Se hacía eco un periódico, a principios del mes
pasado, de la persecución de la que son objeto los cristianos, no en Nigeria, Yemen, Kenia o Bangladesh, sino en
un país de nuestro entorno cultural, la civilizada Francia. Bien es verdad que esa persecución no consiste en
quemarlos vivos dentro de las iglesias, como en esos otros países - a nuestra
delicada (para algunas cosas) sensibilidad occidental le costaría trabajo
digerirlo, y difícilmente podrían silenciarlo y mirar para otro lado, como cuando
ocurre en esos otros países - pero daba cuenta de que está creciendo de forma
inquietante el vandalismo anticristiano, en forma de robos, profanaciones de
iglesias, capillas y cementerios, destrucción de belenes y monumentos de
carácter religioso, interrupción violenta de celebraciones litúrgicas, y
amenazas y agresiones a sacerdotes y religiosos.
No es un fenómeno exclusivo de Francia, en España
estamos viviendo un proceso de escalada de violencia anticristiana similar, un proceso que empieza con la ridiculización de la
fe y de sus símbolos, desde un “humor” sin límites ni respetos, sigue con la
burla contra los sentimientos religiosos de los creyentes (identificados, a
veces, con borregos a merced de
una malvada “jerarquía”), y prosigue con ataques verbales, con ataques contra
edificios y bienes, y con violencia física contra los creyentes, y aquí ya
hemos llegado a este último grado. En efecto, en España hay una violencia
anticristiana que se manifiesta en pintadas [“la única iglesia que ilumina
es la que arde”, “arderéis como en el 36”, etc. – los acentos son míos -] y sabotajes en
multitud de templos, conventos y otros edificios de la Iglesia, destrozo y
quema de imágenes, exposiciones blasfemas, interrupción de celebraciones
litúrgicas y profanación de capillas, en burlas, amenazas y agresiones contra los creyentes, además
del vertido de toneladas de basura en los confesionarios de El Retiro, durante
la visita del Papa en la JMJ 2011 (la imagen del tipo vociferando al oído de
una chica corresponde a uno de esos episodios), y está presente en la actividad
de determinados grupos como, por ejemplo, los promotores de las llamadas
“procesiones ateas” – concepto en sí mismo delirante –, en las que se hace una
burla grosera de la Iglesia y de sus símbolos, o, sin ir más lejos, un
movimiento de gays y lesbianas que esta pasada Navidad promocionó una forma
diferente de vivirla, con “belenes-gays” formados por dos San Josés o por dos
Marías, y con unas “reinonas magas”, que ya son ganas de tocar las narices, porque
es una agresión incalificable merecedora del más duro reproche de cualquier
persona de bien, al margen de sus creencias. Y no se trata de hechos
aislados protagonizados por algunos descerebrados, sino de las
consecuencias de una cristianofobia
que se está cultivando y agitando desde determinadas concepciones políticas,
ideológicas y culturales, en las que
participan algunos dirigentes políticos, que proponen públicamente, por ejemplo, impedir a los católicos el
acceso a cargos públicos o a determinados trabajos (juez, médico…), o exigen –
como ha ocurrido recientemente – “colocar un bozal” al obispo de
Córdoba, por atreverse a cuestionar la ideología
de género (concepto elevado al altar de lo políticamente correcto y,
por tanto, incuestionable), y también algunos escritores, periodistas,
comunicadores, que arremeten sistemáticamente,
desde diferentes medios, contra la Iglesia.
Hay alguno más – entre los escritores, la TV casi no
la veo - pero ahora mismo me vienen a la cabeza, por ejemplo, Almudena
Grandes, burlándose de la violación de una monja en un artículo en
El País, o Arturo
Pérez-Reverte, con su permanente reivindicación – directamente, o a
través de sus personajes – de “madame guillotine”, y su permanente lamento porque
España no quedara anegada por un rio de sangre como el que anegó La Vendee, en Francia,
siendo tal su visión sectaria que, cuando se refirió en su columna semanal
(“Patente de corso”) al individuo vociferante de la foto, lo criticó como un
caso de agresividad machista, de “violencia de género”, y no como lo que es, una muestra de fanatismo
intolerante relacionado con las creencias, no con el sexo.
Después, ¿cómo nos puede extrañar que algún
descerebrado ponga por obra lo que otros proclaman desde sus particulares
púlpitos? Ya ha habido agresiones físicas
a sacerdotes y religiosos, y hace tan solo unos días, el pasado 7 de febrero,
mientras daba forma a estas líneas, desactivaron un artefacto explosivo, con
doscientos gramos de pólvora y un kilo de clavos como metralla, que estaba
colocado en un confesionario de la Catedral de la Almudena (Madrid), en la que,
por cierto, poco antes de que lo desactivaran, estaba una de mis hijas junto a
sus compañeras de viaje de estudios.
