Leía hace poco
un tuit en el que se alababa la inteligencia de los noruegos por el hecho de
que un 72% no creían en un dios personal y solo 2% acudía a los servicios
religiosos, según decía. Intenté debatir con su autor esa afirmación - dentro
de los límites que permiten los 140 caracteres de Twitter – puesto que, a contrario sensu, estaba calificando de
todo lo contrario (brutos, ignorantes, lerdos, limitados, y cualquier otra
antonimia posible) a los creyentes, he de decir que sin ningún éxito, al
encontrarme frente a una persona de una cerrazón (y maneras) poco
sorprendentes, la verdad, en un determinado tipo de “ateo” que pertenece a la
subespecie, no se si “comecuras”, pero sí anticlericalista, en el peor sentido
de esta palabra, porque anticlericalista también soy yo (al Cesar lo que es del
Cesar, y a Dios lo que es de Dios); una persona empeñada, muy a mi pesar, en
demostrarme que él era la excepción que confirmaba lo que decía ser la regla, y
eso que nunca se me pasó por la cabeza tal cosa (al principio, claro) porque,
de hecho, la técnica utilizada es la misma que utilizan Richard Dawkins o
Daniel Dennett, científicos ambos que rechazan la religión, cuando en sus
conferencias describen a los ateos como “gente
genial”, y dejan que sean sus oyentes los que lleguen al implícito
corolario sobre la escasa inteligencia de quienes creen en Dios.
Llovía sobre
mojado, porque a mediados de agosto leía un artículo (por cortesía de un amigo
de facebook que me manifestó parecerle una tontería, como a mí) acerca de un
estudio sobre la relación entre inteligencia y religiosidad que decía demostrar
- y era el título del artículo -, que “Los
creyentes son menos inteligentes que los ateos.”, ahí es nada; partiendo de
la definición de la inteligencia como la capacidad de razonar, planear,
resolver problemas, pensar de forma abstracta, comprender ideas complejas,
aprender rápido y aprender de la experiencia, afirmaba que “las creencias
religiosas son irracionales, sin ninguna base científica, imposibles de
comprobar, y por tanto, poco atractivas para gente inteligente.” El caso es
que su lectura me trajo a la memoria otro artículo, publicado en El Mundo hace
unos años (abril de 2009), que llevaba por título “Dios: una red de neuronas”, acerca de otro trabajo “científico” que
afirma que son las redes neuronales las que están detrás de la tendencia a la
espiritualidad, y que un estudio había revelado que las zonas del cerebro que
se activan con la fe religiosa son las mismas que empleamos para comprender las
emociones, los sentimientos y pensamientos de los demás, y que ese “área religiosa” está en el lóbulo
temporal y en el frontal. En su momento me hizo gracia, se me ocurrió pensar
que si era así, estaríamos ante algo mensurable, susceptible de ser medido (no
se si al peso, con un voltímetro…) y, por tanto, en la siguiente elección de un Papa podríamos prescindir del conclave y
encargar a una comisión científica que evaluara la “religiosidad” de los
posibles candidatos; tras leer la noticia sobre la vinculación entre
religiosidad e inteligencia me hace menos gracia, claro, porque vinculando
ambos estudios se puede llegar a la conclusión de que el desarrollo del área de
la religiosidad en el cerebro sería como el desarrollo de una especie de tumor
maligno que socava las facultades intelectivas.
Bromas aparte,
no es nada nuevo, se trata de un planteamiento
que se viene impulsando desde terminadas concepciones ideológicas (“cui
prodest”, podríamos y deberíamos preguntarnos, aunque Gustavo Bueno habla de “panfilismo humanista” de los
gobiernos), y que subyace en muchos
contenidos que se ofrecen a través del cine, televisión, y medios de
comunicación, que identifican la religión con el prejuicio, el atraso, con
la resistencia al progreso, como lo opuesto a la ciencia y a la libertad.
