir. Pero lo que no tiene nombre es que, sin haber guerra, mueran personas indefensas y se agreda permanentemente a personas e instituciones que promueven la paz y defienden la vida.

Para aquellos que siguen empeñados en alentar memorias históricas de hace décadas, les invito a que remuevan las checas en Cartagena contra oficiales que fueron lanzados al mar con pesas y parrillas atadas a los pies para que sus cuerpos no pudieran ser localizados, velados y dignamente sepultados por sus familiares. O que remuevan y den el pésame a las familias de los más de 400 sacerdotes asesinados en Madrid tras haber sufrido persecución, asedio y caza por parte, entre otros, de los bárbaros de la FAI (federación anarquista ibérica). Que se hable claro sobre Manuel Escorza del Val y sus instrucciones genocidas o de tantos y tantos sacamantecas que cobardemente y con nocturnidad hacían patrullar sus realas de asesinos para capturar a religiosos que morían valientemente, rezando y sin renunciar jamás a Nuestro Padre Jesús.

Anónimo dijo...

La existencia de mártires no puede ser considera medicina, es la consecuencia de una sociedad enferma.

Dredo dijo...

Es cierto Manolo, quedan muchos mártires por beatificar o al menos respetar su memoria (sin rencor).

Desde el foro dijo...

Yo creo, Anónimo, que más que de una sociedad enferma habría que hablar - en este caso - de personas enfermas por una ideología maligna, que quería crear e imponer al "hombre nuevo revolucionario" a costa de eliminar, físicamente, al "antiguo".
Era una cuestión política que, como un cancer, afectó a una parte de la sociedad en al que despertó los más brutales instintos.
En otros casos la vestidura ideológica será distinta, pero los rasgos básicos son los mismos.

Dredo dijo...

Y los que defendían el "odio como factor de lucha" o "llevar la guerra hasta donde el enemigo la lleve, a sus casas, a los lugares de diversión..." o "tenían que pagar el precio" comentado tras asesinar a un semejante o aquella carta a su esposa "Querida Vieja: Estoy en La Manigua Cubana, vivo y sediento de sangre" cuando apenas habían pasado unos días desde la primera muerte que causó. Pero cuando llegó el momento de rendir cuentas, cuando se vio acorralado y sin escapatoria, no actuó con la valentía de los que jamás renegaron de Cristo, ni en el momento más cercano a su muerte, en el que encomendaron sus almas y, mirando a su asesino ejecutor y sin renegar de su religión, enaltecieron el nombre de Cristo, sin haber disparado jamás un fusil y con un crucifijo al pecho hasta el último día de sus vidas. Aquél payaso dijo: "Me rindo, no me maten, soy el ché, valgo más vivo que muerto".

Por supuesto que hay que rendir honor a nuestros caídos y por ello hay que hacerlo hacia los mártires recientemente beatificados, a los que están pendientes de ello y hacia todos los valientes que no se amilanaron ante un pelotón de asesinos que habían decidido matar por una ideología que odia y utiliza el odio como factor de lucha.

No entiendo que alguien pueda lucir una camiseta, una gorra o una mochila con la imagen de aquél que defendía "ante la duda, fusilad" o que se jactaba que sus amigos lo eran mientras que pensasen como él. Un personaje del que se duda que fuera médico y, por supuesto, no era comandante ni tenía formación militar, lo que le trajo muchos problemas por su incapacidad militar, reconocida por verdaderos militares a los que daba órdenes sin sentido, entre otras, fusilar por sistema y, si no lo hacían, lo hacía él con su propia pistola del 32. Perdió todas las batallas en El Congo lo que implicó que le obligaran a volver a Cuba pero allí ya no le abrían las puertas "los suyos" y tuvo que ser acogido en Bolivia, país en el que tampoco cuajó y donde prometió a los agricultores la propiedad de unas tierras de las que ya eran propietarios y por las que no había que entablar lucha alguna, excepto la que quería liderar este enfermo mental. Pero antes ya había sido delator y traidor de sus compañeros, por el temor de ser deportado a Argentina, su tierra natal. Le divertía ver a la gente correr mientras caían bombas (Guatemala). La revolución marxista que quería encabezar no era más que una farsa, era un falso revolucionario y le vieron el plumero de asesino, maquiavélico, adulador de Fidel y ejecutor sin juicio previo. Se burlaba de la forma de hablar de los cubanos, odiaba a los negros y despectivamente hablaba de los mejicanos como indios. Para él, ser cristiano era un delito y por eso los mataba ya que "tenían que pagar el precio". Su comunismo era su egoísmo: primero quitar la vida y luego arrebatar sus posesiones.

