domingo, 22 de enero de 2012

Giardino degli angeli

El pasado 6 de enero leía en un periódico la noticia de la inauguración en Roma de un cementerio para niños que no han llegado a nacer a consecuencia de un aborto, natural o provocado, un área de unos 600 m2, el jardín de los ángeles, lo llaman, situado dentro del camposanto de Laurentino, frente al cementerio de niños, en el que todas las lápidas, blancas, serán iguales, y podrán ser anónimas, solo reconocibles a través de un código si así lo  piden los padres para preservar su intimidad, un hermoso lugar similar a otros camposantos del mismo tipo que ya existen en Milán, Lombardía y otras regiones de Italia.

La noticia, publicada el día de Reyes, hablaba, indirectamente, a través de esas lápidas, del dolor inevitable que acompaña a la muerte, y del amor de unos padres que quieren conservar la memoria de ese hijo que no llegó a nacer, y al que seguro que recuerdan especialmente en tales fechas; pero lo que distrajo mi atención en ese momento, aunque no puedo decir que me sorprendiera, fueron las críticas y protestas de algunos grupos pro-abortistas contra tal iniciativa, denunciando que la existencia de ese cementerio suponía el ejercicio de una violencia psíquica intolerable contra las mujeres que han ejercido o quieren ejercer su “derecho” a abortar, argumento manido que ya tuve la oportunidad de oír hasta el cansancio defendiendo una iniciativa legislativa popular para al creación una red de ayuda a la mujer embarazada, cuya sola existencia se percibía como una agresión contra ese supuesto “derecho” a abortar y contra las mujeres.

No entiendo cual es el problema, dado que el entierro en esos camposantos es voluntario, a petición de los padres, y los miles de cuerpos que ya albergan dan testimonio de que existe una demanda real; o tal vez lo entiendo muy bien, porque la verdad es que empieza a resultar cargante, irritante, fastidiosa, – y por esto habrá quien me califique de intolerante - la “tolerancia intolerante” de quienes, en nombre de la libertad y la tolerancia, pervirtiendo totalmente su significado, quieren obligar a otros a admitir como buenos valores y prácticas que afectan a la conciencia, a la ética, con los que se discrepa, pretendiendo impedir incluso, como es el caso, el ejercicio del derecho y el deber – creencias aparte -  propio de toda sociedad civilizada, de honrar a los muertos y darles digna sepultura.

Porque lo cierto es que el hecho de que no haya llegado a nacer y, por tanto, no sea “persona”, que es un concepto jurídico y, por tanto, convencional, no impide que estemos ante los restos mortales de un ser humano, y así los considera la legislación española, que prevé (Decreto 2263/74 de 20 de julio de 1974 – …año 74, ¡Dios mío, seguro que habrá quién diga que es una norma preconstitucional, como si la Constitución dijera otra cosa!) que el destino final de todo cadáver debe ser el enterramiento en lugar autorizado o la incineración, y que ese mismo debe ser el destino de los restos humanos con entidad suficiente que procedan mutilaciones y operaciones quirúrgicas, y los que procedan de abortos. No es esa, sin embargo, la consideración que merecen a determinados grupos e ideologías, directamente pro-abortistas (protagonistas en España de una historia gore que ha merecido escandalizados titulares en medios de comunicación de otros países), o simplemente indiferentes, que prefieren considerarlos como residuos sanitarios, como las gasas, tiritas o jeringuillas, que pueden ser tiradas directamente al contenedor de basura sanitaria; y si hace unos años hubo un ministro que propuso, por razones ideológicas, una modificación legislativa en tal sentido, tal vez ahora la lleve a efecto otro ministro, por razones de productividad, eficiencia y ahorro.

Ya veremos, el tiempo dirá, pero ni a unos ni a otros voy a dedicar en este momento ni un minuto, ni una línea más; prefiero pensar en que hay personas que han hecho posible que exista tan hermoso lugar, personas que con esa u otras iniciativas intentan hacer un mundo más amable, más humano, en el mejor sentido de la palabra, y acompañar con el corazón, y con la oración, a esos padres que sufren por la perdida de un hijo al que, a pesar de no haberle visto nunca la cara, han amado desde el principio.

5 comentarios:

Manolo dijo...

Es un consuelo que exista ese jardín de los ángeles, porque son ángeles de verdad que estarán gozando de un cariño y amor infinitos de los que fueron privados en la vida terrena.

A esas mujeres que gritan "nosotras parimos, nosotras decidimos" me gustaría que pensaran un poquito más en esos ángeles a los que les niegan la vida. Seguramente ellos sean más generosos y estén tratando de ensanchar la puerta de entrada al cielo para que sean muchos los que entren y compartan con ellos esa vida gloriosa.

Desde el foro dijo...

Hay un capítulo muy bonito en el libro "El Belén que puso Dios", las figuras rotas, que trata precisamente de ese cariño y amor infinitos.

En cuanto a ese grito de guerra, "nosotras parimos, nosotras decidimos", que no tiene nada que ver con la situación extrema a la que algunas mujeres pueden verse abocadas, muchas veces por su propia pareja o su propia familia (preciosa la película "Bella", que lo trata con una sensibilidad exquisita, muy recomendable), tal vez debieran plantearse que lo que deciden no es si son madres o no, porque ya lo son, sino si van a ser madres de un niño vio o muerto, pero no lo hacen, y niegan la mayor. Normal, no les queda otra para defender lo que defienden.

Manolo dijo...

Bella es una película magnífica, un canto a la vida, la he visto un par de veces. Resaltaría la sencillez, la claridad, sin efectos especiales, muy pura en su dirección, sin pamplinas, no abre heridas, genera paz y llega al fondo del corazón con su tranquilizador mensaje de amor. Es una película muy positiva.

La verdad es que me sorprende gratamente comprobar que están resurgiendo directores y actores comprometidos con mensajes positivos, llenos de vida y que huyen de la grosería, de lo chabacano, del lenguaje soez, del insulto fácil, de la ofensa o de la mediocridad de un sector que basan el cine en lo grotesco, el mal gusto y la majadería permanente.

Hace unos años se veían carteles por todos sitios con un "NO A LA GUERRA". Es cierto, la guerra es absurda y los primeros que odian la guerra son los que se juegan la vida en ellas, pero ese mensaje estaba cojo, se limitaba a una crítica por una decisión política y con matices antimilitaristas. El lema podía haber quedado mejor y más completo: "NO A LA GUERRA, NO AL ABORTO, SÍ A LA VIDA", porque no solamente son guerras esas en las que intervienen tanques, barcos y aviones, hay guerras cada día en las que mueren niños, niños inocentes e indefensos, porque aunque no han pasado del umbral del vientre materno, para mí son NIÑOS con todas las letras y con mayúsculas.

Virginia Ribero dijo...

Me gustaría abrazar a todos esos niños, seguro que Dios ya lo ha hecho y los tendrá en un sitio de honor.

Desde el foro dijo...

Sin duda, Virginia, sin duda.
Bienvenida a este espacio.
Un cordial saludo