Nada más
alejado de la realidad, y como cristiano me causa perplejidad que se realicen semejantes afirmaciones cuando fue la Iglesia la que preservó el saber de los
antiguos en sus abadías y monasterios, cuando el Renacimiento es imposible de
entender al margen de la Iglesia Romana, cuando es un hecho que la Ilustración
no se ha producido en ninguna parte del mundo sino en la Europa cristiana, y siendo como es interminable la
relación de personajes históricos, católicos, que han sido decisivos en la
revolución que ha supuesto la ciencia moderna; la ciencia astronómica nace con
un clérigo católico, Nicolás Copérnico;
el precursor de las grandes revoluciones representadas por las geometrías no
euclidianas fue un jesuita, el padre Saccheri,;
el padre de la revolución genética fue monje, agustino y católico, Gregorio Méndel; en los inicios de la
teoría del Big Bang, está un sacerdote católico, Georges Lemaître; la lista sería interminable, Antoine Laovisier, Blaise Pascal, C.A. Coulomb, A. M. Ampere,
Torricelli, Marconi, A. Volta., Louis Pasteur, John Von Neumann en
investigación sobre computadoras, o Enrico
Fermí y Edwing Schrodinger en física; ¿es necesario
seguir?. Hasta el concepto de sustancia material con locación no
circunscriptiva que está en los principios de la teoría electromagnética y de
la física cuántica, tiene su origen en la doctrina de la transustanciación de
la Iglesia Católica. Afirma a este respecto el filosofo ateo materialista – y
por tanto, fuera de toda sospecha - Gustavo
Bueno, que la contribución de los
científicos cristianos – “sin dejar de
ser cristianos, más aun, siendo cristianos y por serlo” - que han ocupado
la primera línea en la evolución de la ciencia moderna deja en completo
ridículo esa visión, que desde la Ilustración, pero sobre todo a partir del
siglo XIX, presenta al cristianismo, y en particular al catolicismo, como una
corriente reaccionaria opuesta a la ciencia y la razón.
No, no solo no
existe ninguna contradicción entre fe y razón, porque en el mundo real, en la
vida cotidiana de millones de creyentes – también de muchos científicos -, fe y
razón coexisten sin contradicción alguna, porque son facultades complementarias
que se refuerzan mutuamente y que utilizamos para alcanzar la verdad, sino que,
como señala el Papa Francisco en la
encíclica (a cuatro manos, como él mismo dice) “Lumen Fidei” , “…la luz de
la fe, unida a la verdad del amor, no es ajena al mundo material, porque el
amor se vive siempre en cuerpo y alma; la luz de la fe es una luz encarnada,
que procede de la vida luminosa de Jesús. Ilumina incluso la materia, confía en
su ordenamiento, sabe que en ella se abre un camino de armonía y de comprensión
cada vez más amplio. La mirada de la ciencia se beneficia así de la fe: ésta
invita al científico a estar abierto a la realidad, en toda su riqueza
inagotable. La fe despierta el sentido crítico, en cuanto que no permite que la
investigación se conforme con sus fórmulas y la ayuda a darse cuenta de que la
naturaleza no se reduce a ellas. Invitando a maravillarse ante el misterio de la creación, la fe ensancha los horizontes
de la razón para iluminar mejor el mundo que se presenta a los estudios de la
ciencia.“
Para los
científicos antes citados, como para otros muchos – imposibles de enumerar –
que a lo largo del tiempo han dedicado su inteligencia y su esfuerzo a la
ciencia, en la investigación y la enseñanza (y, por supuesto, también en las
ciencias humanas y sociales), la fe no solo no ha significado una rémora
de la razón, una limitación de su inteligencia, sino que, antes al bien al
contrario, ha sido como otro ala, junto a la razón, (como decía Juan Pablo II en “Fides et ratio”) “sobre las cuales el espíritu humano se eleva
hacia la contemplación de la verdad”, lo que les ha permitido en muchas
ocasiones ser revolucionarios en sus respectivos campos.
Pues eso,
vamos dejarnos de falsas contraposiciones y antagonismos, de historietas
pseudocientíficas y calificaciones absurdas, porque, como decía G. K. Chesterton, para entrar en una Iglesia no hace falta quitarse la cabeza, basta con
quitarse el sombrero.
17 comentarios:
"Un poco de ciencia aleja de Dios, pero mucha ciencia nos acerca a Él" (Pascal, científico de reconocido prestigio)
Pues me parece que tiene mucho sentido y, por mi experiencia con algunas personas, estoy absolutamente seguro de la primera parte de la aseveración.
Si entendemos razón como la actividad racional superior, nos acercamos al concepto de fe por yuxtaposición de límites de actuación estando la razón en un plano inferior en el nivel cognoscitivo ya que nos limita mientras que la fe alcanza y se mueve en una dimensión que ha superado las facultades del raciocinio. El principio de razón suficiente implica evidencia, estando la fe liberada de esta exigencia, adentrándonos de lleno en la duda, ante la falta de certeza natural, solamente natural.
Estimado anónimo:
La fe trasciende la razón, porque es un don sobrenatural que recibimos de Dios, pero no podemos caer en el fideísmo (rechazado por la Iglesia católica) de algunos grupos protestantes, según el cual la razón es absolutamente irrelevante en la creencia religiosa, o en los parecidos términos del Islam, que enseña que Dios es tan absolutamente trascendente que no está vinculado a ninguna categoría humana, ni siquiera a la de la racionabilidad.