En fin, que se desengañen los que se han tatuado su imagen en el brazo, ya que lucen la imagen de un delator, un farsante, un asesino, un cobarde que tuvo la oportunidad de morir luchando y se rindió. Al menos, los mártires beatificados, murieron con honor y abrazados por la gloria.

Inés dijo...

Hay que empezar por algún lado, yo lo haría impidiendo que se permita la difusión de la imagen de cualquier asesino en camisetas, gorras, etc. Continuaría por no permitir a una exminitra justificar la extinción de la doctrina Parot, en defensa de unos derechos humanos contemplados en beneficio de los que han asesinado y no en favor de familiares de víctimas y propias víctimas de asesinos que ni se arrepienten ni han pedido perdón. Seguiría por impartir clases de memoria histórica, pero una memoria de verdad, no la que interesa a algunos, los que llaman a un asesino, revolucionario. Es el juego de palabras de siempre, el de los que quieren hacer prevalecer la fuerza por encima de los votos o los que camuflan su totalitarismo con frases bonitas.

Anónimo dijo...

La mejor medicina es la inexistencia de violencia y la propagación del amor, que no se compra en El Corte Inglés, ni se vende en un banco de iglesia. El verdadero católico se mueve en la renuncia, la obediencia, en prolongar el mensaje de la liturgia en el domicilio, el trabajo, en la calle y lo proclama y extiende en la familia, los amigos y cualquier persona que se encuentra a su paso. El esfuerzo de un páter no puede quedar encerrado entre los muros de un templo, hay que desarrollarlo. Los seminarios, encuentros, catequesis, simposios y retiros de nada sirven si no tienen carácter abierto y evangelizador, no podemos quedarnos para nosotros mismos los frutos de una buena reflexión.

Grupo de amigos católicos tras su charla del Lunes 29/10/2013.

Desde el foro dijo...

"Id al mundo entero y proclamad el Evangelio"; sí, anónimo, el mensaje fue muy claro.

Manolo dijo...

"Me dieron muerte los mismos hermanos, a Mí, que fui Salvador en todas sus angustias" (Isaías LXIII, 1 y ss).

"Al cristiano no se le estimula- no hace ninguna falta- a que haga ostentación de su vida interna de piedad; pero sí se le pide, cuando llegue el momento, que defienda con los dientes su Religión" (EL VALOR DIVINO DE LO HUMANO de JESUS URTEAGA LOIDI). Estas palabras me hacen pensar en la valentía de tantos mártires que, ni con un fusil apuntándoles, renegaron de Jesucristo. En esa "mansedumbre" reside una fuerza que debió estremecer a los que apretaron el gatillo.

Desde el foro dijo...

Buen libro, Manolo, muy buen libro.

Manolo dijo...

Así me lo parece José Ignacio, además de ameno, directo, sencillo en su expresión y profundo en el mensaje. Tenerlo a mano ayuda. Sí, es un buen libro.

Hoy, solemnidad de Todos los Santos y fiesta de los Fieles Difuntos, me parece un buen día para pedir a los recientemente beatificados que nos ayuden a seguir su valiente ejemplo, con el mismo arrojo que ellos lo hicieron.