Este es el panorama, y lo resumía muy bien un
amigo que, no hace mucho, en Twitter, se atrevió a recoger unas palabras de Benedicto XVI en las que atacaba el capitalismo financiero desregulado, poniéndolo
al mismo nivel que el terrorismo y la criminalidad organizada - declaraciones nada
sorprendentes para quienes conocen un poco la doctrina social de la Iglesia - y
al que le cayó de todo solo por atreverse a citar al Papa; "hay
mucho talibán" me decía,
y es rigurosamente cierto.
Hay mucho “talibán”
que, en nombre de la tolerancia, actúa de modo absolutamente intolerante contra
quienes mantienen posiciones distintas a lo “políticamente correcto” del momento, pretendiendo obligar a admitir como
buenos valores y prácticas con los que se discrepa; la creencia en
la verdad se considera peligrosa, salvo la creencia en relativismo que, en
profunda contradicción, sí se presenta como una verdad absoluta, y se parte de
un laicismo integrista – un fundamentalismo laico en definitiva, similar a los
fundamentalismos religiosos – que se entiende a sí mismo y al mundo de forma
omnicomprensiva, anulando toda distinción entre poder y moralidad excluyendo la
posibilidad de que existan criterios de valor objetivos independientes del
ejercicio práctico del poder político, según los cuales pueda enjuiciarse el
ejercicio del poder, y aceptando como criterio único de moral y de justicia a
aquellas instancias laicas sometidas al control del proceso político, y solo en
la medida en que forman parte del mismo. Y es que, ahora, presumimos de
liberales y tolerantes, pero sigue existiendo la tentación de algunas
ideologías de convertir al Estado, al poder político, en instancia de autoridad
suprema “espiritual” con capacidad de
decir a los ciudadanos qué debemos creer y qué debemos pensar; de hecho una
gran parte de la historia de las ideas políticas de la modernidad, y de nuestra
historia más reciente, se explica desde esta perspectiva, llevada a la práctica
a través del “decisionismo” del poder político, con la complicidad de esa
“intelectualidad” que ataca de forma inmisericorde a quienes, como la Iglesia,
se oponen a la pretensión de resucitar el Leviatán de Hobbes, representado por esa figura terrible y gigantesca
que, asumiendo en cada mano los dos poderes, el temporal y el espiritual,
representados por la espada y el báculo, apenas deja margen al libre albedrío y
a la libertad individual.
“No es misión del Estado traer
la felicidad a la humanidad. – decía Joseph
Ratzinger - Ni es competencia suya crear nuevos hombres. Tampoco
es cometido del Estado convertir el mundo en un paraíso y, además, tampoco es
capaz de hacerlo. Por eso, cuando lo intenta, se absolutiza y traspasa sus
límites. Se comporta como si fuera Dios, convirtiéndose – como muestra el
Apocalipsis – en una fiera del abismo, en poder del Anticristo.” Y es que cuando se habla de
fundamentalismos se suelen identificar con los religiosos, y se olvida que
también puede haber fundamentalismos o integrismos laicistas, que ya han
demostrado de lo que eran capaces en el genocidio de La Vendee, en la Shoah o
en el Holodomor,
por citar algunos hechos históricos, y que es ese mismo laicismo integrista el
que está detrás de esa cristianofobia a que me he referido, obviando que, aun
cuando siempre ha habido y habrá discrepancias y tensiones entre la Iglesia y
el Estado - es inevitable por la auto comprensión que ambos tienen de sí mismos
- la relación entre ambos ha sido muy fructífera, única en la historia de la
civilización, y condición de posibilidad de un Estado laico.
Los seres humanos, en definitiva, no somos átomos
independientes, pertenecemos a una sola familia humana, y ni debemos
conformarnos con una tolerancia que consista en que creyentes y no-creyentes
nos limitemos a soportarnos, de mala gana o resentidos, ni podemos permitir ni
requerir la resolución de esas diferencias e inevitables tensiones por el “decisionismo” de un poder político autoerigido en instancia
suprema; hemos de intentar un ejercicio de tolerancia que consista no solo
respetarnos, que es lo mínimo, sino incluso en enriquecernos con las
diferencias. Así lo propone Jürgen Habermas, - nada sospechoso - cuando
afirma que “El concepto de
tolerancia en sociedades pluralistas concebidas liberalmente no solo considera
que los creyentes, en su trato con los no creyentes y con creyentes de
distintas confesiones, son capaces de reconocer que lógicamente siempre va a
existir cierto tipo de disenso, sino que por otro lado también se espera la
misma capacidad de reconocimiento – en el marco de un cultura política liberal
– de los no creyentes en su trato con los creyentes… La neutralidad cosmovisiva
del poder estatal, que garantiza las mismas libertades éticas para todos los
ciudadanos, es incompatible con la generalización política de una visión del
mundo laicista. Los ciudadanos secularizados, en cuanto que actúan en su papel
de ciudadanos del Estado, no pueden negar por principio a los conceptos
religiosos su potencial de verdad, ni pueden negar a los conciudadanos creyentes
su derecho a realizar aportaciones en lenguaje religioso a las discusiones
públicas. Es más, una cultura liberal política puede incluso esperar de los
ciudadanos secularizados que participen en los esfuerzos para traducir
aportaciones importantes del lenguaje religioso a un lenguaje más asequible
para el público en general.”