Hay que recordar que el evangelio de San Juan empieza diciendo que en el principio ya existía el “logos”, y el logo era Dios, y la palabra logos significa tanto razón como palabra, una razón que es creadora y que es capaz de comunicarse, pero precisamente como razón, y por eso decía San Agustín, “creo aquello que puedo comprender”. Tratándose de Dios no se trata obviamente de la evidencia fruto de un tubo de ensayo, claro (no sería Dios), pero es que es un error confundir evidencia con evidencia científica, porque existen también las reglas de la lógica, de la razón, que dan sentido a aquello que no comprendemos. Un ejemplo puede ser clarificador: nadie ha visto en su vida, por ejemplo un quasar, un quarks, ni un pulsar, pero los científicos creen en ellos porque hacen que tengan sentido muchos experimentos físicos.
Por eso, porque Dios es razón creadora, creo que no se puede afirmar que la fe esté liberada de la exigencia de la razón; ambas son facultades distintas e independientes, pero ambas dependen mutuamente, y son ambas las que nos permiten, trabajando juntas como esas dos alas a las que se refería Juan Pablo II, elevarnos hacia la Verdad.
Por la razón se ha llegado tanto a tratar de demostrar la existencia como la inexistencia de Dios. Fundamentalmente, partiendo de conceptos, se establecen silogismos que dan un resultado u otro, dependiendo todo de los conceptos que se utilicen, esto es, de definir las cosas de uno u otro modo. Si afirmo y defino a Dios como SER llegaré a conclusiones diferentes, incluso antagónicas, que si lo defino como AMOR. Dado que la razón nos puede llevar, por la vía de la lógica, a la cuasi demostración de la existencia o inexistencia de Dios, queda pués un espacio de libertad alejado de la razón, pero en absoluto opuesto a la misma, que nos adentraría en el campo de la FE PURA, que podemos perfectamente compatibilizar con la lógica, con la razón, con el SER, con la propia materia o con el concepto de NADA. La demostración de la inexistecnia de Dios queda coja por la concepción que establece en origen de Dios. Hay un punto clave que se basa en la inexistencia de materia que impediría su explosión expansiva, que pudo ocurrir, pero a la que le falta materia y nada, esto es existencia y ser para generar la propia explosión. ¿Compatibles FE y RAZON?, al menos no son incompatibles, al igual que nada demuestra la inexistencia de Dios, excepto si partimos de un concepto del mismo que ni es fiable ni confuso, sencillamente parte de la mente de un ser limitado como es nuestra especie, muy limitada en todo. La NADA podría ser en sí misma el SER infinito, contradicción en origen de la propia definición, pero única manera de entender el concepto racional de infinito o, mejor dicho, de ser infinito. La irrupción de la materia, de lo que es para el hombre, definiría al no ser por exclusión, lo que generaría un permanente equívoco entre ser y no ser, un círculo vicioso al que se le trata de dar explicación creando conceptos, lo que ni se ve ni se oye ni se huele pero es, el pensamiento, que requiere del ser y no precisa palabra.
Que no sean antagónicas ni hace ni deja de hacer complementarias a fe y razón, son dos caminos que nos acercan a cosas distintas. Por ambos podemos acercarnos a Dios y solamente por la falta de razón podemos alejarnos. El modo de acercarnos a Lucifer es teniendo fe en él, careciendo de fe en Dios. La ausencia de razón, de juicio justo, nos adentra en el maligno por la falta de verdad y de amor.
Hola Inés, bienvenida a este espacio, efectivamente se trata de caminos complementarios, y me remito a lo ya dicho, digamos que la razón permite un primer acercamiento a Dios (algunos filósofos lo hicieron, era la razón primera, de la que todo procedía) a partir de las cosas creadas, pero después se precisa de la fe, un don de Dios para elevarse por encima de lo que la pura razón nos permite.
La fe es necesaria, imprescindible, para creer en Dios, pero la pura fe, independiente absolutamente de la razón, también nos puede alejar, porque podemos caer en excesos que serían contrarios a la Verdad, al Logos que me refería como razón creadora. De ahí la imagen, que a mi me parece muy acertada que dio Juan Pablo II en Fifes et ratio, de que fe y razón son como dos alas, y ambas son necesarias para poder volar.
Comparto que son complementarias. El hombre está limitado, la razón es limitada, bien la usemos para tratar de llegar, rechazar o no tener en cuenta a Dios. Quizá la razón sea el primer paso en el que nos planteamos ciertas cosas como el origen del ser y llegamos a un punto en el que no podemos avanzar mucho más, ni tan siquiera con el uso de la lógica más aplastante. A partir de ahí es posible que entre en juego la fe, complementaria a unos primeros pasos dados por la razón. Nuestra propia limitación como humanos, nuestra limitada razón, hacen, si libemente queremos acercarnos a Dios, alimentar la fe día a día, tarea nada fácil y que requiere de una ayuda superior. La propia vida de Jesucristo, su entrega en la Cruz por nosotros y su resurrección son, dos milenios después de unos hechos extraordinarios, una valiosísima ayuda para que los seres humanos tratemos de seguir el mensaje de amar al prójimo como a nosotros mismos y tratar de entender que Dios es amor, lo que parece fácil pero la complejidad es tal que vivimos en un mundo en que hay guerras, nuestros hermanos pasan hambre, se tortura, se impide el fluir de la vida, se aborta, se mata por dinero, se acumulan falsos tesoros, etc... Necesitamos mucha, muchísima fe para amarnos, para acercarnos a Dios.