Incluso pediría por los que, en base a unas memorias históricas que más bien son pesadillas históricas, quieren actualizar una base de datos de asesinatos tal y como pretende esa Lady Marx.

Pero además de pedir por esos coordinadores tan activos que han fondeado sus corazones una y otra vez en el mismo puerto, el del odio, los católicos debemos ir con la cabeza bien alta, sin comlejos, dejando claro que, al final, pase lo que pase en este mundo y pese a quien le pese, nuestro Dios tendrá la última palabra y eso es aterrador para algunos y una liberación para otros.

Por supuesto, en este día tan especial, propongo una oración por las almas que deben limpiarse en la Sangre de Cristo y alcanzar la bendición de gozar eternamente de nuestro Padre lo antes posible.

Me alegro de poder decir que este año he visto menos zagales con trajes monstruosos que en vez de alentar la vida, coquetean con la cultura de la muerte, el terror y la falta de respeto hacia los difuntos. Espero que el año que viene sean menos todavía y que descienda la venta de caretas ensangrentadas, telas de araña y objetos que tratan de hacer normal en nuestra sociedad el horror y la muerte en vez de la luz, la alegría y la vida. Pero no se oyen voces en contra por parte de los que reclaman el paredón como lo hacen esos que proclaman el laicismo radical, los verdaderos fascistas que no saben dar un paso en el tiempo, no avanzan, están parados en un tiempo de guerra y odio y ahí quieren continuar, alentando la muerte, el odio y el rencor.

Espero que poco a poco vayamos mejorando las variables macro y microeconómicas, incrementando el PIB, mejorando nuestra balanza de pagos, reduciendo endeudamiento nacional, regenerando el empleo o endulzando la prima de riesgo, lo que nos permitirá jugar de nuevo en primera división, pero no a base de incrementar el consumo en calabazas diabólicas, dientes de drácula, cuchillos ensangrentados y máscaras de muertos vivientes. Para eso, la ignorancia infantil no puede ser vitoreada por unos padres ignorantes, debe de ser corregida por el bien de una sociedad que necesita alegría en vez de terror.

Anónimo dijo...

Esos Santos fueron insultados en vida con el peor insulto posible, les privaron de la vida. Se merecen la Santidad y el respeto de todos, creyentes o no, la vida merece mucho respeto y a ellos se la robaron.

Manolo, aunque parece que este año el rebuzno popular ha tenido menos eco, algunos nos hemos encontrado con un huevo cascado en el parabrisas del coche. En realidad, ¿por qué ese odio a los católicos?. Un católico, tras rezar sus oraciones o salir de misa, no da una patada en la espinilla al primero que ve, o le rompe un huevo en una ventana, diferente a los que están permitiendo y riendo las gracias a sus hijos, desde muy pequeñitos, dando pábulo al horror, calando poco a poco lo que era previsible: "ding-dong, ¿truco o trato?, ¡abre que sabemos que estás ahí!". Si no les abres, viene la esclafada de huevo, el insulto, la meada en el ascensor, etc. Solamente les falta, con diez años, que te llamen esquirol por no participar en remover la mierda con un palito. Son los retoños de los actuales "informadores" que te llenan la cerradura del negocio de silicona para que no puedas ejercer libremente el derecho a ganarte el pan de cada día.

Espero Manolo que tengas razón y que este producto importado del mismo infierno vaya perdiendo fuelle.

Anónimo dijo...

. COMO DESARROLLAR INTELIGENCIA ESPIRITUAL
EN LA CONDUCCION DIARIA

Cada señalización luminosa es un acto de conciencia

Ejemplo:

Ceder el paso a un peatón.

Ceder el paso a un vehículo en su incorporación.

Poner un intermitente

Cada vez que cedes el paso a un peatón

o persona en la conducción estas haciendo un acto de conciencia.


Imagina los que te pierdes en cada trayecto del día.


Trabaja tu inteligencia para desarrollar conciencia.


Atentamente:
Joaquin Gorreta 55 años