Pues eso, ¿talibanes?, ¡no, gracias!, pero de ningún
tipo.
13 comentarios:
Me ha gustado la denuncia. Afortunadamente, hay mucha gente que respeta. La mayoría, me parece.
JGC
Hola JGC, gracias, yo también lo creo así, que es una minoría y que la mayoría es respetuosa, aunque no comparta las creencias. Pero esa minoría es muy activa, y cada vez mayor, amparada por el silencio de quienes miran para otro lado (que también son muchos), básicamente porque no lo tienen claro, no quieren complicarse la vida y piensan que, al fin, no va con ellos, y creo que se equivocan, sí va con ellos, va con todos, como todo aquello que afecta a las libertades.
Ayer una manifestación con banderas republicanas, paró en la puerta de la Iglesia del Carmen de Cartagena, justo a la hora que entraban los feligreses que querían, libremente, acudir a ejercer su derecho a pensar como consideren oportuno y a practicar su religión, sin esperar por ello insultos u otros actos violentos. No fué así, fueron increpados, insultados y amenazados, "hay que cortarles el cuello", "menos religión y más educación" o "quema de crucifijos" eran algunas de las bellezas verbales que les dedicaron, esa es la educación de la que hacen gala. Un informativo nocturno "INFORMABA" de lo pacífico y democrático de las manifestaciones; ESO ES MENTIRA.
Son cobardes, van allí donde saben que no van a obtener respuesta proporcionada a sus insultos. ¿Qué pasaría si hicieran eso a la puerta de una mezquita?, sencillamente no lo harán jamás porque saben que la respuesta sería inmediata y a alguno le partirían la banderita tricolor en las costillas. ¿Qué daño les hacen los crucifijos, los curas, los conventos,las monjas o cualquier persona que profese la religión que le plazca, para que sean su fuente de inspiración incendiaria y pirómana?. Son cobardes, atacan a los que ponen la otra mejilla, a los pacíficos, a los demócratas de verdad que quieren ejercer sus derechos en libertad. Son los mismos que berrean con mofas carnavalescas protagonizadas por reinas del esperpento con cuerpo de varón o que se muestran apáticos ante cualquier invasión dañina para nuestra nación. Contemplativos, indiferentes y tolerantes con todo lo que sea atacar al que ayuda a los demás, por ello no se les ve en comedores y centros católicos que día a día proporcionan comida caliente, higiene y un techo a personas sin medios económicos, dando igual su religión o color de piel. Allí no se les ve ayudando nunca,solamente se les ve en masa, en manadas de lobos en la calle atacando a mujeres mayores por llevar una cruz en el cuello.
Absolutamente lamentable, por supuesto la agresión - porque insultar y amenazar también lo es - a quienes pretendían acceder a una Iglesia, pero también el silencio cómplice de los medios de comunicación que callan sistemáticamente ante esos ataques, los silencian para que no existan en lugar de defender, de verdad, la libertad; si hubiera sido en una mezquita seguro que habría salido a toda plana en todos los medios de comunicación como un acto intolerable (que lo sería, efectivamente) contra la libertad religiosa, y hasta se habrían propuesto medidas, observatorios, actos de desagravio...; gracias por tu denuncia, por ponerlo de manifiesto para que lo sepamos.
Me llama la tención la falta de respeto, la intolerancia y la violencia amparada en la masa de algunos colectivos. Un denominador común es la banderita republicana en todas esas manifestaciones antidemocrátias y que se suelen atentar contra personas que ejercen libremente su derecho a practicar la religión que les plazca. Lo curioso es que van de pacíficos y no paran de linchar a los verdaderamente pacíficos. Va siendo hora de selarles con el dedo, aunque esté feo, pero solamente para que vean que no nos chupamos el dedo y que su discurso no es más que un atentado perenne contra la normalidad de una sociedad que pretende vivir en paz y para la que estos agitadores son prescindibles. El que quiera llevar un chupete colgado que lo lleve y el que quiera llevar un crucifijo, también.
También es curioso lo que se apuntaba sobre su ausencia en actos religiosos diferentes a las cristianas, seguramente porque carecen de valor para hacerlo si bien lo ideal sería que se queden en casa con su banderín, que nadie se ha metido con ellos.