Amén, Manolo, amén.
Pero, ¿realmente hace falta tanta FE a pesar de la evidencia histórica?.
Hola Dredo, existe la evidencia histórica de un personaje, Jesús, que vivió en un periodo muy concreto de la historia, y que fue crucificado, incluso de que se le atribuyen hechos inexplicables, milagros para nosotros, magia para los paganos que lo consignaron en unas vasijas halladas en un yacimiento arqueológico. Pero confesar que es el Hijo de Dios, la segunda persona de la Trinidad que se encarnó en la Virgen María, podemos intuirlo a raíz del comportamiento de Apóstoles y discípulos tras Pentecostés (torpes, lentos de inteligencia, y cobardes, se lanzan a proclamar la buena nueva, aun a riesgo de su vida), pero requiere de fe, sí.
De Dios no nos aleja ni mucha ni poca ciencia, nos aleja el mal uso de la misma y también nos aleja el mal uso de lo que no es ciencia. Sin ciencia alguna, tenemos santos; con mucha, poca o ninguna ciencia tenemos los mejores acróbatas del mal, es cuestión de tomar un camino u otro. Por un camino nos condenamos, por otro nos salvamos, no se trata de poco o mucho. Desabastecidos de talentos, pero usando bien los otorgados, podemos ser santos. Dotados de talentos a raudales, con su buen uso, podemos ser santos, con el mal uso seremos despreciables a los ojos de los hombres y de Dios.
¡Qué suerte tener el papa que tenemos, viste!, cercano, sensillo, listo, calando bien en los paisanos.
De momento está poniendo orden y se ha cargado a un obispo que ejecutó obras en su sede episcopal por más de 40 millones de euros. Es coherente, da ejemplo, está en sintonía con La frase <> o la que Jesús dice a los ricos <>.
Desconozco esas frases porque no se ven, pero la coherencia de nuestro actual Papa se presupone. En cualquier caso y ya que se menciona a Su Santidad, destacaría algunas frases que rinden honor a un buen Papa y una excelente persona, por ejemplo cuando:
*Denunció"la concepción economicista de la sociedad que busca el beneficio egoísta mas allá de los parámetros de la justicia social".
* Pidió que se "garantice protección jurídica al embrión tutelando a todo ser humano desde el primer momento de su existencia".
* Expuso que "el dinero debe servir y no gobernar".
* "Quiero que se salga fuera, quiero que la Iglesia salga a la calle, quiero que la Iglesia abandone la mundanidad, la comodidad y el clericalismo, que dejemos de estar encerrados en nosotros mismos. El católico es alegre sin cara de luto perpetuo".
* "Como muchos de ustedes no pertenecen a la Iglesia Católica, otros no son creyentes, de corazón doy esta bendición en silencio a cada uno de ustedes, respetando la conciencia de cada uno, pero sabiendo que cada uno de ustedes es hijo de Dios".
* "También en la comunidad cristiana hay de estos trepas, ¿no? Que buscan su propio beneficio y consciente o inconscientemente fingen entrar por la puerta pero son ladrones y sinvergüenzas. Para ellos la religión es un negocio".
* "Dios perdona a todos, no solo a los cristianos, sino también a los ateos".
En tan corto espacio de tiempo, ha dicho mucho y bueno. Recemos para que siga iluminándonos muchos años.
. COMO DESARROLLAR INTELIGENCIA ESPIRITUAL
EN LA CONDUCCION DIARIA
Cada señalización luminosa es un acto de conciencia
Ejemplo:
Ceder el paso a un peatón.
Ceder el paso a un vehículo en su incorporación.
Poner un intermitente
Cada vez que cedes el paso a un peatón
o persona en la conducción estas haciendo un acto de conciencia.
Imagina los que te pierdes en cada trayecto del día.
Trabaja tu inteligencia para desarrollar conciencia.
Atentamente:
Joaquin Gorreta 55 años
Efectivamente, Joaquín,son inumerables las ocasiones que tenemos cada día de acallar los prontos y malos impulsos, de rectificar la intención, y hacer el bien a todos aquellos que nos rodean, con todo esos pequeños pero innumerables detalles que hacen la vida más amable.
Es cuestión de estar atentos.
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