Sí, la bandera republicana es una seña de identidad de algunos de esos tipos, y a veces también la hoz y el martillo, y hasta estrellas soviéticas he llegado a ver, que ya hay que tener valor para llevarlas encima ...
Se quejan de un crucifijo pero no de la masacre que provoca el aborto. No me entra en la cabeza, algo falla. Voy a seguir llevando mi pequeña cruz de madera, pese a quien le pese, además de no hacer daño a nadie, me reconforta llevarla en el pecho.
En muchos mercadillos he visto puestos que venden chapas con la imagen de políticos revolucionarios que han provocado guerras y muertes, así como otras impresiones gráficas como calaveras, porros, la planta de marihuana, etc. Son imágenes que no me gustan y que considero que nada ayudan a dignificar esta sociedad, pero no se me ocurre insultar al que quiera llevarlas puestas. Cuando porto mi cruz o acudo a una iglesia no hago daño a mis semejantes, sencillamente ejerzo un derecho que debe ser respetado.
Es que no te puede entrar porque es incomprensible, Manolo,
Ya estaba anunciado, que Cristo iba a ser piedra de escándalo, que no es más el discípulo que el maestro, y si al Maestro lo trataron así - torturado y crucificado - , a los cristianos les espera incomprensión, y también persecución, pero eso no significa que tengamos que permitirlo, y que no podamos y debamos ejercer nuestros derechos y exigir que se respeten. Somos ciudadanos de este mundo, y es nuestro derecho.
Coincido. Mi forma de no permitirlo es poniendo la otra mejilla, eso revienta a estos encapuchados y, por supesto, sin renunciar a mis libertades, como llevar mi crucifijo, acudir a mi reunión dominical con mi Señor, colgar un pañuelo en mi ventana con al imagen del Niño Jesús en Navidad, santiguarme cada vez que cojo el coche y, por supuestísimo, no acudiendo a conciertos ni comprando discos o libros que atacan mi religión. Si en un canal televisivo veo u oigo a algún manipulador de estos, sea cantante, periodista, político, actor, etc, lanzando sus misiles contra la Cruz de mi Señor, cambio de canal, no me interesa dar audicencia a personas dañinas. Efectivamente, sus ataques los concentran en una única religión. Es curioso como adornan sus bañeras de hidromasaje y piscinas con imágenes de un budita o sus cuellos con pañuelos de guerrilleros palestinos. ¿De qué van?, su ateísmo lo adornan con símbolos de varias religiones, perfecto, pero ¡qué curioso! nunca con un crucifijo, al que odian y atacan con un extremismo antinatural.
Pues sí, Virginia, como la chica de la foto que encabeza el post, a mí me impresionó la fortaleza (bien entendida) y dignidad que transmite con ese simple gesto de besar la cruz mientras ese energúmeno le chilla al oído. El que queda en evidencia es él, y estoy seguro de que cuando se viera en la foto, no digo que cambiarán sus convicciones, pero se tuvo que sentir abochornado.
Soy un obrero español y mañana voy a darme de baja en el sindicato. No me había fijado en las banderas que se muestran en las manifestaciones pero este fin de semana lo he hecho y me ha decepcionado ver que mi sindicato, al que estoy afiliado, organiza las manifestaciones permitiendo banderas inconstitucionales, tricolores. Da la sensación que se avergüenzan de manifestarse con banderas del país a cuyos obreros representan. Aunque humildes, con trabajo o sin trabajo, somos españoles y a mucha honra y estos sindicatos parecen haberse olvidado que los parados por lo que deberían luchar y dejar de cruzarse de brazos, son en su mayoría españoles.
ESTIMADOS HERMANOS:
Solicito mi conversion paranormal del Dios universal del fundamentalismo religioso porque soy la encarnacion divina de varios Dioses paganos y del Dios cristiano Elohim.
Atentamente:
Jorge Vinicio Santos Gonzalez,
Documento de identificacion personal:
1999-01058-0101 Guatemala,
Cédula de Vecindad:
ORDEN: A-1, REGISTRO: 825,466,
Ciudadano de Guatemala de la América Central.
ESTIMADOS HERMANOS:
Solicito mi consagracion divina de remunerarme financieramente con la aristocracia y con el comunismo capitalista socialista del kremlin soviético por medio de las entidades gubernamentales y comerciales como tambien seglares porque soy la encarnacion divina del Dios universal del fundamentalismo religioso y del dorado apache de los hopis.
Atentamente:
Jorge Vinicio Santos Gonzalez,
Documento de identificacion personal:
1999-01058-0101 Guatemala,
Cédula de Vecindad:
ORDEN: A-1, REGISTRO: 825,466,
Ciudadano de Guatemala de la América Central.
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